Francia decidió no enviar altos funcionarios a la Conferencia Mundial Contra el Racismo, que comenzará este viernes en el puerto oriental sudafricano de Durban, para evitar comprometerse con propuestas preparadas para esa reunión, según activistas humanitarios y analistas.
Dos asuntos centrales de la conferencia, que terminará el 7 de septiembre y fue convocada por la Organización de las Naciones Unidas, serán la demanda africana de reparaciones por pasadas prácticas colonialistas y esclavistas de potencias occidentales, y la iniciativa árabe de condenar al sionismo como una forma de racismo.
Francia fue una potencia colonial en Africa hasta los años 60, y París decidió enviar a Durban una pequeña delegación de burócratas encabezada por el ministro de Cooperación, Charles Josselin.
No asistirán el presidente Jacques Chirac, quien suele tener participación destacada en encuentros internacionales, el primer ministro Lionel Jospin ni el canciller Hubert Vedrine.
«El gobierno francés no quiere oponerse en forma abierta a esas propuestas», y optó por enviar representantes de bajo nivel, lo cual «desvirtuará su papel en la conferencia», sostuvo el director de asuntos internacionales de la organización no gubernamental (ONG) SOS Racisme, Mamadou Gaye.
«La ausencia de (altos) representantes del Estado francés en la reunión revela la falta de voluntad de este país para afrontar su pasado colonial», afirmó Christophe Ayad, periodista del periódico Liberation.
«Francia podría ser el primer país del mundo en dejar sentado en una ley que la esclavitud fue un crimen contra la humanidad, pero no quiere afrontar demandas de reparación ni pedir perdón a sus ex colonias», añadió.
Un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores aseguró que París desea que la conferencia sirva para evitar «combates retóricos inútiles acerca de conflictos regionales».
«En Durban, la Unión Europea debería preparar el camino mediante el logro de consenso para condenar al racismo. Esa sería nuestra forma de tratar las cuestiones de la esclavitud y el colonialismo», añadió.
Pero analistas piensan que el gobierno quiere evitar la condena pública de sus ex colonias, entre ellas Argelia.
Ex militares franceses admitieron en los últimos meses que aplicaron tortura en forma sistemática durante la represión del movimiento independentista argelino, desde los años 50 hasta 1962.
Los generales retirados Jacques Massu y Paul Aussaresses, principales jefes militares franceses en la guerra contra los independentistas de Argelia, reconocieron haber ordenado ejecuciones masivas.
Esas confesiones conmovieron a la opinión pública francesa, pero el gobierno se niega a pedir disculpas al pueblo argelino.
«La tortura no puede ser disociada del colonialismo y el racismo», sostuvo Francis Jeansson, un francés que trabajaba en Argelia en los años 50 como profesor de filosofía.
«Durante la guerra contra el movimiento independentista de Argelia, nuestro ejército cometió los peores crímenes, desde la imposición de condiciones inhumanas de reclusión hasta violaciones y torturas sistemáticas», aseguró.
«Los oficiales militares franceses se creían superiores desde el punto de vista moral a quienes llamaban terroristas argelinos», recordó.
«La respuesta típica (de las autoridades) a las demandas de discutir nuestro pasado es que no debemos ofender el honor de Francia. Pero no es la gloria o el honor lo que está en juego, sino nuestra relación con la verdad», afirmó.
Otros analistas piensan que el derechista Chirac y el izquierdista Jospin optaron por no asistir a la conferencia porque la situación en el país de las minorías étnicas será un asunto central de las próximas elecciones generales.
Más de 60 por ciento de los franceses adultos consultados en encuestas se consideran racistas, y varios partidos políticos emplearon consignas electorales con claro contenido racista en los años 80 y 90.
Uno de esos partidos, el Frente Nacional, obtuvo más de 18 por ciento de los votos en las últimas elecciones regionales y locales, aunque su representación parlamentaria nunca fue importante debido al sistema electoral francés, que perjudica a las fuerzas políticas menores.
En la actualidad, la capacidad de convocatoria del Frente Nacional ha disminuido, tras una ruptura que se produjo hace tres años, y los partidos mayores se disputarán a sus ex votantes en los próximos comicios, lo cual los obliga a ser cautelosos en sus condenas al racismo.
En este verano (boreal), los niños de origen árabe, subsahariano y del sudeste asiático residentes en el país fueron objeto de una campaña lanzada por políticos de derecha, que acusan a las minorías étnicas de ser las responsables de la criminalidad.
Además, Francia tiene malos antecedentes en materia de trato a refugiados. En julio, la Comisión Europea para la Prevención de la Tortura acusó a las autoridades francesas de maltrato sistemático de refugiados y personas que buscan asilo, en un informe de 96 páginas.
La Comisión denunció «prácticas inaceptables» tras una investigación de un mes en cárceles y centros de recepción de refugiados, y presentó documentos sobre varios casos de refugiados que presentaban contusiones, fracturas y otras heridas causadas por golpes de la policía.
«La mayoría de las víctimas se niegan a explicar el origen de las heridas», y eso sugiere los responsables fueron policías, según el informe.
Por otra parte, expertos sostienen que París mantiene en forma deliberada a los campos de refugiados en pésimas condiciones, para desalentar el ingreso masivo de nuevos buscadores de refugio.
Un caso típico es el del campamento de Sangatte, en la septentrional región de Pas de Calais, donde 1.000 personas permanecen en instalaciones diseñadas para 500, en muy malas condiciones pese a reiteradas quejas ante el gobierno de ONG defensoras de los derechos humanos.
Existen otras formas de racismo y discriminación en el país. Los propietarios de instalaciones para pasar las vacaciones de verano rechazan el ingreso de jóvenes árabes y negros, con el argumento de que ellos son responsables de más de 80 por ciento de los delitos cometetidos en el país, según datos oficiales.
«No es racismo, sino autodefensa», arguyó Henry Debre, dueño de un centro de vacaciones en la costa atlántica.
Sin embargo, activistas señalan que tribunales franceses han dictaminado que medidas similares en discotecas y bares de París son discriminatorias.
«La gente intenta ocultar su profundo racismo con estadísticas cuya precisión nadie puede demostrar y que de todos modos sólo pueden tener relativa validez», afirman. (FIN/IPS/tra- eng/jg/rj/aa/rp-mp/hd ip/01