La apasionante vida de Sayyida Salme (1844- 1924), una princesa de Zanzíbar que buscó el entendimiento cultural entre Oriente y Occidente, fue tema de una exposición en la Galería Brunei de la capital británica.
Salme fue una de las mujeres más extraordinarias del siglo XIX. Nacida en la cerrada corte de Zanzíbar, una isla del océano Indico unida luego a Tanzania, rompió con la tradición y fue la primera en escribir sobre las costumbres de su pequeño país.
Zanzíbar dependía desde 1823 del imanato de Omán. En 1890, el primer sultán Sayyid Said, padre de Salme, aceptó el protectorado de Gran Bretaña y, en junio de 1963, la isla obtuvo su independencia dentro de la Comunidad Británica de Naciones.
En 1964 se unió a Tanganika para formar la República Unida de Tanzania, con Julius Nyerere como presidente.
Para la exposición realizada hasta el 22 de junio, llamada «Detrás del velo», la Galería Brunei de Londres tuvo con el apoyo de familiares de Salme en Alemania, Brasil, Estados Unidos y Holanda. En las próximas semanas será montada en Omán.
«Salme se destaca entre otras figuras históricas de su tiempo. Fue la primera en escribir sobre Zanzíbar desde una perspectiva interna, en un tiempo en que los europeos sólo tenían informes de misioneros y exploradores», dijo el fundador y director del Instituto Princesa Salme, Said El Gheithy.
La obra de Salme describe una cultura que pocos en Occidente conocen, y menos aun entienden, y por eso es considerada una «embajadora no oficial» de su país. «Yo pienso que escribió en respuesta al romanticismo de su época. Trabajó incansablemente para un entendimiento entre las culturas», dijo El Gheithy.
La exposición incluye imágenes y textos, que intentan ubicar a la obra de Salme en su contexto histórico. Objetos personales de la autora están presentados junto a extractos de sus libros.
Las fotografías más hermosas son las que datan de su juventud, en las que aparece con vestidos tradicionales de la corte, acompañadas con algunos párrafos de su autobiografía.
En algunos de ellos, por ejemplo, destaca cómo las divisiones raciales eran mucho menos importantes en la corte que en la comunidad en general. «Eramos todos iguales y no nos preocupábamos por diferencias de sangre o de color de piel», escribió.
Salme pasó los primeros años de su niñez en el palacio Beit e Mtani, el más antiguo de Zanzíbar, cuyo ambiente cosmopolita la marcó profundamente. «Para los niños, la confluencia de idiomas era particularmente divertida. El persa, el turco y el swahili se mezclaban con el árabe con frecuencia», recuerda.
Contrariamente a lo que se piensa en Occidente, la habilidad de Salme para leer fue reconocida en la corte y su propia madre contribuyó a desarrollarla. Las mujeres podían leer, pero no escribir, por lo que éstas crearon un sistema secreto de comunicación escrita.
Pero Salme rompió con la tradición y aprendió a escribir por su cuenta copiando el Corán sobre piel de camello. Esta habilidad le fue muy útil en la lucha familiar por la sucesión de su padre. Ella se puso del lado de su hermano Baghash, opositor a la ascensión al poder de su hermano Magid, y lo ayudó escribiendo gran parte de su correspondencia.
«Me convertí en la mujer más joven del grupo opositor, gracias a mi habilidad para escribir. Asumí la correspondencia», contó en su autobiografía. La rebelión opositora fue aplacada y Salme se reconcilió con Magid.
En esta etapa se casó con Heinrech Ruete, con quien abandonó su amado Zanzíbar y partió a Alemania.
En Europa se horrorizó por la falta de información que había sobre su país y en 1886 decidió escribir su libro autobiográfico, llamado «Memorias de una princesa árabe». La obra fue todo un éxito y fue seguida por otros dos libros, «Cartas a casa» y «Costumbres sirias».
«Por haber nacido y crecido en Oriente, estoy en condiciones de hacer una reflexión realista de mi experiencia, de hablar sobre sus peculiaridades y de levantar el velo de las cosas escondidas al ojo profano. Espero que esto constituya el principal valor de mi libro», dijo una vez la escritora.
Pero Salme no se limitó a escribir sobre la cultura de Zanzíbar, sino que también realizó estudios sociales y etnográficos sobre las mujeres árabes y europeas.
Tras la muerte de Ruete, Salme sufrió experiencias dolorosas en Occidente. Las leyes alemanas no le permitieron heredar las propiedades de su esposo fallecido y descubrió la estafa de uno de los hombres que administraba su dinero.
«Le sorprendía que un hombre con educación hiciera algo así. Siempre pensó que la educación transmitía valores y no podía entender que estos hombres tuvieran conocimientos y no escrúpulos», explicó El Gheithy.
Salme continuó trabajando por el entendimiento entre las culturas occidental y oriental hasta su muerte en 1924, a pesar de las difíciles experiencias en Europa y de que el gobierno alemán nunca la dejó volver a su país.
En 2000, el Instituto Princesa Salme creó un sistema de enseñanza de idiomas africanos, y este año lanzó una campaña de fomento para el Hospital Al Rahna, de Zanzíbar.
Los logros del Instituto Princesa Salme y la exhibición en Londres constituyen un verdadero tributo a la extraordinaria mujer. (FIN/IPS/tra-en/ba/mn/rp/aq/cr/01