La pobreza no se redujo de modo sustancial en América Latina tras una década de apertura comercial, pero los beneficios de esa política se percibirán en los próximos años, aseguró el director de la Unidad de Comercio de la OEA, José Manuel Salazar-Xirinachs.
«La liberalización no fue el milagro ni la receta mágica que muchos esperaban», dijo a IPS Salazar-Xirinachs en la capital de Costa Rica, donde se encuentra para informar sobre el avance de las negociaciones para la creación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Los inversores recibieron con entusiasmo la apertura comercial a comienzos de los años 90, pero se retrajeron al ver que sus expectativas no se cumplían en seguida y no se lograron entonces los beneficios esperados, sostuvo el economista costarricense.
La realidad demostró que la liberalización no mejoró la distribución del ingreso en muchos países, indicó el funcionario de la OEA (Organización de Estados Americanos).
«Además de la apertura, eran necesarias otras condiciones. Los países debieron crecer sostenidamente durante toda la década a un ritmo de más de cinco por ciento, y eso no ocurrió», añadió Salazar-Xirinachs.
El experto manifestó que, sin embargo, la apertura comercial es el camino correcto que debe seguir América Latina para lograr su desarrollo.
«No podemos caer en la trampa de pensar que si la liberalización no ha reducido la pobreza hay que cambiar de modelo. Al contrario, los resultados se verán en los próximos años», indicó.
Pero la opinión de Salazar-Xirinachs no es compartida por organizaciones de la sociedad civil.
«Es una gran hipocresía que digan ahora, 10 años después de impulsar los procesos de apertura, que no se logró reducir la pobreza. Eso lo sabían desde el principio», afirmó a IPS la coordinadora de la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos en Centroamérica, Celia Medrano.
Es «una farsa» considerar que la liberalización pueda reducir la pobreza en el futuro, según Medrano, para quien, por el contrario, esas medidas profundizarán las brechas sociales.
Por su parte, Salazar-Xirinachs aseveró que el ALCA será un buen camino para que los países latinoamericanos asuman reformas necesarias a fin de mejorar su competitividad y reducir la pobreza.
Pero Medrano sostuvo que el proyecto de libre comercio continental no propiciará una relación de socios entre los países de América, pues la diferencia entre las economías mayores y las menores es muy grande.
Naciones poderosas como Estados Unidos protegen a sus productores, mientras fomentan la apertura en las pequeñas, lo cual debilita a los empresarios del segundo grupo de países y genera más pobreza, añadió Medrano.
Por su parte, el economista holandés Wim Dierckxsens, integrante del Foro Mundial de Alternativas, vinculado con el Foro Social Mundial, afirmó que «el ALCA no es la solución».
«Por el contrario, es una manera en que los grandes capitales sustituyan sus mercados locales por los globales y de esta manera concentren sus ingresos», dijo.
Según Dierckxsens, el interés primordial de los inversionistas no es agrandar el «pastel» económico, sino apropiarse de más «rebanadas» del que ya existe.
El ALCA, en cuyas negociaciones participan 34 países (todos los de América excepto Cuba), será la zona de libre comercio más importante del hemisferio occidental, con 800 millones de consumidores.
De acuerdo con el calendario de negociaciones establecido por los jefes de gobierno americanos, las negociaciones del ALCA concluirán en enero de 2005 y el tratado entrará en vigor en diciembre de ese mismo año.
«No tengo una bola de cristal para ver el futuro, pero soy muy optimista en cuanto al cumplimiento de esos plazos, dada la voluntad política» de presidentes que asumieron en los últimos meses, como el estadounidense George W. Bush y el mexicano Vicente Fox, comentó Salazar-Xirinachs.
Si América Latina quiere reducir efectivamente su pobreza debe emprender, además de la apertura comercial, reformas que permitan poner en orden sus cuentas fiscales y sus sistemas monetarios, agregó.
«A la receta de la apertura comercial hay que agregarle otros ingredientes, como mayores inversiones en educación y en programas sociales», afirmó.
Salazar-Xirinachs expresó que el ALCA será una orientación y una ayuda en el combate contra la pobreza, pero no una panacea.
En los últimos 10 años, las relaciones comerciales entre los países de América y de este continente con el resto del mundo tuvieron cambios importantes, dijo. Por ejemplo, los aranceles promedio de América Latina pasaron de 35 por ciento en 1985 a 12 por ciento en 1996.
Además, la inversión extranjera directa conjunta de América Latina subió de 10.300 millones de dólares en 1992 a 90.400 millones de dólares en 1999, cifra equivalente a «casi el doble de todo el producto interno bruto de un año de América Central», indicó.
La última década concluyó en América con 12 tratados comerciales vigentes y siete más en negociación, recordó.
Salazar-Xirinachs dijo coincidir con la tesis de Luigi Einaudi, secretario general adjunto de la OEA, para quien América Latina vive una nueva relación con los Estados Unidos.
Durante la guerra fría, la ayuda económica estadounidense se daba a cambio de apoyo en la lucha contra el comunismo. Pero ahora hay un «nuevo pacto implícito», pues los países latinoamericanos reciben apoyo en la lucha contra las drogas y la corrupción a cambio de más libertad comercial.
«A pesar de todo lo que ha pasado, considero que la apertura es una buena respuesta para atacar la pobreza. Lo que pasa es que hay que dar más tiempo para ver los resultados», aseguró. (FIN/IPS/nms/mj/if/01