/CORRECCION/ BOLIVIA: Un montañero en el poder

Hugo Banzer, testigo a veces y protagonista casi siempre de medio siglo de historia política de Bolivia, renunció hoy a la presidencia y este martes prestará juramento su sucesor, Jorge Quiroga, un montañero que quiere escalar el pico más alto del mundo.

El general retirado Banzer, de 75 años, eligió el 176 aniversario de la independencia del país para dimitir a causa del cáncer que con el que lucha. Bolivia «necesita una conducción diaria y estable, además de vigorosa. Es decir, la plenitud física que ahora le disputo a la enfermedad», dijo al formalizar su renuncia.

Banzer viajó a Sucre, la capital constitucional de Bolivia, para ceder el mando, y el miércoles regresará al hospital militar Walter Reed, de Washington, donde se le sigue tratamiento de quimioterapia desde el 1 de julio.

El ahora ex presidente tomó el gobierno por las armas en 1971 y, derrocado siete años después, en 1979 fundó su partido, la conservadora Alianza Democrática Nacionalista (ADN), para recobrar el poder por la vía electoral en 1997, después de ser derrotado cinco veces.

El vicepresidente Quiroga, de 41 años, que estaba a cargo de mododo provisorio del Poder Ejecutivo, tendrá un mandato de un año y la responsabilidad de garantizar las elecciones de junio de 2002.

El escenario no es favorable para el nuevo presidente. La economía tendrá este año un crecimiento nulo, según se ha previsto, el producto por habitante es de menos de 1.000 dólares anuales y el desempleo está en ascenso y ya se ubica en 10 por ciento de la población activa.

Un movimiento social encabezado por los campesinos productores de coca obligó el año pasado al gobierno a decretar el estado de sitio. En 2000 sólo restaban en el Chapare, la principal región cocalera, 2.000 de las 37.000 hectáreas de cultivos ilícitos que se contaban cuando Banzer ganó las elecciones de 1997.

Pero los campesinos afirman que las autoridades no les ofrecen alternativas viables para reemplazar los cultivos de coca con los que se ganaban el sustento, y los estallidos sociales del último año se saldaron de modo sangriento.

Quiroga, un ingeniero industrial graduado en Estados Unidos, es aficionado al montañismo. Ha escalado el monte Illimani, de 6.000 metros, y pretende alcanzar la cumbre del Everest, a 8.830 metros, la más alta del mundo.

Empezará a preparar esa aventura, según ha dicho, una vez que deje la presidencia. Como ministro de Economía del gobierno de Jaime Paz Zamora (1989-1993), que fue apoyado por ADN, se ciñó a la disciplina fiscal y condujo la política de capitalización (privatización) de empresas públicas.

Ahora llega a la cima del poder y, según la prensa boliviana, cambiará la mitad del equipo de ministros para lograr el equilibrio entre los «dinosaurios» de Banzer y los «pitufos», más moderados, que le siguen en ADN.

Su ascenso a la presidencia significa un abrupto salto generacional. En efecto, Banzer era el último de un grupo de líderes bolivianos marcados por los acontecimientos de 1952, cuando una insurreccional popular acabó con el poder de los «barones» del estaño, nacionalizó la industria minera, decretó la reforma agraria e impuso el voto universal.

Banzer logró eludir la purga en el ejército dispuesta por los revolucionarios y en 1966 formó parte del gobierno golpista del general René Barrientos. Cinco años después, otro alzamiento militar lo llevó al poder.

Quiroga, que también será presidente de ADN, comenzó su carrera política cuando el movimiento popular de 1952 era historia y había terminado la etapa golpista que transcurrió entre 1964 y 1982.

La minería del estaño ya no es la única riqueza de Bolivia ni condiciona como en el pasado las luchas políticas. En la retaguardia, el gobierno debe enfrentar la resistencia de los campesinos cocaleros, y en el frente externo, crece la dependencia económica ante Brasil.

El hilo de esa dependencia es el gasoducto de 3.000 kilómetros entre la ciudad de Santa Cruz, en el oriente de Bolivia, y Sao Paulo, el corazón industrial de Brasil.

Proyectado en 1994, ya está en funcionamiento, y su costo total es de 2.000 millones de dólares. Es un canal estratégico para Brasil, que necesita el abundante gas natural boliviano para superar su crisis energética y asegurar el crecimiento de su industria. (FIN/IPS/ff/ip/01

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