La pesca excesiva depreda ecosistemas hace por lo menos 100 siglos, indicaron especialistas en un estudio publicado por la revista Science, de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia.
Las actividades pesqueras que impiden la renovación natural de especies tienen impacto expansivo en ecosistemas marinos, porque alteran ciclos vitales de otros peces, plantas y microbios, según el informe de un equipo encabezado por Jeremy Jackson, de la Institución Scripps de Oceanografía de La Jolla, en el sudoccidental estado de California, Estados Unidos.
Durante 10.000 años, «la pesca excesiva ha afectado en forma decisiva ecosistemas marinos costeros en todos los periodos culturales estudiados, pese a las nociones románticas sobre los océanos como última frontera» entre la naturaleza y las alteraciones causadas por los seres humanos, apuntaron.
De todos modos, el impacto negativo causado por esa práctica en las últimas décadas es el mayor de la historia, sostuvieron.
En abril, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación advirtió que la explotación del mar ha llegado a niveles sin precedentes, y que por lo menos 60 por ciento de las especies de peces más valiosos en el mercado son afectadas por pesca excesiva o al borde de lo excesivo.
Los autores del estudio, titulado «Pesca excesiva en la historia y reciente colapso de ecosistemas costeros», revisaron datos arqueológicos, históricos y científicos de diversas regiones del mundo, que mostraron cambios de arrecifes de coral, estuarios y otros ecosistemas marinos con el paso de los siglos.
«En todas partes, la magnitud de las pérdidas ha sido enorme, en términos de biomasa y de cantidad de grandes animales que ya no se encuentran en la mayoría de los ecosistemas costeros del mundo», afirmaron.
En la mayoría de los casos, la explotación excesiva de peces y mamíferos marinos en América y el Pacífico siguió a la colonización europea, pero existía y había causado extinción de especies cientos de años antes de esa colonización.
En el Pacífico Septentrional, la caza de nutrias por parte de aborígenes inuit alteró el ambiente marino hace unos 2.500 años, ya que el descenso del número de nutrias causó aumento de la población de erizos de mar, que son alimento de las nutrias, y disminución de la cantidad de algas, comidas por los erizos.
Es probable que seres humanos hayan afectado en forma similar, hace unos 10.000 años, la población de algas de la región meridional de California, al practicar pesca excesiva de nutrias, langostas y peces que se alimentan de erizos de mar.
La situación empeoró mucho tras la llegada al Pacífico Septentrional de comerciantes de pieles provenientes de Europa, quienes cazaron nutrias hasta ponerlas al borde de la extinción en el siglo XIX. El crecimiento explosivo de la población de erizos de mar condujo al colapso de bosques de algas enteros.
Expediciones europeas a Australia en los siglos XVIII y XIX, causaron grave depredación de la especie de equinodermos conocida como pepino de mar u holoturia, según los investigadores.
En la primera mitad del siglo XIX, el desarrollo de la pesca en escala industrial agravó el panorama en el Arrecife Gran Barrera y zonas cercanas de la costa subtropical oriental de Australia.
«Abundaban ballenas, dugongos, tortugas y ostras perlíferas que fueron explotados en forma excesiva. Las poblaciones sufrieron colapsos, y no han recuperado más que una pequeña fracción de su anterior número», comentaron los autores del artículo.
En algunos casos, la pesca excesiva puede haber conducido a otros fenómenos perjudiciales como la proliferación de algas tóxicas desde los años 30 del siglo XX en la Bahía de Chesapeake, en la costa oriental estadounidense, sugirieron.
Esa proliferación ha sido atribuida a fertilizantes y otros productos empleados por agricultores, pero se produjo tras el empleo de procedimientos mecánicos devastadores, desde los años 70 del siglo XVIII a los años 20 del siglo XX, en la explotación excesiva de ostras, que se alimentan de algas, explicaron.
Brotes de enfermedades causadas por algas en el Golfo de México y en Brisbane, en la costa oriental australiana, también siguieron a la explotación excesiva de especies marinas que se alimentan de algas, como la tortuga verde, señalaron.
Los investigadores recomendaron aplicar nuevos criterios de restauración y administración de ecosistemas marinos, que apunten a la reintroducción masiva de las especies cuya ausencia ha causado desequilibrios.
«Anteriores intentos de restauración marina han fracasado debido a que sólo jerarquizaron los síntomas más recientes de los problemas, en vez de apuntar a sus causas históricas profundas», enfatizaron. (FIN/IPS/tra-eng/dk/aa/mp/en/01