La licitación internacional abierta por el gobierno de Brasil para adquirir 24 aviones de guerra atrajo el interés de la industria aeronáutica mundial y causó como reacción un movimiento a favor de la producción nacional.
Está en juego no sólo el mercado brasileño, sino el de América Latina, donde varios países también deberán sustituir sus aeronaves de combate en los próximos años.
Brasil no necesita importar esos aviones, cuyo costo previsto es de 700 millones de dólares, ya que puede ordenar su fabricación en el propio país y luego disputar otros mercados, arguyó Paulo Delgado, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados.
Delgado propuso al presidente Fernando Henrique Cardoso que se anule la licitación y se encargue a la Empresa Brasileña de Aeronáutica (Embraer) la producción de los aviones requeridos por la fuerza aérea para sustituir 18 Mirage III franceses cuya vida útil expirará en 2005.
Embraer es la cuarta entre los mayores fabricantes mundiales de aviones comerciales y compite con la canadiense Bombardier por el liderazgo mundial en la venta de aviones medianos a reacción, en especial los que tienen capacidad para 50 pasajeros.
Pero el origen de la compañía es militar y también produce aviones de combate, recordó el diputado.
La empresa, creada por el Ministerio de Aeronáutica en los años 70, fue privatizada en 1994, aunque el gobierno tiene la «acción de oro». Es decir, poder de veto en las decisiones de sus propietarios, un consorcio de inversionistas encabezado por el grupo Bozzano Simonsen.
El diputado Delgado pertenece al opositor Partido de los Trabajadores, pero su actuación moderada le abre un diálogo fluido con el gobierno. El presidente Cardoso incluso le ofreció el año pasado la embajada en Mozambique, un cargo que no pudo aceptar por la oposición de su partido.
La producción nacional de aviones de guerra es factible y se trata de una solución natural, dado el aporte en materia tecnológica de la firma francesa Dassault, que es socia de Embraer, dijo a IPS Geraldo Cavagnari, coordinador del Núcelo de Estudios Estratégicos de la Universidad de Campinas.
Dassault encabeza un grupo de empresas francesas que hace dos años adquirió 20 por ciento de las acciones de Embraer, apostando a oportunidades en Brasil y América Latina. Además, ofrece transferencia de tecnología sin restricciones, una de las exigencias del gobierno brasileño.
Los expertos apuntan al Mirage 2000, la quinta y última generación del avión de combate francés, como un favorito casi imbatible.
El Ministerio de Aeronáutica optó por la licitación, e invitó el 1 de este mes a otras seis compañías aeronáuticas —entre ellas las estadounidenses Boeing y Lockheed, las rusas Mikoyan MIG y Sukhoi y la sueca Saab— a presentar sus propuestas dentro de dos meses. La vencedora deberá conocerse antes de diciembre.
Se trata, al parecer, de una maniobra para obligar a la sociedad Embraer-Dassault a reducir sus precios, según Roberto Lopes, periodista especializado en cuestiones de defensa. Los técnicos de la fuerza aérea consideran que el F-16 de Lockheed es superior al Mirage 2000, informó.
La decisión de compra, sin embargo, involucra aspectos variados. No se trata de una operación puramente comercial, sino estratégica, destacó Cavagnari, quien notó un fuerte movimiento entre los parlamentarios a favor de la producción nacional.
La transferencia irrestricta de tecnología y la producción nacional de la mayor parte posible de componentes son decisivas, por cuestiones de seguridad y porque suman ingresos y empleos en el país, observó el periodista, quien además es coronel de la reserva del ejército brasileño.
En estos casos no es indispensable la licitación, pues la defensa del país no puede subordinarse a comparaciones de precios y calidad, sostuvo. Es necesario, por ejemplo, asegurar el mantenimiento de los equipos, lo que hace aconsejable la menor dependencia posible de los repuestos procedentes del exterior.
Brasil, con su vasta extensión, exige aviones de gran autonomía de vuelo, especialmente, en este caso, de aeronaves «de interceptación», destinadas a proteger el espacio aéreo nacional. Ese dato conspira contra el avión Gripen, de la sueca Saab.
Las tradicionales restricciones de Washington a abrir secretos tecnológicos a otros países resta posibilidades a las empresas de Estados Unidos en la licitación. Los rusos sufren los efectos de la experiencia negativa de países como Perú, que afrontaron dificultades en la obtención de repuestos para los MIG.
La anunciada compra de aviones integra un programa de modernización de la fuerza aérea, con un presupuesto de 3.000 millones de dólares para ocho años.
A las críticas sobre un supuesto despilfarro de recursos cuando no hay riesgo de guerra, el gobierno responde que es necesario controlar el espacio aéreo del país, incluso para contener la creciente actividad del narcotráfico, con sus aviones y aeropuertos propios, especialmente en la Amazonia.
La posibilidad de una carrera armamentista en América del Sur fue señalada por el diario británico The Times. Chile, por ejemplo, planifica adquirir aviones F-16 estadounidenses, y podría modificar su decisión ante el resultado de la licitación brasileña.
«Esa discusión es una tontería», opinó Cavagnari, quien restó importancia a los comentarios sobre un aparente «desequilibrio militar en la región» a causa de la próxima adquisición brasileña, determinada por necesidades de defensa nacional. (FIN/IPS/mo/mj/ip if/01