La eventual apertura de los mercados agrícolas de la Unión Europea (UE), Estados Unidos y Japón es sólo una ilusión, cuyo fracaso descubre el doble juego de gobiernos que practican el proteccionismo mientras pregonan el libre comercio para otros, coincidieron expertos brasileños.
El economista José Eli da Veiga, de la Universidad de Sao Paulo, entiende que son pocas las esperanzas de éxito de los países en desarrollo que exigen la eliminación de las barreras y subsidios que traban el comercio agropecuario mundial.
El proteccionismo agrícola está en el origen del positivo desempeño económico que permitió a países de América del Norte, de la UE y de Asia oriental asegurar la abundancia de alimentos a sus habitantes, mientras el hambre aún afecta a buena parte del mundo.
Esas políticas, consolidadas en varias décadas, responden a «exigencias de desarrollo local y de cohesión social», nunca tuvieron en cuenta la competitividad internacional y no se modificarán fácilmente, observó Da Veiga, quien estudió en Francia e investigó la historia de la agricultura estadounidense.
El experto brasileño entiende, por esos motivos, que es una «ingenuidad» creer en la posibilidad de alterar cuestiones centrales de la política agrícola de la UE o de Estados Unidos «en las próximas décadas», ya sea en una nueva ronda de negociaciones mundiales y mucho menos en tratativas regionales o entre bloques.
Pero las distorsiones del comercio agrícola mundial, con mercados bloqueados y precios deprimidos debido a la producción subsidiada, son al menos un fuerte argumento de los países del Sur en su lucha por un sistema comercial menos desfavorable que el actual.
Por su parte, el abogado Durval de Noronha Goyos apuntó que el resultado de la ronda Uruguay de negociaciones multilaterales, que desembocó en enero de 1995 en la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC), fue una gran derrota para países como Brasil, India e Indonesia.
Debido a las reglas aprobadas en ese ámbito, los subsidios son «técnicamente legales, aunque inmorales», y los países del Sur pierden 80 por ciento de las disputas ante la OMC, mientras que Estados Unidos y la UE triunfan en igual proporción, dijo Noronha Goyos, árbitro en solución de controversias en esa organziación.
De todas formas, los países en desarrollo pueden conquistar avances en caso de concretarse una nueva ronda global de negociaciones, una cuestión a resolverse en la conferencia ministerial de la OMC, que se realizará en noviembre en Qatar, indicó Marcos Jank en acuerdo con Noronha Goyos.
Jank, también profesor de la Universidad de Sao Paulo, es autor de un nuevo estudio sobre la política agrícola de Estados Unidos y sus efectos en el comercio mundial.
Estados Unidos y la UE ya dejaron en claro que no negociarán cuestiones como los subsidios agrícolas en las discusiones en busca de acuerdos comerciales con los países de América.
Así lo hizo Washington respecto del proceso de creación del Area de Libre Comercio de las Américas y, al igual que los europeos, en las negociaciones con el Mercado Común del Sur (Mercosur, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), recordó Jank.
Más que eso, Estados Unidos y la UE tomaron decisiones que apuntan al mantenimiento o al aumento de los subsidios.
Estados Unidos elevó en 73.000 millones de dólares los aportes que entregará a sus agricultores en los próximos 10 años, según una nueva ley sectorial. Desde 1990, la ayuda a la producción agrícola local ya había sido cuadruplicada, precisó Jank.
Por su parte, la UE decepcionó al Mercosur al proponerle en julio acelerar las negociaciones para liberalizar el intercambio comercial sin incorporar cambios efectivos en su política agrícola, manteniendo las cuotas y barreras que restringen el ingreso de productos sudamericanos.
Los expertos explican que el poder financiero del Norte industrializado le permite sostener su agricultura. Los subsidios agrícolas en los 30 países más ricos sumaron 360.000 millones de dólares en 1999, según un informe divulgado en abril por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
La OCDE añadió que más de 90 por ciento de esa suma se concentra en la UE, en Estados Unidos y en Japón.
La liberalización comercial en las últimas década llevó el arancel de importación de los bienes manufacturados a cuatro por ciento en promedio, pero ese proceso no se extendió a los productos agrícolas, que siguen gravados en una media de 40 por ciento, admitió la OCDE.
En consecuencia, la participación de los países en desarrollo en el comercio mundial de bienes industriales se duplicó en las dos últimas décadas, para ubicarse en 28,8 por ciento, pero se estancó en 40 por ciento en el sector agrícola, donde el Sur es más competitivo.
En ese marco, Brasil tuvo un peor desempeño, ya que su participación en el comercio global se redujo en la última década.
El país «se desglobaliza» cuando más se habla de globalización, observó Theotonio dos Santos Junior, profesor de economía mundial de la Universidad Federal Fluminense, de Niteroi, cercana a Río de Janeiro.
Dos Santos Junior opinó que el problema es que países como Brasil, dependientes del capital extranjero, no cuentan con recursos financieros suficientes para subsidiar la producción de alimentos.
De esa manera, son obligados a exportar por «necesidad, para pagar la deuda externa», y no como parte de una política de desarrollo, Eso agrava los desequilibrios internos y externos, agregó. (FIN/IPS/mo/dm/if/01