El pueblo gitano es discriminado en forma sistemática y sufre violencia y malos tratos en Europa, donde es la minoría étnica más numerosa, denunciaron organizaciones de derechos humanos.
Ocho millones de los 12 millones de gitanos que viven actualmente en todo el mundo se encuentran en Europa, principalmente en la región central y sudoriental, en Rusia y en otras repúblicas ex soviéticas.
Tras la caída del muro de Berlín en 1989 y la desintegración de la Unión Soviética en 1991, los gitanos que vivían en el bloque de países socialistas abrigaron esperanzas de mejorar sus condiciones de vida.
Pero las investigaciones realizadas en los últimos diez años demuestran que la realidad frustró esas expectativas, a pesar de algunas señales de comprensión sobre la profunda discriminación que padece esta etnia en todos los ámbitos de la sociedad.
«En toda Europa y especialmente en el ex bloque oriental existen problemas de grave discriminación. Pero la misma puede estar muy arraigada e institucionalizada», sostuvo Brendan Paddy, portavoz de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional, en Londres.
«En algunos casos las autoridades no tienen voluntad de investigar situaciones de violencia contra los gitanos. Hemos visto ejemplos de abuso verbal y físico contra éstos cuando acuden a las autoridades para denunciar el trato discriminatorio», agregó.
Varios informes nacionales realizados por el Centro Europeo para los Derechos de los Gitanos (ERRC) y denuncias documentadas apoyan esta afirmación.
Un estudio de 1997 sobre la situación en Bulgaria describe numerosos casos de abusos por parte de la policía y de autoridades carcelarias que interrogaban a reclusos gitanos en centros penales.
En República Checa durante los años 90 los niños gitanos recibían menos educación en forma sistemática y se registraron algunos intentos organizados para trasladarlos a escuelas diferenciales, a pesar de que el país consagra el derecho a la educación para todos los ciudadanos.
En Rumania hubo operativos policiales sistemáticos contra las comunidades gitanas. Hasta hace una década eran comunes las golpizas contra los gitanos y los ataques a sus vecindarios, según ERRC.
La organización reunió pruebas de situaciones similares en los últimos dos años. Las autoridades de inmigración británicas impidieron el 26 de julio que un periodista checo de origen gitano viajara a Gran Bretaña, mientras una colega no gitana con idéntica documentación fue autorizada a realizar el viaje.
Una cámara oculta registró los dos «controles preliminares» realizados por los funcionarios británicos en el aeropuerto de Praga en acuerdo con las autoridades checas.
La filmación muestra cómo la periodista no gitana atravesó los controles sin ser interrogada, mientras el periodista gitano debió pasar un interrogatorio de 25 minutos después del cual se le negó el permiso para viajar.
La policía de Eslovaquia en la oriental ciudad de Revuca sometió a una golpiza a tres gitanos, uno de los cuales murió a raíz de los golpes, en julio.
La investigación posterior determinó que la muerte no se debió a motivos raciales, sino que fue resultado de un enfrentamiento entre dos familias.
Una gitana fue castigada hasta morir en agosto de 2000 en el pueblo de Zilina. La policía eslovaca acusó a cuatro sospechosos de castigos por cuestiones raciales que causaron la muerte.
Un hombre fue asesinado en abril del año pasado en la aldea búlgara de Mechka, tras lo cual los habitantes intentaron expulsar a toda la población gitana.
El alcalde de Mechka prohibió que los comercios de la zona atendieran a los gitanos, y también se les impidió que pastaran el ganado en las tierras de la aldea.
Una repartición de la Oficina Nacional del Trabajo de Rumania publicó el año pasado una oferta de trabajo que excluía específicamente a los aspirantes «gitanos».
Si bien la palabra gitano se endilga a cualquiera que lleve una vida nómada o desordenada, el pueblo gitano comparte una herencia biológica, cultural y lingüística común que lo determina como un grupo étnico genuino.
Los historiadores afirman que llegaron a Europa procedentes de India en el siglo X.
Estudiosos de su historia y sociólogos afirman que la discriminación tiene sus raíces en una incapacidad histórica para aceptarlos en la sociedad que data de cientos de años, pero que se agravó durante la era comunista.
La entonces Checoslovaquia promulgó en 1958 la Ley sobre Asentamiento Permanente de Individuos Nómadas, que fijaba penas de prisión a todo el que se negara a abondonar el estilo de vida nómada. Bulgaria impuso una ley similar ese mismo año.
La legislación exacerbó los problemas de los gitanos, debilitó su sentido comunitario y les dificultó adaptarse a la sociedad, según los sociólogos.
Los censos de población realizados en mayo de este año en Eslovaquia y República Checa indican que los gitanos aún sienten temor de admitir su orgen étnico ante lo que perciben como racismo institucionalizado, sostuvo el ERRC.
Si bien los resultados del censo eslovaco aún no se han conocido, la cifra oficial de gitanos en República Checa se redujo de 33.000 en 1991, a 12.000 este año.
Pero se estima que la cifra real asciende a entre 250.0000 y 300.000 gitanos, es decir tres por ciento de la población de 10 millones de habitantes.
El censo eslovaco de 1991 registró 80.600 gitanos. Pero la estimación actual es de 400.000 personas, ocho por ciento de la población de cinco millones, según organizaciones gitanas y de derechos humanos.
El fenómeno se repite en Bulgaria, donde el número oficial de gitanos es de 313.000 personas, 3,7 por ciento de la población, pero las estimaciones extraoficiales señalan que en el país viven 800.000 gitanos, casi 10 por ciento de los ocho millones de habitantes.
Algunos gobiernos de la región aseguran haber mejorado la situación de la población gitana. Eslovaquia y República Checa designaron funcionarios para ocuparse de las cuestiones específicas de los gitanos.
Pero Amnistía Internacional y la Organización para la Seguridad y Cooperación Europea (OSCE) afirman que los gobiernos de Europa central y oriental deben hacer mucho más.
Los planes y proyectos gubernamentales para estrechar la cooperación con las organizaciones gitanas se deben a la presión de la Unión Europea, a la cual muchos estados de la zona quieren ingresar, según Nicolae Gheorghe, consejero de la Oficina para Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la OSCE.
La problemática de la discriminación no se resolverá rápidamente, subrayó Gheorghe.
«Los gitanos no están suficientemente movilizados y sólo hay una o dos organizaciones no gubernamentales efectivas. Aún es muy poco. Me gustaría que hicieran más. Pero también es importante que los gobiernos locales participen de los programas gubernamentales», sostuvo.
«El mayor obstáculo para superar la discriminación está en el ámbito local. La población de aldeas y pueblos es hostil a los gitanos y siente que son privilegiados cuando aparecen programas específicos para ellos. Preguntan por qué ayudamos a los gitanos y no a otros grupos de la sociedad», explicó. (FIN/IPS/tra-en/eh/raj/dc/aq/hd/01