SIERRA LEONA: Rebeldes se desarman, pero los problemas persisten

Casi 7.000 combatientes de la guerra civil de Sierra Leona han entregado sus armas a las tropas de paz de la ONU, pero el proceso de desarme está lejos de concluir y subsisten las desconfianzas.

Según el último informe de la ONU (Organización de Naciones Unidas) 5.669 combatientes fueron desarmados desde el 18 de mayo, 1.808 del Frente Revolucionario Unido (RUF) y 3.861 de la milicia progubernamental Fuerza de Defensa Civil (CDF), con la entrega de 2.991 armas.

El RUF afirma tener 10.000 combatientes, y la CDF entre 15.000 y 20.000.

Desde 1991 murieron en Sierra Leona 50.000 personas y se exiliaron 750.000, en una población total de 4,5 millones. Más de 3.000 civiles, entre ellos niñas y niños pequeños, fueron víctimas de amputaciones de manos, brazos, piernas, lenguas y orejas, práctica imputada al RUF.

En noviembre de 1999, gobierno y rebeldes firmaron un acuerdo de paz en Abuja, Nigeria, que preveía un cese del fuego, el despliege de tropas de la ONU y la supervisión del desarme de todos los combatientes.

Tras el cese del fuego en marzo, la Misión de la ONU en Sierra Leona (UNAMSIL) desplegó 12.178 efectivos, pero diversos retrasos y enfrentamientos armados pusieron en duda el proceso de paz. La ONU se mostró más confiada en la última semana.

«Los avances en Sierra Leona durante los últimos dos meses permiten un cauto optimismo en que el país, con ayuda de la comunidad internacional, dé vuelta una página y se embarque en un camino que podría conducir a una paz largamente esperada», dijo el 25 de junio el secretario general de la ONU, Kofi Annan.

De pantalones cortos, camiseta, zapatos deportivos y gorra de béisbol, el teniente Raymond Quiesse ingresó a la escuela Murialdo, en la región norteña de Lunsar, y entregó tímidamente su arma a personal de la ONU.

Quiesse dijo que había pasado los últimos diez años combatiendo con el RUF. Pero tras el cese del fuego y el compromiso público del grupo con la paz, decidió abandonar el bastión rebelde de Makeni y sumarse al desarme.

El ex guerrillero dijo que fue obligado a combatir contra su voluntad.

«Yo estudiaba ingeniería mecánica antes de la guerra y quiero volver a hacerlo». El conflicto «fue una pérdida de tiempo para mí. Todo el mundo quiere desarmarse, ya no hay combates en Sierra Leona», afirmó.

Según el mayor de Bangladesh Narul Huda, jefe del destacamento de paz de la ONU, el arma AK-47 de Quiesse, «dañada pero utilizable», sería destruida más tarde por su propietario en presencia de observadores militares. «Esto es psicológicamente muy importante», dijo Huda.

Lunsar se encuentra 80 kilómetros al noreste de la capital Freetown. En las últimas etapas de la guerra el pueblo pasó a manos de distintas facciones y fue escenario de duros combates.

Allí funciona un campamento que aloja a 500 ex combatientes de ambos bandos, en cumplimiento del programa de desarme, desmovilización e integración dirigido por el gobierno.

Dicho programa debe establecer una red de campamentos en todo el país para ofrecer refugio temporario, alimentación y atención psicológica a ex combatientes como el teniente Quiesse.

El objetivo es reincoporar a la sociedad a miles de rebeldes, mientras una pequeña cantidad se sumaría a un restringido y disciplinado ejército nacional. El RUF y el CDF acordaron la liberación simultánea de combatientes, incluso de todos los niños.

Tras entregar sus armas, los ex combatientes permanecen en el campo durante dos o tres semanas antes de ser enviados a sus hogares con una paga de 15 dólares y una promesa de recibir 30 dólares por mes.

En Lunsar se brinda entrenamiento laboral básico, pero el principal objetivo es romper las diferencias y lograr la confianza mutua entre quienes estuvieron enfrentados por la guerra.

Pese a las quejas sobre la situación en varios campamentos, las relaciones personales en Lunsar son buenas gracias a la gestión de un comité conjunto de los hombres de ambas partes, según los funcionarios que dirigen el campamento.

El comandante del RUF en Lunsar, que no quiso dar su nombre, sostuvo que los hombres a su mando cumplirán con las exigencias del proceso de paz porque recibieron instrucciones para hacerlo. «Por ahora estamos contentos y la disciplina no es un problema», subrayó.

Al contrario de Quiesse, el ex combatiente defendió la actuación del RUF. «Fue un levantamiento popular. Luchábamos contra la corrupción en el país. Desde la independencia (1961) todos los gobiernos traicionaron al pueblo. Somos lo que éramos: el Frente Revolucionario Unido», dijo.

El comandante calificó de exageradas e hipócritas las denuncias de atrocidades contra la población civil, como las amputaciones y las torturas.

«Si usted recorre las aldeas, verá que la gente dice cosas buenas de nosotros. Todo el mundo mata en una guerra. Piense a cuánta gente puede matar un helicóptero artillado», dijo.

A pocos kilómetros de distancia, en la aldea de Momoya, el herrero Bamoma Kamora explicó que dejó de fabricar y reparar armas para la CDF por una directiva expresa del Ministerio de Defensa.

El hijo de Kamora, Hassan, integró la CDF durante varios años. «Era el único en el que podían confiar. Los rebeldes nos atacaron 18 veces, pero nunca nos derrotaron», aseguró.

Hassan Kamora cree que la CDF ya no es necesaria. «Hemos dejado todo en manos del programa de Desarme y Desmovilización», sostuvo.

Pero no todos piensan igual. En un campo de entrenamiento de la CDF, cerca de la ciudad sureña de Kenema, el comandante Brima Davowah repartía instrucciones a sus hombres mientras estos maniobraban con palos en lugar de armas.

Brima dijo que esperaba instrucciones del alto mando de la CDF antes de iniciar el desarme, pero advirtió que no confiaba en ninguna promesa de paz del RUF.

«Aprendimos a no creer en los rebeldes. En tiempo de guerra, se debe estar preparado para la paz, y en tiempo de paz se debe estar siempre listo para la guerra», afirmó.

El 2 de mayo en Abuja, Nigeria, representantes del gobierno y del RUF reiteraron el compromiso recíproco en el acuerdo de paz de 1999. El 15 de mayo ambas partes revisaron el cumplimiento del cese del fuego, y se subrayaron la necesidad de impulsar el programa de desarme. (FIN/IPS/tra-en/cs/mn/dc/ip/01

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