La última batalla de la guerra fría se libró en Afganistán, y la insurgencia islámica contra la ex Unión Soviética fue apoyada por Estados Unidos, que ahora se enfrenta a sus ex aliados afganos.
Washington encabezó a partir de 1979 una alianza internacional integrada también por países islámicos y por China, para respaldar la «jihad» (guerra santa) musulmana contra los «ateos comunistas» que habían invadido Afganistán en diciembre de ese año en apoyo de un golpe de Estado prosoviético.
La Unión Soviética retiró en 1989 sus tropas del territorio afgano, y dos años después dejó de existir.
Aquella coalición recibió firme apoyo de Pakistán, Arabia Saudita y Egipto, pero no de Irán, porque Estados Unidos respaldaba a Bagdad en su guerra con Teherán (1980-1988).
Ahora, Estados Unidos busca formar otra alianza internacional vinculada con la «jihad», pero más amplia y esta vez contra el movimiento fundamentalista islámico Talibán, que gobierna la mayor parte de Afganistán y al que Washington acusa de albergar a «terroristas internacionales» como el saudita Osama bin Laden.
El gobierno paquistaní mantiene relaciones amistosas con el Talibán, y por lo tanto se mantiene al margen de esa incipiente alianza, formada por países que comparten antipatía y temor hacia ese movimiento afgano, entre ellos China, India, Irán, Rusia, Turquía y las ex repúblicas soviéticas de Asia Central.
El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó el 30 de julio una resolución que lleva el número 1363 y dispone el despliegue de supervisores en torno a Afganistán, para controlar el cumplimiento de sanciones contra el Talibán impuestas por el Consejo en enero.
El fundamento invocado para adoptar esas sanciones fue que el Talibán brinda refugio a Bin Laden, a quien Washington acusa de haber planeado atentados contra embajadas estadounidenses en Africa, y permite que funcionen «campos de entrenamiento de terroristas» en territorio afgano.
Quince expertos del Equipo de Apoyo al Cumplimiento de Sanciones de la ONU se instalarán en Pakistán, China, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistán, países vecinos de Afganistán, para supervisar la estricta aplicación de la prohibición de viajes y de comercio, en especial de armas.
Esos expertos prestarán especial atención a Pakistán, la única nación vecina de Afganistán que mantiene relaciones diplomáticas con el Talibán.
China, Rusia y las ex repúblicas soviéticas de Kazajstán, Kirguistán, Tajikistán y Uzbekistán, integrantes del grupo llamado Los Seis de Shanghai, decidieron en mayo establecer un centro antiterrorista en Bishkek, para combatir a insurgentes islámicos a los cuales consideran apoyados por el Talibán.
El incremento de la presión contra el Talibán se produce mientras Afganistán afronta las consecuencias de la peor sequía en su historia contemporánea, que ha causado el desplazamiento interno de unos cinco millones de personas y la emigración de otros cuatro millones a Pakistán e Irán.
Mientras tanto, continúa la prolongada guerra civil en territorio afgano, en la cual se emplean más de 10 millones de armas livianas.
El anterior presidente estadounidense, Bill Clinton (1993- 2001), implementó una estrategia unilateral contra el Talibán, cuyo pico fue el bombardeo de Afganistán y Sudán en agosto de 1998, con el argumento de que ambos países brindaban apoyo al terrorismo internacional.
El sucesor de Clinton, George W. Bush, impulsa en cambio medidas multinacionales contra el Talibán.
Entre esas medidas se incluyen las resoluciones del Consejo de Seguridad y la declaración de condena aprobada el 26 de julio en Génova por el Grupo de los Ocho países más poderosos, que integran Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia.
El comandante en jefe del Comando Central de las Fuerzas Armadas estadounidenses, general Tommy Franks, visitó Tajikistán en mayo para aumentar la cooperación militar bilateral, y Washington estudia un tratado de cooperación antiterrorista con Uzbekistán, similar a los que ha firmado con India y Rusia.
El gobierno de Bush jerarquiza menos que el de Clinton el problema de Bin Laden, y ha señalado que busca priorizar «la cuestión (del terrorismo), más que un caso individual».
El presunto apoyo del Talibán a la insurgencia islámica en otros países de Asia no es el único asunto que afecta en forma negativa la imagen internacional del movimiento afgano.
Otras cuestiones críticas son la decisión del Talibán de imponer marcas de identificación a hindúes y otras personas que no profesan la religión musulmana, y el arresto de 24 trabajadores humanitarios de la organización no gubernamental Shelter Now Internacional.
Entre los arrestados, acusados de realizar proselitismo religioso cristiano, hay 16 afganos y ocho personas de otros países, alemanas, australianas y estadounidenses.
El Talibán anunció que permitirá a diplomáticos de Alemania, Australia y Estados Unidos visitar Kabul para reunirse con los detenidos.
La Unión Europea invitó a Ahmed Shah Masood, comandante de la afgana Alianza del Norte, adversaria del Talibán, a hablar ante el Parlamento Europeo en abril.
Pese a la hostilidad de Washington contra el Talibán, la secretaria de Estado asistente de Estados Unidos para Asia Meridional, Christina Rocca, elogió el 2 de agosto en Islamabad a ese movimiento por prohibir el cultivo de opio, tras reunirse con el embajador del Talibán en Pakistán, Mullah Zaeef.
Rocca incluso ofreció a la ONU una donación estadounidense de 1,5 millones de dólares, para ayudar al Talibán a lograr que esa prohibición se cumpla.
Al mismo tiempo, Washington es el mayor país donante de ayuda humanitaria a los afganos, con más de 132 millones de dólares para asistencia a refugiados y a víctimas de la sequía.
«No consideramos a Estados Unidos como un enemigo. Nuestro enemigo es Rusia», dijo Zaeef tras reunirse con Rocca, en el primer encuentro oficial de alto nivel entre representantes del Talibán y del gobierno de Bush.
El investigador estadounidense Selig Harrison, experto en Afganistán, afirmó en julio en Londres, durante una conferencia sobre terrorismo y seguridad regional, que la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos «estimuló la creación del Talibán» en 1994.
«La CIA cometió el error histórico de instar a grupos islámicos de todo el mundo a concentrarse en Afganistán», y es probable que haya adoptado esa conducta con la intención de contrarrestar el poder iraní, al cual consideraba una amenaza para los intereses estadounidenses en la región, comentó. (FIN/IPS/tra- eng/mh/js/mp/ip/01