Sudáfrica se ha convertido en uno de los países más hostiles hacia los extranjeros. Los ataques a inmigrantes procedentes de otros países africanos son moneda corriente y casi nunca se mencionan en los medios de prensa, según organizaciones de derechos humanos.
Desde comienzos de los años 90, se registran crecientes batallas callejeras entre vendedores ambulantes sudafricanos y otros procedentes de Taiwan, India, Pakistán y Bangladesh.
Pero las agresiones no se limitan a este ámbito. Son frecuentes los incidentes de acoso policial contra inmigrantes ilegales, si bien no hay pruebas estadísticas.
Una patrulla especial sale a las calles todas las tardes desde la Oficina Central de Policía de Johannesburgo para encontrar «makwerekwere», término onomatopéyico referido al sonido de idiomas extranjeros y utilizado para denominar despectivamente a los inmigrantes ilegales.
Sin embargo, este fenómeno contemporáneo de discriminación no recibirá mucha atención en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, La Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, que se celebrará en Durban entre el 31 de agosto y el 7 de septiembre.
El gobierno de Sudáfrica ha enfocado todas sus energías en el racismo y en el persistente legado del apartheid, el régimen de discriminación racial institucionalizada en perjuicio de la mayoría negra que rigió este país hasta 1994, sostienen los analistas.
No obstante, el rechazo y la agresión contra los extranjeros debería ser considerado en la Conferencia, sostuvo Jenny Parsley, de la Comisión Sudafricana de Derechos Humanos.
«No se puede lograr el renacer africano cuando no nos gustan los africanos», dijo Parsley, en referencia a la política de desarrollo económico y social del continente que impulsa el presidente Thabo Mbeki.
La inmigración no es un fenómeno nuevo para Sudáfrica. En los años 60, el régimen racista promovió la inmigración europea. Uno de cada 10 ciudadanos blancos no nacieron en este país. Uno de cada cuatro sudafricanos tiene pasaporte británico.
Pero el flujo migratorio desde el resto del continente se inició a partir de la abolición del apartheid. Desde mediados de los años 90 aumentó el número de africanos que ingresaron para instalarse en las grandes ciudades.
Paradójicamente, éstos son los que se enfrentan con las peores muestras de xenofobia. Los analistas intentan aclarar por qué estos sentimientos se han propagado como el fuego en Sudáfrica.
El censo nacional de 1996 registró 530.000 residentes procedentes de países de la Comunidad para el Desarrollo de Africa Austral (SADC) y 20.000 del resto del continente. Más de la mitad eran trabajadores empleados en las minas.
En los últimos años creció una inmigración distinta, constituida por profesionales y pequeños empresarios. Varios estudios señalan que estos inmigrantes tienen formación laboral calificada o son empresarios, pero no es vista como una fuente de oportunidades económicas.
Muchos sudafricanos sienten que los extranjeros «roban» sus empleos y se aprovechan de los servicios del Estado.
En los últimos seis años, se perdieron 1,1 millones de empleos, el desempleo es superior a 35 por ciento y la mitad de los hogares del país, de 40 millones de habitantes, están por debajo de la línea de pobreza, según cifras oficiales.
«Existe una sensación general de que 'hemos esperado tanto que no vamos a compartir las pocas migajas que nos han arrojado'», dijo Parsley. Los países fracturados internamente generan tarde o temprano altos niveles de xenofobia, sostuvo.
Pero, por sobre todo, el proceso de reconciliación racial sudafricano quedó trunco y dio como resultado un fenómeno de «jerarquías de alteridad», que no implican una verdadera aceptación de la diversidad, explicó Parsley.
Sin embargo, los temores que alimentan la xenofobia no se basan en la realidad, sostuvo David McDonald, del gubernamental Proyecto de Migración de Sudáfrica (SAMP).
Según McDonald, la mayoría de los inmigrantes han ingresado legalmente y no esperan quedarse para siempre, pues creen que la calidad de vida en sus países es mejor. En lugar de drenar las riquezas, muchos contribuyen con la economía al instalar en el país sus negocios minoristas, afirmó.
«La migración transfronteriza es actualmente un proceso legal y regulado que contribuye a construir una política migratoria más humana y bien administrada», sostuvo McDonald. Pero el gobierno debe hacer mucho aún para ampliar la protección de los derechos de los migrantes, reconoció.
También se requiere el desarrollo de un marco legal migratorio más complejo que considere los lazos sociales y económicos de la región de Africa austral. Y se necesita educación pública, agregó.
Según una investigación realizada en 2000 por el SAMP, los medios de comunicación son responsables de diseminar muchos prejuicios y estereotipos sobre los inmigrantes.
La Comisión de Derechos Humanos desarrolló la campaña de dos años «Atrás la Xenofobia», que incluyó educación a trabajadores de los medios de comunicación.
Si bien es difícil medir los cambios de actitud, el debate público sobre la inmigración está cambiando, aseguró Parsley.
La Comisión organiza reuniones entre sudafricanos e inmigrantes o refugiados. «Cuando tratamos a alguien cara a cara, frecuentemente no coincide con los estereotipos», dijo Parsley. (FIN/IPS/tra-eng/fk/mn/dc/mj/hd/01