El fracaso del proyecto de régimen de verificación preparado por el grupo especial de la ONU sobre control de armas biológicas acabó con el clima propicio para el entendimiento que se había logrado tras siete años de negociaciones en Ginebra.
El grupo, conformado en 1995 para redactar un protocolo destinado a reforzar la Convención sobre Armas Biológicas, terminó su labor la semana pasada sin pena ni gloria.
El rechazo de Washington, anunciado el 25 de julio, apenas iniciada la última reunión del grupo, selló la suerte del texto laboriosamente discutido por negociadores de 60 países.
La oposición de Estados Unidos, que posee prácticamente la mitad de la industria biotecnológica del planeta, dio el golpe de gracia al borrador presentado por el presidente del grupo especial de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), Tibor Toth, de Hungría.
El representante estadounidense, Donald Mahley, había señalado que el proyecto de Toth no estaba en condiciones de cumplir con el mandato confiado al grupo especial.
Washington alegó que el protocolo, sin agregar nada nuevo a su capacidad de verificación, podría causar problemas al programa de defensa contra armas biológicas que ha establecido ese país.
También argumentó que el borrador amenazaba con crear problemas de propiedad intelectual, es decir de secreto industrial, a los laboratorios farmacéuticos y biotecnológicos de Estados Unidos.
Los demás países, aunque con diferentes matices, dijeron que el texto constituía una base aceptable para el protocolo que debía discutir la Conferencia de Revisión de la Convención sobre Armas Biológicas, que se reunirá en Ginebra del 19 de noviembre al 7 de diciembre.
La mayoría de los delegados y el presidente Toth, ya desahuciado el protocolo, se esforzaron por salvar del fracaso al propio proceso de negociación mediante la aprobación de un informe final, que ratificará la validez del mandato original del grupo.
En la redacción del informe final surgieron diferencias insalvables, otra vez por parte de Estados Unidos, pero ahora con apoyo del bloque de países occidentales.
Estados Unidos pretendía que el informe omitiera toda referencia al bloqueo que su delegación impuso sobre el texto rechazado.
En cambio, Irán y Cuba, junto con otros miembros de Países no Alineados, reclamaban una mención expresa de la obstrucción de Washington.
El final, en un ambiente irreconciliable, Toth terminó por cerrar las deliberaciones sin la aprobación del informe que recogiera una descripción de las negociaciones sostenidas desde 1995 y de los resultados alcanzados.
El debate del asunto proseguirá probablemente en septiembre, durante la Asamblea General de la ONU, en el Primer Comité, que se ocupa de cuestiones de desarme. El otro escenario previsto es la conferencia de revisión de noviembre, en Ginebra.
En cualquiera de los dos casos, con seguridad se verificarán debates borrascosos, vaticinó Jenni Rissanen, investigadora de Acronym, un instituto de Londres especializado en desarme.
Al analizar el desenlace, Risannen resaltó la vulnerabilidad del proceso, proclive «a convertirse en rehén de un pequeño número de países».
Los verdaderos perdedores han sido los numerosos estados de nivel medio, que se mostraban dispuestos a concertar un compromiso para dotar a la convención de mecanismos colectivos que la fortalecieran, dijo la experta.
En cambio, Estados Unidos puede haberse beneficiado por la ausencia del informe final, estimó Rissanen.
La convención sobre armas biológicas, que data de 1972, fue puesta a prueba en 1979, cuando en Estados Unidos se denunció que en una fábrica militar de Sverdlovsk (ahora llamada Iekaterimburgo), en la desaparecida Unión Soviética, había ocurrido un accidente que liberó esporas de ántrax.
Cuba alegó también que Estados Unidos tuvo participación en la supuesta dispersión de la fiebre dengue entre los porcinos de la isla. Pero el caso más reciente refiere a las acusaciones contra Iraq de producir armas biológicas en su industria farmacéutica.
La relatora especial de la ONU sobre terrorismo y derechos humanos, Kalliopi K. Koufa, sostuvo en un informe que el empleo en el mundo de armas biológicas por terroristas causó dos muertos y 725 heridos entre 1975 y julio de 2000.
En cambio, en el mismo periodo, las armas químicas, que están controladas por una convención internacional separada, produjeron 150 muertos y 2.492 heridos. (FIN/IPS/pc/dm/ip/01