La demolición de viviendas palestinas en Jerusalén oriental esta semana, tras medidas similares en otros territorios ocupados por Israel, es una provocación que busca poner fin al cese de hostilidades, aseguraron activistas.
La demolición de 14 viviendas palestinas dispuesta por la alcaldía de Jerusalén fue atacada por organizaciones de derechos humanos palestinas, para las que el propósito de la medida es liquidar la precaria tregua acordada el 13 de junio entre palestinos e israelíes.
Para el alcalde Yahud Olmert, las construcciones ilegales en la zona oriental de la ciudad representan un cáncer que se come la ciudad. La alcaldía informó que las viviendas fueron derribadas por carecer de los permisos correspondientes.
Los propietarios contestaron que los obstáculos impuestos por las autoridades israelíes imposibilitaban la obtención de esa autorización.
Se otorgan muy pocos permisos, a cambio de mucho dinero, para las zonas donde la mayoría de los palestinos procuran construir, con frecuencia en terrenos cercanos a la casa paterna, explicó Kahder Shukeirat, director de LAW, una organización palestina de derechos humanos.
«En cualquier ciudad del mundo se toman en cuenta las necesidades de la comunidad, pero no en Jerusalén oriental», dijo Shukeirat.
«Hay construcciones ilegales por todas partes, también en Jerusalén occidental (la zona judía) pero una demolición como ésta no tenía antecedentes y coincide con medidas similares en la franja de Gaza y Cisjordania, que Israel dispuso por razones de seguridad», sostuvo.
Para el activista, las demoliciones de Jerusalén y las de los demás territorios ocupados son parte de una política coordinada del gobierno israelí.
El primer ministro «Ariel Sharon quiere empujarnos de nuestras tierras y obligarnos a poner fin al cese del fuego, así él no será responsable ni deberá detener la construcción de asentamientos judíos», dijo.
Una niña de cuatro años trepa por los restos de una pared de ladrillos y los restos de metal de lo que fue la vivienda de Moahmoud Rifai. «¿Quién tiró abajo tu casa?», preguntó. «Los judíos», contestó Rifai. «¿También tirarán la mía?», preguntó otra vez la niña.
La pequeña Raza Salam Reshek es, por ahora, afortunada. Vive en una vieja casa que parece a salvo de las demoliciones israelíes. Su padre la tranquilizó mientras preguntaba a Rifai qué haría con los restos de su casa.»Viviré aquí, aunque sea en una carpa. Esta es nuestra tierra», contestó Rifai.
Estados Unidos y la Unión Europea condenaron la acción, considerada una provocación en el actual contexto del conflicto entre palestinos e israelíes, desatado en septiembre pasado, que toca el centro del enfrentamiento: la lucha por el territorio.
La casa de Rifai, al igual que las otras 13 derribadas, estaba aún en construcción y se ubicaba en una colina cercana a la aldea palestina de Anata, en Jerusalén oriental, la zona árabe de la ciudad.
Familias de esa aldea y del campamento de refugiados Shu'afat habían comenzado a erigir viviendas allí hace cinco años, cuando se terminó el espacio libre en el área.
En la ladera opuesta se elevan varias filas de blancos edificios de apartamentos en obra: el asentamiento judío de Pisgat Ze'ev se expande.
El nuevo complejo edilicio se construye en territorio ocupado y los palestinos afirman que las casas de Anata y de Shu'afat fueron derribadas para abrir espacio a la futura extensión del asentamiento judío.
Las destrozadas calles de Anata están marcadas con montones de llantas de automóvil. Al igual que Shu'afat, se encuentra dentro de lo que los israelíes consideran el Gran Jerusalén, pero fuera del distrito municipal. Por eso carece de servicios públicos y sólo es considerada parte de la ciudad a fines de planificación.
La mayor parte de las tierras que rodean las aldeas como Anata son calificadas de agrícolas. Incluso cuando la alcaldía acepta una recalificación, el costo del trámite suele impedir las construcciones su uso por parte de palestinos.
Desde que Sharon asumió el cargo, en marzo, 170 casas palestinas fueron derribadas en Cisjordania y Gaza, según LAW. A pesar de la tregua, las demoliciones continúan, al igual que la violencia.
«En las últimas semanas se registra un marcado aumento de las demoliciones en territorio palestino», coincidió Lior Yavne, de la organización israelí B'Tselem.
Existen más construcciones ilegales en Jerusalén occidental, el barrio judío de la ciudad, que en la árabe Jerusalén oriental. Sin embargo, hay más demoliciones de estructuras completas del lado árabe, dijo Yavne.
En 2000 se derribaron nueve viviendas en Jerusalén oriental, mientras el año anterior habían sido 21. Este año sólo se había demolido una casa antes de la acción de esta semana, y ya hay una orden para derribar otras 11.
El alcalde Olmert, miembro del gobernante partido conservador Likud, negó la existencia de un tratamiento desigual.
«La semana pasada derribamos varios cimientos de sinagogas en Jerusalén occidental que habían sido construidas con permiso. ¿Por qué no hubo alboroto por eso?», cuestionó Olmert.
Jamila Abu Kuwayk se sienta en el pasto cerca de los restos de su casa en Shu'afat. «¿A dónde iremos? Mi hermano no tiene lugar, vive con siete personas en 15 metros cuadrados», se lamentó
Ella y su marido enfermo se mudaron a la casa hace cuatro meses con sus hijos. Uno de ellos es un bebé. Algunos muebles permanecen enterrados bajo los escombros junto con cinco años de trabajo y miles de dólares de inversión familiar.
Dos de los hijos mayores trabajan como jornaleros. «Ganamos muy poco y sólo podemos construir cuando ahorramos lo suficiente para los cimientos», explicó uno de ellos, Jamal. Eso explica por qué ésta y otras familias demoran tanto en terminar sus casas.
«Por supuesto que hubiéramos preferido tener permiso de construcción. Esto no nos hubiera pasado y no lo habríamos perdido todo», dijo Jamal.
Los palestinos son alentados por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina Yaser Arafat a levantar construcciones en lugares estratégicos para bloquear la expansión de los asentamientos judíos, dijo el alcalde Olmert.
Para Rifai, se trata de una cuestión de justicia. Parado junto a los escombros de su casa observa las edificaciones judías de Pisgat Ze'ev. «Esta es nuestra tierra y no podemos construir en ella. Aquella también es nuestra tierra y los israelíes sí pueden construir», dijo. (FIN/IPS/tra-en/fb/mn/dc/mj/ip hd/01