/Integración y Desarrollo/ AMERICA LATINA: Género, aspecto olvidado en la integración

La integración en América Latina debe considerar los aspectos de género para evitar que la brecha entre hombres y mujeres aumente a través del «falso tratamiento con igualdad para los desiguales», se advirtió en un seminario de la Cepal.

Es impostergable la participación de las mujeres en el debate sobre la inserción de los países en la economía mundial y en los procesos de integración comercial en curso, dijo la dirigente feminista brasileña Graciela Rodríguez, en el foro «Hacia la institucionalización de la perspectiva de género en las políticas económico-laborales en América Latina».

El asunto fue examinado por representantes de los gobiernos de Argentina, Ecuador, Chile, El Salvador y Paraguay, y de grupos académicos y no gubernamentales de varios países de la región, además de expertas de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) y de otros organismos internacionales.

El encuentro se realizó el martes y el miércoles en la sede de Cepal en Santiago de Chile, como parte de un proyecto conjunto con la Agencia de Cooperación Alemana al Desarrollo, apoyado por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer.

El seminario trató estudios específicos sobre el papel de las mujeres en áreas de la salud, el turismo y la industria de la maquila (zonas francas industriales) y propuso políticas sectoriales para incorporar los enfoques de género en los ámbitos de la economía y el empleo.

Los casos particulares fueron analizados en el contexto de las pautas que orientan las estrategias de desarrollo en América Latina, en esta hora de apertura comercial y globalización y aspiraciones de crecimiento económico en un marco de sustentabilidad y equilibrios sociales.

Las políticas económicas y sociales tienen grandes desafíos por delante en América Latina para reducir la desigualdad e inequidad, señaló en su presentación ante el foro María Elena Valenzuela, investigadora del Centro de Estudios de la Mujer de Chile y consultora de la Organización Internacional del Trabajo.

La región «observa la distribución del ingreso más regresiva del mundo y, a pesar del crecimiento económico registrado en la década del 90, la pobreza todavía afecta a 44 por ciento de la población (latinoamericana)», recordó la experta.

La desigualdad e inequidad tienen un marcado sesgo étnico y racial, así como de género, pese a los progresos desarrollados en los últimos años por las mujeres en sus luchas por disminuir la brecha con los hombres, añadió Valenzuela.

No obstante los progresos en la incorporación femenina a la fuerza de trabajo, la participación laboral promedio en América Latina muestra una brecha importante. En el caso de los hombres es de 74 por ciento, pero sólo 45 por ciento de las mujeres se han incorporado a la fuerza de trabajo.

Valenzuela aseguró que la inestabilidad e informalidad del empleo, así como las diferencias salariales entre hombres y mujeres, son mayores en los estratos más pobres.

«A pesar del creciente nivel educativo de las mujeres trabajadoras, que en la región ya supera al de los hombres, la brecha de ingresos por sexo todavía es alta: las mujeres ganan en promedio 64,3 por ciento de los ingresos masculinos», apuntó.

«En los años 90 se observó, sin embargo, un progreso: la brecha disminuyó 4,3 por ciento», dijo Valenzuela.

El desarrollo de los países latinoamericanos depende cada vez más de su inserción en la economía mundial, ligada a su vez al comercio de bienes y servicios y, en especial, a la demanda del Norte industrializado, lo cual estimula acuerdos de integración comercial, indicó Graciela Rodríguez en su ponencia Género y comercio internacional.

Rodríguez es directora del Centro de Estudios y Acción de la Mujer «Ser Mulher», de Río de Janeiro, y coordinadora del Capítulo Latinoamericano de la Red Género y Comercio Internacional.

«¿Los acuerdos comerciales son iguales para hombres y mujeres», fue uno de los interrogantes clave planteados por la experta brasileña para analizar la globalización económica y la relación entre desarrollo y comercio «desde una perspectiva incluyente y democrática».

«Los últimos años han sido marcados por la expansión sin fronteras del capital financiero y de las inversiones transnacionales, en un modelo de liberalización económica definido por el llamado 'Consenso de Washington', que implica el ajuste estructural y las privatizaciones como bases a ser adoptadas por la mayoría de los países», dijo Rodríguez.

Añadió que las nuevas políticas macroeconómicas provocaron profundos cambios «en los países del denominado Tercer Mundo», con graves consecuencias para sus poblaciones, entre las cuales uno de los fenómenos más característicos es el de la feminización de la pobreza.

Los acuerdos comerciales y los procesos de integración, que se multiplican en todos los continentes, partieron del supuesto de que debían tratar solamente cuestiones comerciales y de inversiones, señaló.

Pero, actualmente viene ganando fundamentación y espacio la perspectiva de incorporar, en estos acuerdos de integración y comercio, los aspectos sociales, laborales, culturales y de género, agregó.

La activista brasileña entiende que en el fondo de este proceso se enfrentan distintas visiones y «fuerzas de presión divergentes» sobre el impacto del comercio en el concepto de desarrollo.

«No es ahora posible continuar pensando el comercio internacional como asunto de expertos, sin incluir en los debates y en los procesos de definición a los diversos actores sociales, que tendrán sus vidas profundamente impactadas por tales acuerdos comerciales», planteó Rodríguez.

Esa premisa es todavía más válida, según su planteamiento, en acuerdos como el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas), que se espera poner en marcha a fines de 2005, caracterizado por asimetrías entre los 34 países que lo conformarán.

«Los procesos de integración regional que no consideren los aspectos ligados al género en las sociedades involucradas en las negociaciones, podrán estar aumentando las brechas entre hombres y mujeres con el falso tratamiento de igualdad para los desiguales», advirtió Rodríguez.

«Justamente, por el hecho de que los procesos de negociación comercial y de integración regional no tienen en cuenta las desigualdades de género, pueden llegar a contribuir al aumento de las disparidades, en lugar de servir como elementos promotores de la equidad dentro de los ámbitos democráticos», subrayó. (FIN/IPS/ggr/dm/if-hd/01

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