La Organización Mundial de Comercio (OMC) asistió impotente al vencimiento del primer plazo que se había establecido para decidir si incluye la propuesta de una nueva ronda de negociaciones multilaterales en el orden del día de su próxima conferencia ministerial.
La OMC se había obligado a comienzos de mayo a disponer, tres meses más tarde, de una evaluación sobre las distintas opciones que se abren para la reunión ministerial, la primera después del estrepitoso fracaso de 1999 en Seattle, en el noroeste de Estados Unidos.
Pero el consejo general de la institución comprobó esta semana que profundos desacuerdos distancian todavía a sus 141 estados miembros cuando debaten el lanzamiento de la nueva ronda.
«Falta voluntad política para entrar a negociar los asuntos centrales que están bloqueando la negociación», explicó Carlos Pérez del Castillo, negociador de Uruguay.
Los países industrializados pretenden una negociación con múltiples puntos para tratar de esfumar los contornos del proteccionismo, que continúan ejerciendo en sectores como textiles y agricultura, y medidas contra políticas de precios desleales (antidumping).
Para abultar la agenda de las negociaciones, los países ricos reclaman la incorporación de asuntos como competencia, inversiones, ambiente y normas laborales, entre otros.
En cambio, los países en desarrollo prefieren concentrar las negociaciones en las aplicaciones todavía pendientes de acuerdos anteriores o en el progreso de las tratativas ya convenidas, como las realizadas en tono a la agricultura y a los servicios.
Por ejemplo, el bloque de países agrícolas latinoamericanos que integran el Mercosur, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, con la asociación de Bolivia y Chile, advirtieron a la OMC que el tratamiento que reciba la agricultura condicionará su apoyo a la nueva ronda.
El presidente del consejo de la OMC, Stuart Harbinson, de Hong Kong, reconoció que sigue habiendo grandes divergencias entre las posiciones sobre cuestiones fundamentales.
«Es apremiante reducir esas diferencias», alertó Harbinson en su informe a la reunión convocada tres meses atrás para determinar el futuro de las negociaciones multilaterales y el programa de la conferencia de noviembre próximo, que se hará en Doha, Qatar.
El director general de la OMC, Mike Moore, como Harbinson un ferviente partidario de la nueva ronda, agitó el fantasma del estancamiento de la economía mundial con el argumento de que «la recesión provoca habitualmente reacciones proteccionistas».
Una nueva ronda de negociaciones estimulará la economía mundial, con un aporte equivalente al doble de la actual economía de China, evaluó Moore.
Pero, pese a esas perspectivas, Moore reconoció que «estamos muy lejos» de alcanzar el consenso, método por el cual adopta sus decisiones la OMC.
El único punto sobre el cual comienza a vislumbrarse un acuerdo es una propuesta de Brasil para que la conferencia de Doha adopte una declaración política sobre el régimen derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio.
La Unión Europea y también India respaldaron la iniciativa brasileña, que pretende obtener un pronunciamiento que privilegie en ese régimen, los aspectos de la salud y del acceso a los medicamentos.
La OMC ingresa a un período de receso casi total durante agosto. Las conversaciones formales se reanudarán en septiembre en Ginebra, pero Moore advirtió que en el interín continuarán las discusiones en las capitales.
Fuentes negociadoras estimaron que en septiembre, después de nuevas consultas, Harbinson redactará un documento donde procurará reflejar algunas fórmulas de transacción para los temas polémicos.
Pérez del Castillo observó que algunos países como el suyo, Uruguay, favorecen una nueva ronda y han mostrado flexibilidad ante los «nuevos temas» que auspician las naciones industrializadas.
«Pero no hemos visto ninguna flexibilidad del otro lado», lamentó. (FIN/IPS/pc/em/if/01
