El costo mensual de la leche en polvo para alimentar a un niño supera el ingreso familiar de la mitad de la población de Sri Lanka, como consecuencia de la privatización y la importación de casi 80 por ciento de los productos lácteos.
Yasawathie, una madre sola de 34 años que vive en un barrio pobre de la capital, debe alimentar diariamente a sus cuatro hijos, uno de ellos una lactante, con un subsidio del Estado que no supera los ocho dólares por mes.
Desnutrida ella misma, no puede amamantar a la pequeña y necesita por mes 10 paquetes de leche en polvo de 400 gramos.
«No sé cómo voy a alimentar a mi beba y a mi familia a la vez, cuando el precio de la leche y el costo de vida son tan altos», se quejó.
En este país isleño del océano Indico, una familia con un hijo menor de cinco años necesita al menos 10 paquetes de leche en polvo por mes, cuyo costo es de 13,2 dólares.
En el último semestre, el precio de un paquete de leche en el mercado abierto llegó a 1,3 dólares. En los últimos seis años, el precio de la leche en polvo aumentó más de 100 por ciento.
Este aumento se produjo después de que Sri Lanka inició la liberalización de su economía, a mediados de los años 70.
En 1981, el gobierno privatizó la producción de leche, clausurando el Consejo Nacional Lechero y firmando un acuerdo con la compañía trasnacional de origen suizo Nestlé con el fin de desarrollar la industria láctea.
Dos décadas después, el monopolio trasnacional es acusado de haber liquidado dicha industria. La producción lechera de los pequeños granjeros era exitosa antes de que se introdujera la privatización.
En 1970, la industria local cubría entre 70 y 80 de los requerimientos nacionales de leche. Con la privatización, dicha participación cayó a 33 por ciento en 1986 y a 18 por ciento en 2001.
«Hace sólo 20 años, la leche fresca era abundante y muy barata. Hoy no tenemos leche fresca local en el mercado y todo el sector de alimentos lácteos está en manos de dos o tres grandes empresas», dijo Sarath Fernando, del Movimiento por la Reforma Agraria y la Nacionalización de la Tierra (MONLAR).
El gobierno podría desarrollar la producción local de leche fresca a costos mucho más bajos y de manera eficiente, dicen los activistas.
«En Sri Lanka, la leche de cada vaca que pastorea libremente en cualquier predio podría estar disponible para toda la población, fresca o pasteurizada», dijo Fernando.
El proceso actual comienza en un lejano país occidental, donde el ganado es ordeñado y la leche es trasladada a través de largas distancias, deshidratada, empaquetada y embarcada nuevamente, publicitada con enormes costos y vendida con grandes márgenes de ganancia, dicen las organizaciones no gubernamentales.
«Entonces la compran las madres pobres en aldeas, plantaciones y zonas de guerra para ser disuelta en agua y convertida otra vez en leche», sostuvo el MMCM. «Creemos que leche de la misma o mejor calidad podría obtenerse si el gobierno se decide a competir», agregó la organización.
La mitad de los 19 millones de habitantes de la nación isleña tiene un ingreso mensual familiar inferior a ocho dólares, de acuerdo con el programa oficial de alivio a la pobreza.
La mitad de la población no podría satisfacer la necesidad de leche de sus hijos aunque utilizara todos sus ingresos en ello, según MONLAR.
El Movimiento de Madres para Combatir la Desnutrición (MMCM) y MONLAR acusaron al gobierno y a las compañías trasnacionales de poner en peligro la salud de la población al vender la leche en polvo a precios exorbitantes.
Ambas organizaciones están liderando la campaña nacional «Bajar el precio de la leche», a la que se han sumado más de 300 grupos civles y extranjeros. Carteles y volantes reclamando la inmediata reducción de los alimentos lácteos circulan por todo el país.
«Este comercio es injusto, y totalmente criminal en la situación de pobreza, hambre, desnutrición y anemia que padecen madres y niños en todo el país», dijo el MMCM.
En 1994, más de 60 por ciento de los niños menores de cinco años sufrían desnutrición, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Si bien las autoridades prometieron medidas para reducir ese porcentaje en 25 por ciento, la desnutrición infantil permanece igual.
Más de la mitad de las madres sufren anemia y dan a luz niños de bajo peso al nacer, según cifras oficiales.
El incremento de los precios es atribuido al creciente gasto en publicidad de las multinacionales. «Si redujeran el costo de publicidad, el precio de la leche podría bajar 50 por ciento», dijo Fernando.
Pero las empresas trasnacionales arguyen que es imposible reducir los precios de venta por los altos impuestos directos e indirectos y el elevado costo de producción originado en la devaluación de la moneda local, la rupia de Sri Lanka.
De hecho, Nestlé Lanka Limited anunció un nuevo incremento de precios. Los portavoces de la firma dijeron que si bien compraban un cierto porcentaje de leche a los productores locales, debían invertir mucho dinero para mejorar la calidad de esa materia prima.
«El gobierno impone un impuesto de 19,5 por ciento a los ingresos por ventas de leche en polvo. Las industrias suben el precio como quieren», dijo Fernando.
«El dinero extraído a las madres y niños famélicos se gasta en la continuación de la guerra», dijo el MMCM en referencia al conflicto de casi 20 años contra la insurgencia armada de los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil.
La minoría tamil lucha por la creación de un estado propio en el noreste de la isla. Desde que asumió el gobierno de Chandrika Bandaranaike Kumaratanga, en 1994, la campaña militar se reavivó. El país gasta más de medio millón de dólares por año en la guerra, provocando mayor déficit fiscal.
El costo de la leche también tiene impacto en la población afectada por la guerra. Más de un millón de personas han sido desplazadas por el conflicto, buena parte de las cuales carece de ingresos propios y vive en campamentos administrados por el gobierno o en otros improvisados en territorio bajo control rebelde.
Esta población depende de raciones de alimentos secos distribuidos por el gobierno y el Programa Mundial de Alimentos. Pero esas raciones no incluyen alimentos esenciales como carne, vegetales, frutas y leche.
Las autoridades no suministran leche ni siquiera a las mujeres embarazadas o a los niños. En consecuencia, cientos de niños desplazados padecen desnutrición, bajo peso y desarrollo tardío.
Durante la Cumbre Mundial de la Alimentación, celebrada en 1996, los representantes de Sri Lanka se comprometieron a adoptar políticas sociales para cumplir con los objetivos de la cumbre, entre los cuales se hallaba la disponibilidad de leche para la población. (FIN/IPS/tra-en/rs/js/dc/mlm/dv/01