PALESTINA: Un éxodo masivo

Los territorios palestinos son escenario de un creciente éxodo de familias que escapan de una dura realidad política, económica y social agravada tras nueve meses de «intifada» o rebelión contra la ocupación israelí.

«¿Quieres saber sobre las leyes de inmigración canadienses?», le pregunta Issam Issis a un desaliñado joven que se acerca a su agencia de viajes. Al ver que el muchacho encoge los hombros, le dice: «Bueno, siéntate y lee esto».

El propietario de Viajes Issis, la primera agencia de Ramallá, fundada en 1948, se entristece al ver este tipo de casos con frecuencia. «Estoy harto. Todo el día vienen con la misma pregunta: ¿Cómo me puedo ir de aquí?», dijo.

Viajes Issis es una de las tres agencias de Ramallá que trabaja en vinculación directa con las embajadas de Canadá y de Estados Unidos. Sólo en esta agencia se hacen entre 30 y 50 consultas todos los días sobre la obtención de visas, 90 por ciento más que antes de la intifada, explicó Issam.

«La gente está cada vez más desesperada», afirmó. Los jóvenes con buena educación son los que tienen mejores oportunidades de emigrar con visa a América del Norte, por lo que cada vez más personas recurren a la entrada ilegal con la esperanza de ser incorporados luego legalmente al sistema.

Issam recibe constantemente pedidos de reembolso de clientes que pagaron un viaje turístico a Estados Unidos y no regresaron. Para entrar con una visa de turista, los viajantes deben mostrar en la frontera el pasaje de regreso, aun cuando no lo usen luego.

El éxodo aflige a Issam. «Es bueno como negocio, pero como palestino me duele que la situación se haya vuelto tan grave que la gente tenga que irse», afirmó.

Los emigrantes dan muchas razones para abandonar Palestina: los problemas económicos, las restricciones israelíes, la escasez de alimentos, los cortes de energía, la violencia y el temor constante.

«El negocio solía ser próspero», dijo Hassan Asous, dueño de un local de Pizza Inn en el centro de la ciudad. El exitoso empresario regresó de Estados Unidos hace tres años con su esposa y cinco niños, cuando la multinacional le sugirió abrir un local en Rammallá.

Luego de los acuerdos de paz de Oslo en 1993, muchos palestinos de la diáspora tenían grandes esperanzas de que la prosperidad estaría a la vuelta de la esquina cuando volvieran a su tierra. Pero no fue así.

«Antes, el negocio marchaba mejor que en Estados Unidos. El local solía estar lleno toda la semana, hasta las tres o cuatro de la mañana. Ahora está vacío», dijo Asous.

Asous envió de regreso a Estados Unidos a su esposa e hijos para que permanezcan allí hasta que termine el verano boreal. «Pero si la situación continúa aquí tan mal como ahora, se quedarán y yo me iré con ellos», dijo.

Pero no es sólo la situación económica lo que llevó a Asous a considerar regresar a Estados Unidos. «Los niños me piden volver. No puedo dejar que vivan en esta prisión», explicó.

Citó como ejemplo el problema que tuvo cuando su hijo de 17 quiso ir a la playa un fin de semana. «Tuve que decirle que no iríamos por el bloqueo (israelí) y comenzó a decirme a gritos que si no podíamos ir prefería volver a Estados Unidos», contó.

El empresario, como muchos de los que volvieron del exterior, construyó una espaciosa casa en la localidad de El Bireh, próxima a Ramallá. Casi cuarenta por ciento de los residentes de ese lugar dijeron haber emigrado y consideran hacerlo de nuevo.

«Antes de que comenzaran las vacaciones de este verano, hace unas semanas, 17 familias de mi barrio se fueron para no volver», dijo Asous.

Pero aquellos que regresaron de la diáspora con dinero y pasaportes extranjeros no son los únicos que sienten una nueva atracción por el exterior. El personal de la Universidad de Bir Zeit, por ejemplo, en las afueras de Ramallá, está preocupado por una creciente «fuga de cerebros».

«Más que nunca, los estudiantes consideran hacer su maestría en el exterior y no aquí. Y la experiencia indica que muchos de los que se van en esta etapa de sus carreras nunca regresan», dijo la profesora de sociología Suha Hindiye.

La universidad tiene un campus ideal y un ambiente relajado, pero está aislado desde hace nueve meses debido a los constantes bloqueos israelíes. «Los estudiantes no pueden entrar ni salir», se quejó Albert Aghazarian, portavoz de la universidad y conferencista sobre historia de Medio Oriente.

Hindiye dijo estar preocupada por el efecto de la emigración masiva en la gente que se queda. En algunos círculos, «huir» es algo que está prohibido, pues es visto como una repetición de los sucesos de 1948, cuando muchos palestinos se convirtieron en refugiados y abandonaron su tierra natal.

«La mayoría de la gente lo aceptó. Estamos acostumbrados a que haya palestinos viviendo en varias partes del mundo y no culpamos a los que se van», añadió.

«Muchos no emigraron pero hablan de ello todo el tiempo. Están aquí, pero en su mente ya se fueron», comentó. (FIN/IPS/tra-en/fb/aa/rp/mlm/pr/01

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