MERCOSUR: Nadie para todos

Las dudas sobre el desempeño de la economía de Argentina y los efectos de las nuevas medidas para favorecer el comercio exterior de este país hacen crecer el interrogante sobre el futuro del bloque, que tendrá su cumbre este jueves y el viernes en Asunción.

Las urgencias económicas de cada país del Mercosur (Mercado Común del Sur, integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) desplazaron las preocupaciones comunes, como ocurrió en la última visita del ministro argentino de Economía, Domingo Cavallo, a Brasilia.

Cavallo fue la semana pasada en busca del presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso y de su ministro de Hacienda, Pedro Malán, para consultarlos sobre el plan de reactivación económica que anunció el viernes y no para allanar el camino a la cumbre de Paraguay como muchos expertos creyeron en un principio.

Hoy nadie duda en Buenos Aires que el asunto central discutido en esa reunión de Brasil fue el tipo de cambio variable que estrenó Argentina el lunes, destinado entre otros fines a compensar en forma parcial la constante depreciación de la moneda brasileña, el real.

La decisión argentina establece que las exportaciones e importaciones son liquidadas ahora a un cambio fluctuante calculado en función de la diferencia entre el euro y el dólar, aunque las operaciones financieras siguen sujetas a la paridad fija establecida por el llamado plan de convertibilidad, de 1991.

El cambio, que favorece la penetración de los productos agropecuarios argentinos en el Mercosur, está enmarcado en un amplio plan de incentivos al consumo y a la inversión, que busca superar la severa recesión que afronta el país desde hace más de tres años.

El ex canciller brasileño Luiz Felipe Lampreia fue uno de los primeros en expresar su temor de que las medidas argentinas perjudiquen al Mercosur, mientras que en Uruguay creó confusión entre las autoridades.

El presidente Fernando de la Rúa, Cavallo y el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini se reunieron el sábado en Uruguay con el presidente Jorge Batlle y varios de sus ministros para explicarles los alcances del nuevo programa, que hasta ese momento sólo había sido informado a Brasilia.

La complejidad del plan de Cavallo confundió al canciller uruguayo Didier Opertti, quien declaró el sábado que las medidas sólo correspondían al comercio con países ajenos al Mercosur.

Por eso Cavallo debió hacer una aclaración pública, confirmando que la modificación del tipo de cambio para el comercio exterior incluía al bloque, pues buscaba precisamente compensar en parte la depreciación del real.

A su vez, el vicecanciller paraguayo Juan Buffa manifestó sus reparos por la decisión de Buenos Aires, ya que afectarán el comercio en el Mercosur, y sobre todo el intercambio con su país.

Pero lo que quedó claro fue que los dos países más pequeños del Mercosur no fueron informados por las autoridades argentinas antes de anunciar las decisiones, como ocurrió con Brasil.

La constante depreciación del real, iniciada en enero de 1999, provocó una brecha con los precios de los productos argentinos de casi 40 por ciento a favor de Brasil.

Esa situación derivó en una caída de las exportaciones de Argentina al mercado brasileño, pese a lo cual ese país sigue siendo el principal destino de la producción argentina.

Cavallo planteó en su visita fugaz de la semana pasada a Brasilia su plan de reactivación y la necesidad de rebajar el arancel externo común del Mercosur, todas medidas para intentar superar la recesión y el alto desempleo que afecta a su país,

La cita concluyó al parecer con un acuerdo para modificar el arancel externo del bloque y adaptarlo a las necesidades de los dos países.

Sin embargo, esas coincidencias de los dos socios mayores del Mercosur se diluyeron en el Grupo Mercado Común por la oposición de Paraguay y Uruguay, que temen un retroceso en el cronograma arancelario ya acordado y con fecha de cumplimiento.

El presidente de Uruguay recordó la semana pasada, precisamente, que Argentina y Brasil están adoptando medidas que perjudican el intercambio en el bloque.

Batlle advirtió que, si hay países que por vía de devaluaciones, de protecciones o de cupos de importación impiden el acceso de los socios a los mercados, el mensaje es «el Mercosur no existe más».

La provocadora frase de Batlle parece estar guiada por la necesidad de hacer reaccionar a Argentina y Brasil acerca de mantener viva la unión comercial, en momentos en que esos dos países están más preocupados por su futuro inmediato que por los próximos pasos del Mercosur.

Mientras, las urgencias internas de Argentina y de Brasil y la consecuente pérdida de rumbo del bloque provocaron cierto desinterés de Chile por integrarse en forma plena al Mercosur. Chile y Bolivia están asociados al bloque.

El ministro chileno de Interior, José Miguel Insulza, lo reconoció en mayo en Buenos Aires. «El Mercosur nació como una gran idea, pero perdió su empuje inicial», lamentó.

Las nuevas discrepancias en torno al arancel externo común podrían terminar de enfriar a Chile.

Ese punto había sido clave hasta ahora para la concreción del ingreso pleno de Chile, que pretendía una reducción del arancel externo del bloque cercano al suyo, que en la actualidad ronda nueve por ciento y va camino a bajarlo a seis por ciento.

Así, la estrategia regional parece estar hoy subordinada a las determinaciones de cada país en particular, además de chocar con enfoques diferentes respecto de acuerdos extraregionales.

En Brasil, pese a la caída del real y la crisis social y política, hay un objetivo claro de afianzar el Mercosur y negociar en bloque con la Unión Europea y con Estados Unidos, para que esas tratativas sean más equilibradas.

En cambio, las declaraciones del ministro de Economía argentino de no descartar alianzas bilaterales extrabloque y las críticas sobre la conveniencia de una unión aduanera del Mercosur causan desconfianza en el resto del bloque.

La irrupción de Cavallo en el gobierno de De la Rúa sumó confusión la política regional argentina, que ya mostraba cierto acercamiento hacia Estados Unidos de la mano del canciller Rodríguez Giavarini.

La lealtad que le cuestionara a Argentina semanas atrás el diario brasileño O Estado de Sao Paulo parece ahora una crítica pertinente.

El rotativo paulista respondía en su comentario a declaraciones de Cavallo, quien había asegurado que el país que devalúa le está robando a su vecino, en clara referencia a la política monetaria impuesta por Brasilia desde enero de 1999.

Pero más allá de polémicas, el problema de Argentina y su relación con el Mercosur responde a la crisis económica y a la falta de perspectivas de crecimiento.

«La consolidación del proyecto Mercosur con participación argentina tendrá que esperar a que este país empiece a salir de la grave crisis económica, política, social, ética, moral y cultural que lo abruma», señaló este mes Carlos Gabetta, columnista de la versión argentina del mensuario Le Monde Diplomatique.

«Argentina y Brasil no son ni hermanos ni enemigos, sino solo dos grandes países con un enorme potencial, en medio de una crisis de cuya resolución depende su destino a lo largo del siglo XXI. Argentina es, a todas luces, el que lo tiene más complicado», concluyó Gabetta.

Es que los argentinos viven inmersos en una profunda depresión que, entre otras cosas, contribuye a perder la credibilidad en el bloque.

Una encuesta de la consultora MORI Argentina señala que las expectativas de los argentinos respecto del Mercosur bajaron de 67 a 19 por ciento entre 1998 y 2001, un dato que dice mucho más que mil palabras. (FIN/IPS/mv/dm/if/01

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