El asesinato del dirigente separatista de Córcega François Santoni y de su guardaespaldas pone en peligro el acuerdo de autonomía limitado negociado con el gobierno de Francia por representantes de la isla elegidos en las urnas.
El primer ministro francés Lionel Jospin afirmó que su gobierno continuaría las negociaciones, pero reclamó a la delegación corsa una condena pública de la violencia y el juramento de obediencia a la ley nacional.
«Solo con negociaciones transparentes podremos alcanzar la paz en Córcega», afirmó Jospin, del Partido Socialista.
Santoni, líder del Frente Nacional de Liberación de Córcega (FLNC), fue asesinado por un escuadrón de la muerte el 17 de agosto en Monacia-d'Aullene, su aldea natal en el sur de la isla.
Cuatro días después, se hallaron otras dos víctimas en un automóvil quemado a 40 kilómetros de la norteña ciudad de Bastia. Uno de los muertos era Dominique Marcelli, guardaespaldas de Santoni e integrante del movimiento guerrillero Armata Corsa, fundado por éste en 1999.
La autonomía negociada hace un año y medio permitiría al Poder Legislativo regional adaptar las leyes nacionales a las necesidades locales, pero bajo control de la Asamblea Nacional francesa (parlamento).
Además, reconocería el derecho a la enseñanza de la lengua corsa, así como exenciones impositivas.
La Asamblea Nacional debería aprobar el tratado este año para su entrada en vigor, lo cual pondría fin a más de 25 años de violencia separatista.
El asesinato de Santoni fue cometido casi un año después del de su más cercano aliado político, Jean-Michel Rossi. Diecisiete personas fueron asesinadas este año por razones políticas en Córcega.
La policía local consideró que la muerte de Marcelli y de su acompañante fue el saldo de una reyerta entre delincuentes. Pero estas acciones y el asesinato de Santoni tienen el estilo de los escuadrones de la muerte y recuerda la lucha entre facciones separatistas de comienzos de los años 90.
Entre 1991 y 1995 unos 100 guerrilleros independentistas fueron ejecutados en lo que algunos llamaron «la guerra fratricida corsa».
Los enfrentamientos cesaron temporalmente en febrero de 1999, luego de un acuerdo de cese del fuego entre varios sectores nacionalistas.
Autoridades políticas y policiales en París y Córcega temen una nueva ola de violencia. Ese riesgo existe «pues nuestra gente no quiere que la muerte de nuestros amigos quede impune», dijo Jean- Dominique Allegrini, colaborador cercano de Santoni.
«La única forma en que el gobierno podría evitar una nueva guerra es hallando rápidamente a los responsables. Pero, repito, no es seguro que el castigo legal de los crímenes pueda evitar la venganza. Hoy peligra la vida de varias personas en Córcega», dijo Allegrini, en lo que pareció una velada amenaza.
Según el dirigente, uno de los probables blancos de la violencia es Jean-Guy Talamoni, legislador regional que encabezó las negociaciones por la autonomía y actual líder del separatismo corso.
Ningún grupo se atribuyó responsabilidad por el ataque. Pero la violencia no parece haber cesado. La novia de Santoni, Christel Baldocci, denunció haber recibido amenazas telefónicas de muerte.
Mientras, en París, la derecha reclama el cese del diálogo.
«La negociación estuvo viciada desde el principio. Cuando el gobierno decidió negociar con políticos corsos que confabulan con terroristas, también aceptó que podía ser chantajeado mediante la violencia», dijo el ex ministro del Interior Jean-Louis Debré, jefe del grupo parlamentario del partido Reunión por la República (RPR).
«Los nuevos asesinatos señalan que este proceso no puede continuar», agregó Debré, a cuyo partido pertenece el presidente Jacques Chirac, que cohabita con el gobierno encabezado por el socialista Jospin.
Para Jospin, el reclamo es «oportunista», pues no señala alternativas políticas viables.
«La mayoría de los representantes corsos elegidos democráticamente y la Asamblea Nacional de Francia aprobaron nuestras negociaciones», sostuvo Jospin en sus primeras declaraciones tras el receso de verano boreal.
Córcega es una región francesa desde 1768, cuando el país la compró a Génova. La escasa industrialización y el retraso del sector agrícola la distanciaron de la prosperidad del resto del país.
En 1975, el gobierno central envió a la isla unidades militares y policiales para proteger a inmigrantes procedentes de sus ex colonias africanas enfrentados con los vitivinicultores locales.
La intervención militar dejó un saldo de varios agricultores muertos y profundizó los viejos resentimientos locales contra los colonos franceses.
Desde entonces, la isla es escenario de una intermitente violencia política dirigida por al menos cinco organizaciones armadas independentistas.
Una serie de ataques explosivos contra edificios públicos culminó en febrero de 1998 con la muerte del alcalde Claude Erignar, la máxima autoridad del gobierno central en Córcega. Desde entonces, el responsable de esta muerte permanece prófugo, aparentemente protegido por los campesinos corsos.
Con el paso de los años, el movimiento rebelde asumió prácticas extorsivas contra comerciantes locales, a los que cobra «impuestos de guerra».
En un libro publicado en 2000, el asesinado líder nacionalista Santoni afirmó que la mayoría de los separatistas corsos se habían convertido en «pandilleros». (FIN/IPS/tra- eng/jg/rj/aa/dc/mj/ip/01