El primer ministro de India, Atal Bihari Vajpayee, sorprendió a muchos al anunciar que desea reunirse el mes próximo con el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, pese a la aparente falta de resultados de la entrevista que ambos mantuvieron en julio.
El Ministerio de Relaciones Exteriores indio anunció que Vajpayee está listo para reanudar la búsqueda de soluciones a los conflictos entre Nueva Delhi e Islamabad, cuando él y Musharraf asistan en Nueva York a la próxima sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.
La anterior reunión de ambos mandatarios fue la primera en más de dos años, y se llevó a cabo del 14 al 16 de julio en la septentrional ciudad india de Agra.
En esa ocasión, ni siquiera fue posible acordar una declaración final, debido a discrepancias sobre el modo de referirse a la disputa de los dos países por el territorio de Cachemira.
Vajpayee había asegurado el 16 de agosto al parlamento que en Agra se alcanzó «un entendimiento acerca del marco general de futuras conversaciones», y que el proceso de diálogo con Pakistán continuaría.
La perspectiva de una nueva reunión cuestiona la opinión generalizada de que la cumbre de Agra fue un total fracaso.
No es la primera vez que el primer ministro indio sorprende con iniciativas espectaculares en la delicada cuestión de las relaciones con Pakistán.
En febrero de 1999, Vajpayee viajó en autobús a la nororiental ciudad paquistaní de Lahore, para reunirse con el entonces primer ministro de Pakistán, Nawaz Sharif.
Tras el conflicto armado en la región fronteriza cachemira de Kargil, en junio de 1999, y el golpe de Estado de Musharraf en octubre de ese año, los contactos bilaterales de alto nivel se interrumpieron hasta que Vajpayee invitó de improviso al gobernante paquistaní, el 23 de mayo de este año, a una cumbre en India.
Observadores políticos señalan que el primer ministro indio posee un notable sentido de la oportunidad para acercarse a sus adversarios y sorprenderlos con su flexibilidad, similar al que caracterizó en asuntos de política internacional al ex presidente estadounidense Richard Nixon (1968-1974).
¿Qué motivos pueden haber impulsado a Vajpayee a proponer una nueva cumbre?
El primer ministro, de 77 años de edad, tiene importantes problemas de salud y ha estado en los últimos tiempos bajo presión de sus socios en la gobernante Alianza Democrática Nacional, integrada por 20 partidos, y también del ala derecha de su Partido Bharatiya Janata (BJP, por sus siglas en inglés).
Esa situación lo llevó a amenazar con una renuncia a su cargo el 31 de julio, y lograr que el BJP y sus aliados cerraran filas tras él. Así se fortaleció al demostrar que es el único factor de unificación de la amplia y heterogénea coalición de gobierno, y ahora reafirma su protagonsimo con la iniciativa de una cumbre.
En segundo lugar, en marzo habrá elecciones en el septentrional estado de Uttar Pradesh, el mayor del país, y Vajpayee necesita provocar hechos políticos que reafirmen su posición.
Por otra parte, la cumbre se realizaría en los mismos días en que está previsto que el primer ministro hable ante la Asamblea General de la ONU y se reúna con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Su gesto de acercamiento a Pakistán cosechará prestigio y destaque en ese contexto.
Por último, y con importancia decisiva, Washington presiona con intensidad a India y Pakistán para que resuelvan sus diferencias mediante ngociaciones.
Estados Unidos desea disminuir las tensiones en Asia Meridional, que fue una especie de zona fronteriza en la Guerra Fría y ahora es vista por Washington sobre todo como un área que conviene estabilizar para hacer negocios, mediante el mejoramiento simultánea de vínculos con Islamabad y Nueva Delhi.
Bush está dispuesto a levantar pronto las sanciones impuestas a India, al igual que a Pakistán, por sus ensayos de armas nucleares en mayo de 1988, según un informe publicado esta semana por el diario estadounidense The New York Times.
Ese periódico sostuvo que esa política se debe a que Estados Unidos apuesta a Nueva Delhi como contrapeso para la creciente influencia económica, política y militar de Beijing.
India fue en mayo uno de los primeros países en expresar apoyo al plan de sistema de defensa misilístico de Bush, rechazado por China y Rusia, y había sido una de las cuatro naciones del área consultadas por Washington sobre el asunto, junto con Australia, Corea del Sur y Japón, tradicionales aliados de Estados Unidos.
Por otra parte, Estados Unidos tiene especial interés en frenar lo que percibe como una amenaza de expansión del extremismo islámico con apoyo del movimiento Talibán, que gobierna la mayor parte de Afganistán.
Eso lleva a Washington a fortalecer sus vínculos con Nueva Delhi, pero también a revitalizar la alianza con Islamabad, mantenida durante la Guerra Fría cuando India se acercó a las posiciones de la ex Unión Soviética.
El subsecretario de Estado estadounidense, Richard Armitage, dijo en Sydney a mediados de este mes que «Estados Unidos no quiere que aumente la influencia de Afganistán sobre Pakistán», y es obvio que tampoco desea que Islamabad se acerque a Beijing para lograr apoyo contra Nueva Delhi.
En la actualidad, Washington mantiene abierta la posibilidad de levantar las sanciones impuestas a Islamabad en 1998, y apoya la asistencia a la economía paquistaní por parte del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Al mismo tiempo, Estados Unidos presiona a Pakistán e India para que no aumenten su armamento nuclear, a fin de evitar un incremento de las tensiones regionales. (FIN/IPS/tra- eng/mh/js/mp/ip/01