El azúcar es el producto más protegido del mundo, y los aranceles y cuotas que se le imponen a contrapelo de la tendencia de liberalización de mercados están presentes incluso en zonas de libre comercio.
Esa protección anula la ventaja de los productores tropicales más competitivos, especialmente de Brasil, señaló a IPS Luiz Carlos Carvalho, superintendente de la Unión de la Agroindustria Cañera (UNICA), asociación de las empresas del sector en el estado brasileño de Sao Paulo.
El comercio mundial de azúcar se limita a un volumen entre 32 y 35 millones de toneladas anuales, cerca de un cuarto del consumo mundial, porque es «muy difícil romper los mecanismos de protección», observó Carvalho.
Las cuotas de importación coexisten en numerosos países con precios mínimos asegurados por los gobernantes a los productores locales a través de subsidios.
Las importaciones por encima de esos cupos son gravadas con aranceles que cierran totalmente el mercado, como ocurre en la Unión Europea (UE), donde ascienden a 297 por ciento, en Estados Unidos, donde llegan a 197 por ciento, y en Japón, que aplica un gravamen de 126 por ciento, informó Carvalho.
El empresario precisó que son aranceles muy superiores a los que se aplican por ejemplo a las compras de trigo y de carne vacuna, que en Estados Unidos son de seis y 31 por ciento, respectivamente, y en la UE de 156 y 125 por ciento.
El proteccionismo que afecta el azúcar puede no ser siempre el mayor, pero es seguramente el «más generalizado», puntualizó Angelo Bressan, director del Departamento de Azúcar y Alcohol del Ministerio de Agricultura brasileño.
Incluso Chile, siempre considerado un modelo de mercado abierto en América Latina, decidió elevar de 31 a 98 por ciento el arancel máximo sobre el azúcar que excede las cuotas de importación.
La medida exige, por las reglas del comercio internacional, que Chile ofrezca una compensación a los países exportadores, en el caso Argentina, Brasil y Guatemala.
Brasil consideró insatisfactoria la oferta chilena de una cuota de 9.700 toneladas anuales de azúcar con arancel cero, y amenaza recurrir a la Organización Mundial de Comercio (OMC) para dirimir la disputa.
En 1999, Brasil exportó 53.700 toneladas de azúcar a Chile, volumen que quiere mantener como parámetro para la cuota.
Es «casi nada para un país como Brasil que exporta ocho millones de toneladas», pero restricciones de este tipo entre vecinos y asociados en el Mercosur debilitan el bloque en las negociaciones comerciales con el resto del continente y con la UE, advirtió Bressan.
Chile está asociado, igual que Bolivia, al Mercosur (Mercado Común del Sur) integrado por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay.
El azúcar permanece también como único producto aún sin perspectiva de inclusión en el libre comercio del Mercosur, ya que Argentina sigue gravando las importaciones desde Brasil, mientras este último subsidia su producción local.
En el caso de Argentina se trata de evitar un agravamiento de la crisis social que afrontan algunas provincias norteñas, cuya producción azucarera perdería ante la competencia brasileña con la consecuente destrucción de empleos.
En cambio, la protección en Chile favorece a una sola empresa, la Industria Azucarera Nacional SA, que controla 90 por ciento del mercado local y es la única productora local, además de ser la principal importadora, observó José Alfredo Graça Lima, jefe de Integración y Comercio Exterior de la cancillería brasileña.
El acuerdo de asociación de Chile con el Mercosur prevé la desgravación del azúcar, pero en un cronograma que comienza en 2007 para alcanzar el arancel cero en 2012, recordó Graça Lima.
La protección arancelaria, en especial de la UE y de Estados Unidos, hacen del azúcar el producto con «mayor volatilidad de precios» en el comercio internacional, puntualizó Carvalho.
El costo de producción del azúcar en Brasil es más de seis veces menor que el de los países industrializados, pero el bloqueo de esos mercados, cuyo fin se vislumbra sólo a largo plazo, obliga a la búsqueda de otros caminos.
Una alternativa para el potencial reprimido de este sector brasileño es el alcohol, producido a partir de la misma caña de azúcar.
La tendencia mundial de sustitución del MTBE, un carburante muy contaminante que se mezcla con la gasolina, abre nuevas perspectivas a las exportaciones brasileñas.
Brasil ya agrega alcohol a la gasolina desde hace más de 20 años, además de tener automóviles impulsados exclusivamente por ese combustible alternativo.
Países que representan un gran mercado potencial, como Estados Unidos, tendrán que adoptar pronto medidas similares ante las presiones de ambientalistas. «El alcohol será en cinco años la gran vedette», y Brasil ya lleva una gran ventaja, vaticinó Carvalho.
El azúcar y el alcohol exigen productividad, mecanización y por tanto algún desarrollo tecnológico, al contrario del café que tiende a expandirse en países pobres como Vietnam, donde hay mucha mano de obra barata, observó Bressan.
Brasil es el más competitivo en el área de la caña de azúcar, debido a que reúne todas las condiciones adecuadas, como tierras buenas y extensas, un clima que incluye fuerte luminosidad para la fotosíntesis y tecnología tanto en el desarrollo de variedades más productivas de caña como en la industria, concluyó. (FIN/IPS/mo/dm/if/01