AMBIENTE: Un año más de tranquilidad para las ballenas

Las ballenas del mundo pueden respirar tranquilas luego de la reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional (IWC), celebrada esta semana en la capital británica, pero se prevén nuevos peligros para el año próximo.

Los miembros de la IWC soportarán antes de la reunión de 2002 en Tokio renovadas presiones para derogar la actual prohibición de la caza comercial de ballenas. Nada indica que Japón deje de lado su política de prometer asistencia económica a países en desarrollo a cambio de votos en el organismo.

Japón y Noruega, los dos países que insisten con mayor tesón en continuar cazando ballenas, obtuvieron un importante respaldo, pero no lograron impedir la aprobación de sendas resoluciones en que se urge a los dos países a interrumpir la captura.

La mayoría de los integrantes de la IWC, conducidos por Australia, Estados Unidos, Gran Bretaña y Nueva Zelanda mantuvieron su apoyo a la moratoria de la caza comercial de ballenas impuesta por la Comisión en 1986.

No obstante, las naciones que apoyan el mantenimiento de las restricciones no sumaron la mayoría necesaria para crear nuevos santuarios en los océanos Pacífico y Atlántico.

Según los registros oficiales, sólo 1.200 ballenas minke son muertas cada año, casi todas a manos de tripulaciones de Noruega y de Japón. Pero ese cálculo es objeto de polémicas.

Los japoneses aseguraron que cazaban unas pocas ballenas entre una población de un billón, mientras los neocelandeses estimaron que serían varios miles en una población de 250.000.

El peligro aumentará el año próximo, cuando la IWC celebre su reunión en Tokio, sostuvo Ben Stewart, de la Fundación Internacional para el Bienestar Animal. «Dada su política de compra de votos en la Comisión, Japón podría lograr un apoyo mayoritario para reanudar la caza comercial», sostuvo.

Muchos de los países pobres entre los 43 integrantes de la IWC, entre ellos seis pequeños estados del Caribe, Guinea e Islas Salomón, acompañaron las posiciones de Japón esta semana, en lo que Stewart consideró «una subasta, no una votación».

Esa táctica, según los activistas, quedó de manifiesto a comienzos de este mes, luego de que el Ministerio de Pesca de Japón admitió virtualmente que brindaba asistencia a distintos países a cambio de respaldo a su política ballenera.

La IWC fue creada con la firma en 1946 de la Convención Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas en Washington, norma internacional que tiene el propósito de conservar la población ballenera y permitir así el desarrollo ordenado de la pesca de especímenes.

La Comisión tiene potestades para establecer la protección completa de determinadas especies, declarar ciertas zonas como santuarios donde se prohíbe la caza, imponer límites al número y tamaño de las ballenas capturadas y frenar la caza de especímenes lactantes y las hembras que los amamantan.

El principal negociador del Ministerio de Pesca japonés, Masayuki Komatsu, dijo a la Australian Broadcasting Corporation antes de la reunión que su país tenía derecho a emplear su poder económico para persuadir a los miembros de la IWC de que se opusieran a la moratoria de la caza de ballenas.

Las ballenas minke se convirtieron en las «cucarachas del océano» y debería permitirse su captura de modo sustentable, agregó Komatsu. Además, el consumo de carne de ballena es parte de las tradiciones japonesas, y el resto de los países deberían respetar ese factor cultural, sostuvo.

Komatsu anunció que Japón se veía obligado a apelar a «herramientas diplomáticas y promesas de asistencia al desarrollo extranjero para ejercer influencia sobre los países miembros de la IWC».

Como Japón carece de poder militar, «es natural» recurrir a las promesas de ayuda económica «para promocionar nuestra posición», dijo, sostuvo el funcionario.

Los delegados de Antigua y Barbuda admitieron haber cedido a los métodos de persuasión japoneses, y aseguraron haberlo hecho por «pragmatismo».

Por otra parte, este año, fueron admitidos como miembros de la IWC Marruecos, Panamá y Perú, que reciben una importante asistencia financiera japonesa.

Japón captura ballenas bajo una cláusula de la Convención que lo permite con fines de investigación científica. Esa cláusula establece que, una vez muertos los especímenes, su carne debe ser consumida y no desechada.

Así, los japoneses aseguran que la carne de ballena que consume, y que se vende a altos precios, es solo un subproducto de las actividades de investigación.

Esa posición es «ostensiblemente arrogante», dijo Stewart. «Japón trabaja no sobre la fuerza de sus argumentos sino con la fuerza de su dinero», agregó.

La Comisión urgió a Japón esta semana, por 21 votos contra 14, a detener sus cazas calificadas de científicas de ballenas minke antárticas. También aprobó, por 21 votos, una resolución que exige a Noruega «detener de inmediato todas las actividades de caza de ballenas en su jurisdicción».

Pero ambos países anunciaron que continuarán con sus capturas sobre una base «sustentable».

Japón y Noruega fracasaron en su intento de derogar la prohibición de la caza comercial de ballenas, pero lograron bloquear la propuesta de Australia, Brasil y Nueva Zelanda de crear santuarios en los océanos Pacífico y Atlántico, que requería tres cuartos de los votos.

Veinte países votaron por la creación del santuario en el Pacífico Sur, 13 rechazaron la iniciativa y cuatro se abstuvieron. Diecinueve países se pronunciaron a favor de la propuesta relativa al Atlántico Sur, 13 votaron en contra y cinco se abstuvieron.

A comienzos de la reunión, Islandia no logró los votos necesarios para ser admitida en la IWC, de la que se había retirado en 1992, pues insistió en que se le permitiera presentar una cláusula de reserva que le habría concedido el derecho a continuar cazando ballenas aun siendo miembro.

Islandia se inspiró en la cláusula de reserva presentada por Noruega antes de que la Convención entrara en vigencia, que es esgrimida por ese país para afirmar que la prohibición de la caza comercial no se aplica en su caso.

Un delegado indio que pidió reserva sobre su identidad aseguró haber soportado presiones antes de la votación sobre la readmisión de Islandia.

«Recibí llamados de delegados japoneses y noruegos y de casi todos los países que los apoyaban. Querían que nos abstuviéramos, pero como a la readmisión le faltaba un solo voto para ser aprobada eso le habría dado a los países balleneros una victoria importante», dijo el funcionario indio a IPS.

Pero el ministro de Pesca de Islandia, Arni Mathiesen, dijo que el rechazo a la readmisión no tendrá efecto sobre su política ballenera, pues las decisiones de la IWC no generan obligaciones a los países que no la integran.

Pero, aun con los vacíos legales de la Convención y que permiten a Japón y a Noruega mantener su actitud, la prohibición de la caza comercial de ballenas logró proteger numerosas especies, según los activistas.

«Puede apostar su último dólar por que, de no existir la prohibición, Japón y Noruega matarían muchas más ballenas», dijo Stewart. (FIN/IPS/tra-eng/ss/js/mj/en/01

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