La falta de un marco legal claro podría facilitar la introducción a Chile del «supersalmón», según grupos ecologistas, mientras expertos gubernamentales sostienen que los empresarios del sector son contrarios al desarrollo de peces transgénicos.
El llamado supersalmón es un pez genéticamente modificado que alcanza doble tamaño que sus congéneres. «Este espécimen realiza la proeza de 'crecer hasta morir' con tan sólo una tercera parte del alimento que consumiría un ejemplar biológicamente normal», señaló la Fundación Terram, que encabeza Marcel Claude, experto en economía ambiental.
Marisol Alvarez y Marcelo Campos, del Departamento de Acuicultura de la Subsecretaría de Pesca, explicaron a Tierramérica que la creación del polémico salmón comenzó hace 20 años.
Un científico canadiense congeló entonces un estanque con diversos tipos de peces, muriendo todos ellos, con excepción de las platijas (pez plano), que producen proteínas anticongelantes.
«Los genes sensitivos al frío fueron removidos del ADN de esos peces y depositados en un gen control para observar su crecimiento. El gen de crecimiento utilizado fue el de un salmón del Atlántico», señalaron.
La inserción de ese material genético en huevas de salmón «permitió desarrollar un pez que, cuando las aguas se tornan más frías y oscuras, produce en su hígado hormonas que le permiten mantener el ritmo de su metabolismo y seguir creciendo aceleradamente», agregaron 5lvarez y Campos.
Los expertos gubernamentales destacaron que el mejoramiento genético es una preocupación permanente en la industria chilena del salmón, cuyo crecimiento desde la década de los 90 la sitúa hoy como la segunda del mundo, detrás de Noruega.
La salmonicultura chilena realizó en 2000 exportaciones por 970 millones de dólares, que este año aumentarán a 1.100 millones, para mantener un ascenso permanente y llegar en 2010, según las proyecciones, a 3.000 millones de dólares.
Rodrigo Infante, gerente general de la Asociación de Productores de Salmones y Truchas, predijo que la demanda mundial de salmón se duplicará en los próximos 10 años y que Chile deberá triplicar su producción, para lo cual se requiere aumentar las concesiones acuícolas de 350 a 1.100.
La Fundación Terram y el Centro Ecocéanos, que dirige el biólogo Juan Carlos Cárdenas, se oponen a este crecimiento, ya que a su juicio, el florecimiento de la industria del salmón en Chile tiene un alto costo ecológico.
Ambas entidades crearon el Parlamento del Mar, un grupo de presión ambientalista que tiene la adhesión de los 42.000 miembros de la Confederación de Pescadores Artesanales de Chile.
Uno de los objetivos de este conglomerado es establecer vínculos entre las comunidades que trabajan en los cultivos de salmón en Alaska, Noruega, Escocia y Chile, para homogenizar criterios laborales y ambientales.
La falta de regulaciones para la importación de huevas de salmónidos es, según la Fundación Terram, uno de los vacíos de la legislación ambiental en Chile, que podría facilitar la introducción del supersalmón.
Los ecologistas chilenos se hicieron eco de la campaña iniciada en mayo en Estados Unidos por grupos ambientalistas y de consumidores para que se prohíba la comercialización de este pez transgénico y se investigue a fondo los efectos de su consumo.
Arnold Sutterlin, gerente de la compañía Aqua Bounty Farms, que desarrolla un tipo de supersalmón, dijo el 11 de mayo al diario The Wall Street Journal que está ofreciendo a empresas de Chile la licencia de este producto.
Sutterlin aclaró que la materialización de cualquier proyecto requerirá tanto la aprobación del producto y de su comercialización por las autoridades estadounidenses como el aval del gobierno chileno.
«En nuestro país, los salmonicultores han declarado su oposición al desarrollo de los peces transgénicos, debido a la percepción negativa de los consumidores», señalaron Alvarez y Campos.
Los expertos de la Subsecretaría de Pesca agregaron que esta oposición se debe también a las características del producto transgénico en el mercado, al efecto ambiental ante la eventual fuga de ejemplares y a la pérdida de las ventajas comparativas que tiene la salmonicultura chilena en el contexto internacional.
Existen métodos de mejoramiento genético más inocuos y de utilización más factible para aumentar la productividad, indicaron Alvarez y Campos.
También destacaron que el rechazo a los salmones transgénicos es generalizado en la salmonicultura internacional. No obstante, aclararon que Chile no dispone de marco legal claro respecto a las técnicas de manipulación transgénica.
Hay un reglamento que obliga a someter a estudios de impacto ambiental las actividades tendientes a introducir en territorio chileno especies de flora o fauna u organismos modificados genéticamente o manipulados por otras técnicas similares.
Otros criterios a aplicar emanan de las recomendaciones de FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación).
Esas recomendaciones son informar a los consumidores respecto de la aplicación de manejo genético, aplicar tecnologías genéticas orientadas a la conservación de la biodiversidad acuática y orientar a la comunidad sobre las implicancias ambientales y humanas de estas prácticas, concluyeron Alvarez y Campos. (FIN/TA/gg/en/01