ARGENTINA: Prisión de Menem aumenta problemas del gobierno

El gobierno de Argentina, lejos de poder capitalizar a su favor el procesamiento y prisión del ex presidente Carlos Menem, contribuye con su debilidad a afianzar el espacio político del líder opositor, que procura mostrarse como mártir.

La resolución judicial de este miércoles contribuyó a empeorar la inestabilidad política, en lugar de transformarse en un éxito del presidente Fernando de la Rúa, que llegó al gobierno en diciembre de 1999 con la promesa de dar transparencia a la política.

El juez Jorge Urso dictó el procesamiento y la orden de prisión preventiva contra Menem, sospechoso de ser el jefe de una asociación ilícita.

La recesión que se arrastra desde hace tres años se agravó en los últimos días, cuando los mercados financieros volvieron a mostrar desconfianza en las posibilidades de una pronta reactivación y atribuyeron su escepticismo a la crisis política que sufre el gobierno y al creciente malestar social.

Mientras, la figura de Menem, que permanecía en las sombras desde su retirada del gobierno, cobró fuerza nuevamente, sostenida por sus críticos tanto como por sus seguidores. La orden de prisión procura ser utilizada por los partidarios de Menem para mostrarlo como un «perseguido».

Desde su casamiento con la ex miss Universo chilena Cecilia Bolocco el 26 de mayo, Menem recuperó un protagonismo que había comenzado a perder desde los últimos meses de su Presidencia (1989- 1999), y que casi agotó cuando volvió al llano con menos poder, incluso dentro de su Partido Justicialista (peronismo).

Si bien Menem mantiene la presidencia de su partido, su liderazgo era desafiado por gobernadores de provincias y otros dirigentes que aspiran a la jefatura de Estado y que intentan tomar distancia con el ex presidente, quien dejó el gobierno con su imagen manchada por las denuncias de corrupción.

La boda con una mujer de 36 años—una de las figuras más populares de la televisión chilena— devolvió al ex presidente de 71 años al centro de la escena.

Doce días después, el adelantamiento del llamado del juez para que declarara en la causa por la venta ilegal de armas lo convirtió en figura casi excluyente de la política argentina.

En vísperas de ese 7 de junio, el ex mandatario advirtió que no escaparía a la justicia y que diría su verdad, aunque al día siguiente se negó a someterse al interrogatorio del juez y se mostró ofuscado cuando se le comunicó que quedaba detenido en forma provisoria a la espera de su eventual procesamiento.

Desde entonces, Menem se instaló en una residencia ubicada en la localidad de Don Torcuato, en las afueras de la capital, y cada tanto se deja ver ante simpatizantes y fotógrafos que montan guardia para registrar el arresto domiciliario.

Menem puede mostrarse leyendo una biografía de Napoleón, caminando pensativo al aire libre, solo o junto a su esposa, siempre perfectamente vestido y pulcro, muy lejos de la imagen de un preso común. Cada aparición le garantiza una segura irrupción en prácticamente todos los medios de comunicación.

Su abogado, el ex procurador general Oscar Roger, señaló esta semana que el arresto permite al ex presidente acumular «un rédito político positivo», un hecho insólito, pues se trata de una detención ordenada por un juez a causa de su participación crucial en un delito común.

El ex presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), presidente de la Unión Cívica Radical —el partido de De la Rúa—, reconoció que la detención de su sucesor resulta «inconveniente» para avanzar en un diálogo político entre el oficialismo y la oposición, destinado a neutralizar la grave crisis económica y social.

Menem no fue arrestado por una dictadura, como le ocurrió a él mismo en la última dictadura militar (1976-1983), cuando permaneció al menos cinco años en diversos sitios de detención en Buenos Aires, y en la provincia de Formosa, en el noreste del país.

No obstante, sus seguidores procuran atribuir su detención actual a una persecución política, y la equiparan al arresto que sufrió durante la dictadura, que le dio mucho rédito político con la reinstauración de la democracia en 1983 y luego en 1989, cuando fue elegido presidente por primera vez.

En esta oportunidad, Menem —que gozaba de la simpatía de casi 20 por ciento de la ciudadanía cuando se fue del gobierno— no recoge un respaldo proporcional a la pérdida de apoyo que sufre De la Rúa, cuyo liderazgo afronta una crisis tan profunda que esta semana debió desmentir rumores de renuncia.

Pero su prisión domiciliaria convirtió el lugar de arresto en un altar adonde se concentran cada día decenas de adherentes.

Carteles, manifestaciones y cánticos a las puertas de la residencia son respondidos con saludos de Bolocco, quien se transformó en la portadora de los dichos del líder preso y en la embajadora de un nuevo mensaje político, que procura mostrarse renovado e inmaculado.

La esposa de Menem, casi siempre vestida de blanco, ha sido en los últimos días figura estelar de diversos actos públicos convocados por «menemistas». Así, ella logra la convocatoria que su marido no obtenía, sobre en términos de presencia en la prensa y en la televisión.

El lunes, en vísperas de su procesamiento, Menem cumplió 71 años y los festejos se convirtieron en actos de apoyo político.

Una caravana de dirigentes a bordo de automóviles y camionetas comenzaron una caravana en la sede del gobierno, donde entregaron una carta en que afirmaron que Menem era un «preso político» injustamente encarcelado. Continuaron la marcah hasta la residencia, convocando a otros automovilistas con parlantes.

Mientras, un grupo de legisladores, ex funcionarios y amigos almorzaron allí con él, y Bolocco, una vez mas, saludó a los simpatizantes que permanecieron afuera, esta vez con un cartel con el rostro de Menem al que acarició varias veces.

Sin embargo, lo más sugestivo fue la torta. En letras de azúcar decía «Menem 2003», en alusión a la fecha en que termina el mandato de De la Rúa y que podría marcar el regreso del ex presidente al poder. (FIN/IPS/mv/mj/ip/01

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