Escritores y críticos literarios celebraron hoy en México el triunfo del novelista mexicano Juan García Ponce, ganador del premio Juan Rulfo, uno de los más importantes de la literatura en lengua española.
García Ponce había sido relegado en los últimos años y el premio a su obra es tardío, pero también es justo, dijo a IPS el escritor Carlos Monsiváis.
Postrado en una silla de ruedas y con problemas para hablar y escribir por una esclerosis múltiple, García Ponce, de 68 años, conoció el lunes la noticia del galardón, dotado de 100.000 dólares y que lleva el nombre del autor con quien en los años 60 compartió su trabajo en el Centro Mexicano de Escritores.
En voz de su asistente, María Luisa Herrera, García Ponce, de 69 años, dijo que gastará el dinero del premio en beberse «martinis». Recibirá el premio, otorgado por varias instituciones mexicanas, en la Feria de Libro de la ciudad de Guadalajara, en noviembre.
García Ponce, que también es ensayista y dramaturgo, tuvo su mayor éxito editorial en los años 70 y 80. Luego, por su enfermedad y escasa promoción, pasó a un plano secundario en el mercado de libros, aunque sus seguidores nunca dejaron de admirarlo.
Se trata de un gran narrador, que llega a detalles delirantes y obsesivos, y merecía el premio Juan Rulfo, declaró Monsiváis.
García Ponce, en cuya obra se destacan el erotismo, el «voyeurismo», las descripciones detalladas y las intervenciones recurrentes de un tercero en las relaciones de pareja, es el tercer mexicano que recibe el Rulfo. Ya lo habían ganado Juan José Arreola y Sergio Pitol.
«Quisimos cumplir al otorgar el premio a un escritor no puesto a la atención del público, que no ha estado en el éxito y en el mercado, sino que como Rulfo represente la sobriedad y la tenacidad», señaló el jurado.
García Ponce es «una figura libertaria, que nos hizo sentir que el mundo no se acaba en México ni en la moralidad de los sacristanes», dijo Pitol.
El jurado reconoció una obra admirable, hecha contra todos los obstáculos, afirmó el escritor José Emilio Pacheco, para quien también se trata de una distinción tardía.
García Ponce lee y escribe a través de su asistente, pues la esclerosis lo mantiene postrado. Cuando habla, su asistente traduce sus palabras.
En la obra de García Ponce la vista es el sentido rey, comentó en una ocasión el escritor Octavio Paz (1914-1998), premio Nobel de Literatura.
De la vista depende y para ella escribe. La posibilidad de contemplar a través de las cerraduras puede resultar tan atractiva como repelente: del otro lado de las palabras está la intimidad erótica, que nos atrapa y encanta, pero a la que no podemos evitar ver como algo amenazante, torcido, fuera de control, escribió Paz.
Según García Ponce, sin mirada no hay novela. «Su cuerpo no la dejaba. No sé qué puedo recordar. Corrió en seguida a la cama, como si no soportara estar lejos. Cuando caímos en la cama por primera vez me tenía agarrado del sexo. Ya le había visto las manos, desde que llegó. Era fascinante cómo las movía», escribió en «Crónica de una intervención», de 1982.
«Yo soy totalmente inocente e invento todo. Vivo como en un convento, siempre he vivido como en un convento», señaló el autor en una entrevista con el diario Reforma.
Creador de casi un centenar de libros, de ensayo, cuentos, novela y poesía, García Ponce fue becario del Centro Mexicano de Escritores y de la Fundación Rockefeller, y obtuvo en España el premio Anagrama por su libro «La errancia sin fin».
«Ojalá las nuevas generaciones se acerquen a la obra de García Ponce, pues una mina fascinante», expresó Monsiváis.
El premio Juan Rulfo fue instituido en honor al escritor mexicano del mismo nombre muerto en 1986. Un libro de cuentos, «El llano en llamas», y la novela «Pedro Páramo», bastaron para cimentar la fama de Rulfo, cuya breve obra contrasta con la prolífica trayectoria de García Ponce. (FIN/IPS/dc/ff/cr/01