La energía del futuro se obtendrá de la fotosíntesis, el mecanismo de producción vegetal activado por la luz solar, que será la gran riqueza de países tropicales como Brasil que disponen de tierra y agua en abundancia.
Esta es la convicción de José Bautista Vidal, el ingeniero y físico que dirigió la implementación en Brasil del Programa Nacional del Alcohol (Proalcohol), creado en 1970 para enfrentar la crisis petrolera.
El Sol, «un eterno generador a fusión nuclear», arroja sobre Brasil energía equivalente a 4.500 millones de megavatios, aseguró Vidal a IPS.
La Tierra consume dos tercios en forma de calor o evaporación de agua, pero queda un tercio disponible. Ese tercio corresponde a cerca de 22.000 veces la capacidad instalada de generación eléctrica en Brasil, detalló.
Es una energía dispersa cuya captación directa sería muy cara, pero la vegetación «la almacena en forma de azúcares, amido, aceites o celulosa», explicó el experto.
De eso se encarga la naturaleza, específicamente la fotosíntesis, mecanismos de las plantas verdes por el cual transforma el dióxido de carbono y el agua en hidratos de carbono y oxígeno, mediante el aprovechamiento de la energía lumínica del sol.
Es la ventaja de los países tropicales, que reciben intensa radiación solar, pero que se anula si no disponen de tierras y agua en abundancia.
Brasil, además de reunir tales condiciones naturales, ya acumuló tecnología y conocimientos en energía de fuente vegetal más que ningún otro país, al desarrollar el Proalcohol para abastecer de combustible a los automóviles.
En parte de la década del 80, más de 90 por ciento de los nuevos automóviles producidos en el país eran impulsados exclusivamente por alcohol. Desde entonces toda la gasolina local lleva una adición de alcohol, actualmente fijada en 22 por ciento.
También se investigó gran cantidad de aceites vegetales como posibles sustitutos del combustible para motores diesel, ya que el alcohol no se mostró eficiente para vehículos más pesados, como autobuses y camiones.
«Identificamos cerca de 180 aceites prometedores», derivados del dendé (fruto de una palmera de origen africana), de la soja, del girasol, del ricino y de diversos cocos (de otras palmeras), todo lo cual es «una riqueza espectacular», destacó Vidal.
Sin embargo, el programa de sustitución de derivados de petróleo en Brasil no logró impulsar el uso de un aceite vegetal en lugar del diesel, pese a que algunos fueron sometidos a prolongadas pruebas en autobuses y se comprobó mayor eficacia que el derivado petrolero.
Además, el Proalcohol está en agonía desde fines de los años 80, debido a la suspensión por parte del gobierno de los créditos a los pequeños productores de caña. La consecuente escasez de alcohol destruyó la credibilidad del programa, según el experto.
Vidal sostiene que la recuperación del Proalcohol sólo depende de voluntad política, al igual que el aprovechamiento del inmenso potencial energético de los aceites vegetales, del bagazo de la caña de azúcar y de la biomasa en general.
El problema es la sumisión del gobierno brasileño a los intereses vinculados al petróleo, apuntó.
Para Vidal, fue una «estupidez» la decisión de importar gas natural de Bolivia, pues el precio está en constante fluctuación, ya que está atados al petróleo y al dólar, y causa dependencia externa.
De todas formas, el déficit de electricidad que sufre Brasil desnuda los errores cometidos y abre puertas al debate, favoreciendo alternativas energéticas, sostuvo Vidal, quien es autor de 10 libros sobre esta materia.
Argemiro Pertence, portavoz de la Asociación de Ingenieros de Petrobrás, la firma estatal brasileña de petróleo, comentó que la biomasa cuenta en su favor el hecho de que la humanidad tendrá que reducir la quema de combustibles fósiles para evitar el desastre del recalentamiento de la atmósfera terrestre.
El alcohol es una solución ambiental, porque la contaminación que provoca es menor y compensada por la absorción de gases que causan el llamado efecto invernadero por parte de la caña de azúcar (también materia prima alcoholera) durante su crecimiento, observó el ingeniero.
Sin embargo, Pertence advirtió que el alcohol aún le resulta difícil competir con la gasolina. Por ejemplo, la caña empobrece suelos que deberían producir alimentos y los empresarios azucareros son grandes propietarios «conservadores y sin compromisos con la sociedad», son crueles con sus trabajadores, criticó.
Además, el alcohol sólo se comprobó eficaz en motores de automóviles, que son «disipadores, generan mucho calor y poco trabajo», e interesan sobre todo a las grandes empresas petroleras y a la industria de automotores, acotó.
El uso energético de la biomasa, en cambio, es algo crucial para la humanidad y merece mayor atención e investigación, puntualizó Pertence. (FIN/IPS/mo/dm/en/01