(Arte y cultura) TEATRO-SRI LANKA: El público escribe el final

El Teatro Foro, uno de los capítulos del Teatro del Oprimido creado por el brasileño Augusto Boal, renovó la cartelera teatral de Sri Lanka con una obra que deja en manos del público la resolución del conflicto en escena.

La última pieza de la trilogía «Checkpoint: Three Strangely Normal Plays» (Puesto de control: Tres obras extrañamente normales), estrenada en julio, se basó en una propuesta experimental para involucrar al público en situaciones de violencia doméstica o de discriminación étnica.

Boal desarrolló el Teatro del Oprimido como un conjunto de ejercicios, juegos y técnicas para analizar la realidad e inventar transformaciones de la misma.

El destacado director, dramaturgo y escritor brasileño desarrolló esta propuesta a partir de los años 70. En 1971 fue detenido y torturado por el entonces gobierno militar de su país y luego marchó al exilio, donde se dedicó a difundir su teoría de ruptura del teatro tradicional o «burgués», como lo califica.

En el Teatro Foro, los espectadores entran en escena para usar el lenguaje teatral y dar su opinión actuando. El público puede proponer que la obra se detenga y vuelva a empezar o que se modifiquen ciertas escenas.

«No creí que este abordaje funcionaría en Sri Lanka. Así que lo modifiqué, pero dando a la audiencia la posibilidad de hacer cambios», explicó Ruwanthie de Chickera, directora de la pieza y ganadora en 1997 del Premio para Jóvenes Dramaturgos de Asia Meridional del Consejo Británico Internacional, por su obra «Middle of Silence».

De Chickera puso a los intérpretes a actuar dos conflictos de la obra, tras lo cual se pedía al público que sugiriera soluciones a la crisis.

Los «nudos» elegidos eran situaciones reales. Un marido celoso, inseguro y desempleado que vive de su esposa y la maltrata, y una niña de la minoría étnica tamil que es insultada por niños de la mayoría cingalesa.

Se preguntaba a los espectadores cómo la mujer podía enfrentar la situación, y cómo debían actuar padres y maestros ante la discriminación.

Los cambios y soluciones propuestas por el público debían actuarse improvisados por los actores, si bien algunas de las escenas estaban ensayadas, pues habían sido anticipadas por la directora y su elenco.

«La improvisación me resultó reconfortante. El teatro improvisado maneja los problemas actuales pero sin el peligro de lo real», dijo Dylan Perera, uno de los actores.

El elenco debía escuchar las sugerencias del público y si la solución era viable y coherente con los personajes, la interpretaban. «Los actores son como vehículos. Deben ser el espejo de las soluciones de la audiencia», opinó De Chickera.

Pero Perera discrepa con esa opinión. «El público sólo sugirió situaciones. Los actores debían decidir cómo instrumentarlas. Descubrimos que una vez que habíamos asumido cierta posición nos manteníamos en ella. Fue difícil superar la barrera de una postura a otra, según el deseo de los espectadores», contó.

«Descubrí que algunos actores rehuían mirarme a los ojos, incluso después de finalizada la obra», admitió Perera, que interpretó a un rígido racista.

«El público era un actor más. En algunas funciones era preciso en lo que quería, en otras era inconsistente», dijo el actor.

En algunas ocasiones el público reclamaba un mejor conocimiento de los personajes y la reiteración de ciertas escenas. En otras los espectadores encontraron poco consistentes a ciertos personajes y pidieron nuevas escenas que reflejaran la evolución de los mismos.

«La tercera respuesta del público fue negar el problema étnico, y explicar que la minoría tamil sólo buscaba agudizar las diferencias para agriar los sentimientos entre las comunidades», dijo De Chickera.

El teatro experimental casi no existe en el país. La obra se presentó en el circuito teatral de Colombo, dominado por propuestas convencionales en lengua inglesa dirigidas a la elite de Sri Lanka.

El inglés permanece vivo en ese reducto social más de 50 años después de la independencia del Imperio Británico.

La experiencia teatral fue diferente porque todos sabían que se trataban de historias reales, pero al mismo tiempo podían ser audaces y no reprimirse en la búsqueda de soluciones. En definitiva, la situación teatral suministró una válvula de seguridad.

El Teatro Foro, nuevo para Sri Lanka, es un ámbito de resolución de conflictos y podría funcionar en una sociedad dañada por los enfrentamientos étnicos.

De Checkera manifestó su deseo de que esta técnica se lleve a cabo en las lenguas nacionales y en todos los rincones del país. (FIN/IPS/tra-en/jst/js/dc/aq/cr/01

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