Los países del Sur, subdesarrolados o en desarrollo, no son pobres sino empobrecidos, afirman los obispos españoles de la Comisión Episcopal de Pastoral Social en un escrito que leerán este domingo, al celebrarse el Día de la Caridad en ocasión de Corpus Christi.
También en el Día de la Caridad, la organización no gubernamental Cáritas, vinculada a la Iglesia Católica, dará a conocer el balance de su gestión en 2000, al que tuvo acceso IPS.
Cáritas aportó durante el año pasado unos 130 millones de dólares para obras de caridad y de promoción del desarrollo social. En programas de cooperación con países del Sur invirtió aproximadamente 50 millones de dólares.
El informe indica que 30 por ciento de lo aportado provino de fuentes oficiales y 70 por ciento restante de donaciones anónimas.
Esas aportaciones y la colaboración voluntaria en trabajos «recogen el rostro real del compromiso de la comunidad cristiana y del conjunto de los ciudadanos y ciudadanas con las precarias condiciones de vida de los más pobres», dijo a IPS el presidente de Cáritas, José Sánchez Saba.
Por su parte, el documento de la Comisión Episcopal de Pastoral Social señala que «el desarrollo de los países ricos es inhumano, porque está amasado con injusticia y con violencia».
«Los países más pobres fueron despojados de sus bienes naturales y siguen siendo explotados a través de un comercio injusto o de una deuda injusta. No son pobres, sino empobrecidos. No hay pobres y ricos, sino que hay pobres porque hay ricos», sostiene el escrito.
Agrega que ese desarrollo de los países ricos «es inhumano, porque no alcanza a todos, sólo una minoría privilegiada de la humanidad goza de sus ventajas»
La Comisión Episcopal de Pastoral Social, que tiene una fuerte influencia en Cáritas, puntualiza que «80 por ciento de las personas no puede sentarse a la mesa bien abastecida de los ricos».
Explica que esto es así, porque «360 personas acumulan tanta riqueza como la mitad de la población del mundo, y 1.200 millones de personas tienen que sobrevivir con apenas un dólar diario».
El documento católico apunta que se puede dejar a un lado el análisis de las cifras y estadísticas para percibir lo que ocurre.
Para ello «es suficiente mirar la realidad de una multitud ingente de hombres y mujeres, niños, adultos, ancianos, en una palabra, personas humanas concretas e irrepetibles, que sufren el peso intolerable de la miseria. Son muchos millones los que carecen de esperanza».
Los obispos españoles plantean que a ellos y a quienes tengan sensibilidad social les espera una gran tarea.
«No se trata de vencer el hambre, ni siquiera de hacer retroceder la pobreza. El combate contra la miseria, urgente y necesario, es insuficiente. Se trata de construir un mundo donde toda persona, sin excepción de raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana», indican.
Añaden que la celebración del Corpus Christi es signo de unidad, bandera de reconciliación e invitación a la solidaridad, a la que prefieren definir como fraternidad y común-unión, un juego de palabras que sintetiza la unidad y la comunión, el acto por el cual los fieles católicos reciben el sacramento de la Eucaristía.
Esa Eucaristía «actualiza los sentimientos y actitudes de Jesús, el que abría sus brazos para acoger a impuros y alejados, el que derribaba los muros que separaban a los hombres, el que quiso hacerse pan para ser comido por todos», afirman los obispos en su documento.
Prosiguen diciendo que un mundo en el que nadie fuera excluido sería un mundo ideal, como el que siempre han soñado, limpio y solidario, habitable para todos.
Por desgracia, se lamentan, «estos sueños distan mucho de hacerse realidad. El espejo de nuestros sueños se rompe en mil pedazos cada vez que despertamos. Constatamos que el mundo en que vivimos está lleno de violencias e injusticias, de miserias y de marginaciones».
En esa negación de los sueños adquieren protagonismo la violencia, la injusticia, la guerra y el terror, la opresión y la tortura, la esclavitud y la persecución, la intolerancia y el racismo, unido al subdesarrollo de los países empobrecidos.
Sobre las relaciones Norte-Sur, los obispos señalan que «el desarrollo alcanzado por los países ricos no responde a las verdaderas necesidades y exigencias del hombre».
«Se fundamenta más en la técnica que en la ética, más en las exigencias de la economía que en las necesidades de las personas, más en los valores de la bolsa que en los del espíritu», afirman.
Los prelados apoyan la labor de los voluntarios, porque «el voluntario es hijo de la solidaridad y la caridad».
«Voluntario es el que tiene voluntad de ayudar y servir, el que hace opción por los más necesitados y desfavorecidos, el que quiere dar algo de sí mismo, su tiempo, sus talentos, sus carismas, y se capacita para ello. Ojalá crezcan los voluntarios en número y calidad», puntualizan.
El documento termina convocando a los fieles católicos a trabajar voluntariamente a favor de los demás y les dice: «Podemos soñar con un mundo en el que nadie sea excluido. De ti depende».
Cáritas tiene alrededor de 60.000 voluntarios y unos 3.000 trabajadores remunerados.
Sánchez Saba comentó que la organización que preside «ha centrado sus intervenciones en los grupos sociales más golpeados por la pobreza y los desequilibrios de nuestro sistema económico».
«Tal es el caso de las personas mayores que viven solas o carecen de recursos, los jóvenes y mujeres en dificultad, las víctimas de la droga o del sida, la infancia desprotegida, los inmigrantes, los habitantes de las zonas rurales más olvidadas y los pueblos del Tercer Mundo golpeados por la miseria, la violencia o las catástrofes naturales», concluyó. (FIN/IPS/td/dm/dv/01