El grupo Circo-Empresa, conformado por jóvenes que cambiaron la vida marginal por el teatro y los malabares, tendrá su bautismo de fuego la semana próxima, cuando participe en la celebración de los 496 años de la fundación de la capital de Colombia.
El proyecto comenzó a plasmarse en enero, cuando formularios de inscripción para seleccionar integrantes de un espectáculo de teatro y artes de circo comenzaron a circular de mano en mano entre jóvenes de la populosa Ciudad Bolívar, en el sur de Bogotá.
Los muchachos de la zona siempre dispuestos a probar suerte llenaron sus datos con la misma fe con que hubieran seleccionado los números para el difundido juego de azar conocido como «chance» (oportunidad, en inglés).
«La convocatoria fue muy amplia», cuenta Sonia Abaunsa, asistente de dirección del proyecto denominado «Escuela empresa de artes escénicas con énfasis en circo».
Abaunsa narra la experiencia mientas su mano describe un perfil de los cerros que por el oriente circundan Bogotá, indicando que Ciudad Bolívar engloba centenares de barrios enclavados en lomas áridas en las que el cemento, el ladrillo y el latón sustituyeron el verde de la montaña.
«Fuimos a las cabezas de las organizaciones artísticas que se han ido conformando en los últimos años, como parte del proceso de organización juvenil en la zona, y preguntamos por jóvenes que tuvieran iniciación en teatro, danza, gimnasia, música y artes de circo», explicó.
Al cabo del primer mes se habían inscrito 90 personas que tenían algo para mostrar y, al final, quedaron 40, con edades que oscilan entre los 16 y 25 años, informó.
Una de las seleccionadas fue Erica María García, de 18 años, miembro del teatro barrial «Darmadigma», recién graduada del bachillerato y la mayor de tres hermanos de una familia que, como la mayoría del lugar, tiene a la madre por jefe de hogar.
Una madre que, debido sus creencias religiosas, está convencida que su hija está poseída por el demonio, idea abonada además por el hecho de que la joven hace malabares con antorchas en el espectáculo circense que integra.
«Aunque todas las mañanas, cuando salgo a los ensayos, tengo problemas con mi familia, yo sé que a mí lo que me gusta es esto», dice García, con la certeza que da la juventud. También estudia música en el programa gubernamental «Batuta», orientado a jóvenes pobres.
Otro de los elegidos para el proyecto es Ricardo Ramírez, de 24 años, trabajador «de lo que sea» y estudiante de ingeniería industrial, y que tuvo la suerte de participar en la audiencia de prueba debido a que ese día no se dictaba clase.
«Ese fue un buen signo», comentó Ramírez, tras contar que «voló hasta la vieja casona del Teatro Taller de Colombia (TTC) para improvisar un baile de 'mapalé', con fuerte acento africano, que le valió la clasificación entre los 40 afortunados que hoy integran el Circo-Empresa.
Las audiciones y los ensayos se realizan en el TTC, en el barrio La Candelaria, límite entre la ciudad planificada hacia el norte y la informal del sur, pues «la falta de infraestructura adecuada para montar la escuela en Ciudad Bolívar nos obligó a buscar otro lugar», explicó Abaunsa.
Las jornadas de ocho horas de ensayo en el TTC no sólo implican el desplazamiento de los jóvenes sino también que la renuncia de muchos ellos a cualquier oportunidad de trabajo temporal o fijo.
Por esa razón la dirección del proyecto buscó más recursos, que le permitiera pagar a los jóvenes un salario mensual mínimo para transporte y alimentación.
Gestiones ante la delegación de la Unión Europea en Colombia posibilitó entregar, por un semestre, mensualidades de 140.000 pesos (unos 60 dólares) para los jóvenes solteros y de 280.000 pesos (120 dólares) para los que tienen hijos.
Esos fondos se suman al presupuesto inicial del proyecto de 59 millones de pesos (unos 20.000 dólares), financiados con aportes municipales de Ciudad Bolívar, una de las 22 áreas administrativas en que está dividida Bogotá.
El proyecto Circo-Empresa, dirigido por Jorge Vargas, también recibe el apoyo de la fundación Kerigma, que se responsabilizó de la capacitación en gestión cultural, administración y producción de eventos.
Vargas y Abaunsa iniciaron en abril el programa de clases de malabarismo, trapecio, cuerda tensa, gimnasia, acrobacia, teatro, música y danza.
Simultáneamente se integró al proyecto el director teatral y dramaturgo Juan Carlos Moyano, quien asumió la etapa de creación en torno al tema del agua, que ofrecía muchas facetas interesantes para entusiasmar a los muchachos.
Por una parte la paradoja de la sequía y escasez de agua que sufre la zona y, por otra, la riqueza documental y mítica de culturas indígenas ancestrales, civilizaciones antiguas, la ritualidad de la cultura judeo-cristiana y, por supuesto, la parte lúdica que ofrece este elemento.
Así, los 40 jóvenes que ya habían adquirido una disciplina de trabajo cotidiano siguieron apostándole al proyecto, con la convicción de estar garantizando el «premio mayor» de la lotería a la que con tanto ahínco le apostaron a comienzos del año.
El tiempo de estos jóvenes se ocupa ahora en lecturas y narraciones sobre los celtas, las culturas africanas, los pasajes bíblicos, como el de La Samaritana, estudios sobre las guerras por la tenencia de las fuentes del agua, y, por supuesto, episodios de la mitología precolombina.
Con la puesta en escena, los muchachos fueron ensamblando el cúmulo de conocimientos intelectuales adquiridos y el adiestramiento físico, que está a punto de culminar con el gran estreno de la obra «Húmedas revelaciones, ejercicios de nuevo circo».
El estreno del espectáculo será el día 16 en el Parque Nacional de Bogotá, como parte de la programación cultural para celebrar los 496 años de fundación de la capital colombiana.
La obra ya ha obtenido buenos comentarios, tanto por la calidad artística lograda como por las implicaciones sociales de la propuesta.
Los jóvenes artistas de Ciudad Bolívar encaran por estos días su último y definitivo aprendizaje, que es montar la carpa circense, para luego ponerse a prueba ante un público exigente en la materia, pues Bogotá es considerada una de las plazas más fieles para los empresarios de este tipo de espectáculos.
«Es como si estuviéramos aprendiendo a construir nuestra nueva casa», comentó un joven mientras hacía malabares.
Malabares como los que tendrán que hacer los gestores del proyecto para lograr que la Unión de Desarrollo Local de Ciudad Bolívar ayude a garantizar el desarrollo de la escuela circense y se pueda establecer un programa de formación de dos años. (FIN/IPS//mig/dm/cr/01