CHINA-JAPON: Las heridas de guerra siguen abiertas

China y Japón, las dos principales potencias de Asia, mantienen fuertes vínculos comerciales, pero sus relaciones siguen marcadas por la guerra que las enfrentó de 1937 a 1945 y causó la muerte de 20 millones de chinos.

Durante muchos años, el gobernante Partido Comunista Chino ha condenado en forma sistemática a Japón por las atrocidades cometidas por sus tropas cuando invadieron territorio chino para desencadenar un conflicto que continuaría hasta la derrota japonesa en la segunda guerra mundial.

El gobierno japonés aprobó este año libros escolares de historia que causaron protestas desde Corea del Sur hasta China, porque según los críticos, libran de culpa a Japón por la agresión contra los países vecinos.

El ministro de Relaciones Exteriores de China, Tang Jiaxuan, dijo la semana pasada en Beijing a su par japonesa, Makiko Tanaka, que Tokio debería examinar la historia con honestidad.

«Esperamos que Japón aclare su posición sobre la historia y dé pasos específicos para corregir los libros de estudio escritos por derechistas», sostuvo Tang.

«Mi corazón siente dolor por la cuestión de esos libros de historia», replicó Tanaka, quien alegó que esas obras no expresan la posición de Tokio, aunque hayan sido aprobados por el Ministerio de Educación.

En 1995, Japón pidió perdón al pueblo chino por los crímenes cometidos durante la guerra, recordó la ministra.

«Expreso una vez más mis profundos sentimientos de arrepentimiento y presento mi sentida disculpa», dijo el entonces primer ministro japonés Tomiichi Marayama, en ocasión del 50 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, las autoridades chinas prefieren ignorar aquella declaración y alimentar la hostilidad popular contra Japón.

«Las mentiras escritas con tinta no tapan los hechos escritos con sangre», sostuvo la Conferencia Popular Consultiva, organismo asesor del Partido Comunista Chino, en un comunicado dado a conocer el mes pasado sobre los crímenes de guerra japoneses.

«La guerra de agresión, en extremo bárbara y brutal lanzada por los imperialistas japoneses contra China provocó graves calamidades al pueblo chino. Las horribles atrocidades cometidas por los imperialistas japoneses no pueden ser negadas por nadie», añadió.

«Reconocer y afrontar la historia de la agresión japonesa es la base política para las relaciones entre Japón y China», sostuvo a su vez el diario del Partido Comunista Chino.

Beijing y Tokio firmaron un Tratado de Paz y Amistad en 1978, y en la actualidad Japón es el mayor socio comercial de China y el cuarto inversor extranjero en el país.

Sin embargo, los estatales medios de comunicación chinos brindan escasa información sobre la asistencia económica y financiera japonesa al país, que sumó 24.000 millones de dólares en los últimos 20 años.

Los diarios chinos destacan, en cambio, informes acerca de «nuevas revelaciones» de la brutalidad japonesa en la guerra.

A fines de 2000 se produjo un acto de piratería informática contra el sitio en chino de la firma japonesa Toshiba en Internet, la red mundial de computadoras, donde alguien que firmó Miss Assassin (Señorita Asesina) dejó el mensaje: «Aniquilar a los demonios japoneses. Ahorcar a sus colaboradores chinos».

La prensa china dio amplia cobertura al hecho, con artículos que azuzaron los sentimientos antijaponeses y fueron seguidos por una catarata de virulentas cartas contra Japón enviadas a los diarios.

La persistente hostilidad contra Japón en China se debe a que el pueblo chino no cuenta con vías institucionales para recordar a sus muertos en la Segunda Guerra Mundial, sostuvo Stephen MacKinnon, profesor de historia de las relaciones entre China y Japón en la estadounidense Universidad Estatal de Arizona.

En China casi no existen espacios públicos que recuerden a los muertos durante la guerra con Japón. Uno de los pocos monumentos dedicados a esa finalidad es el memorial de la masacre de Nanjing, de 1937, en la cual 300.000 civiles chinos fueron asesinados por tropas japonesas.

Los veteranos de esa guerra y sus familiares no reciben pensiones ni otros beneficios del Estado chino, y cuando Beijing y Tokio reanudaron relaciones diplomáticas, en 1972, China no reclamó indemnizaciones por una cuestión de orgullo nacional.

«El principal desahogo para el dolor fue presionar a Japón para que admitiera su culpabilidad», señaló MacKinnon.

La ausencia de conmemoraciones oficiales de las tragedias de la guerra con Japón se debe a que Beijing teme abrir espacio para recordar otras muertes, ocurridas durante el gobierno comunista, como las de la hambruna de 1959-1963, la «revolución cultural» (1966-76) y la represión de protestas en la plaza de Tiananmen, en 1989, afirmó.

En 1958, el líder comunista chino Mao Zedong lanzó el llamado «Gran paso adelante», una acelerada e inflexible campaña de colectivización de la producción rural, cuyo desastroso resultado fue la muerte por hambre de 30 millones de personas entre 1959 y 1963.

La revolución cultural fue lanzada en 1966 por Mao, con apoyo del Ejército y de las organizaciones juveniles comunistas, e implicó la muerte de millones de personas acusadas de «desviaciones ideológicas», así como persecución y diversas formas de hostigamiento de unos 100 millones de chinos.

En 1989, tras el inicio en abril de protestas callejeras encabezadas por estudiantes en Beijing, la represión gubernamental, de cuyo comienzo se cumplieron 12 años el lunes, provocó cientos de muertes. Otros miles resultaron heridos y un número no establecido de personas fueron arrestadas.

«La cuestión de los daños que los chinos se infligieron entre sí en los años posteriores a la invasión japonesa es el verdadero problema para conmemorar las muertes en la guerra», arguyó MacKinnon, durante una entrevista realizada en Beijing.

El lastre histórico de la guerra envenenará las relaciones entre los dos países más poderosos de Asia hasta que la dirigencia comunista china encuentre caminos para admitir las tragedias que ha causado, pronosticó.

«Si China hubiera vivido en democracia desde 1950, la historia de la guerra se habría asumido de otra forma», aseguró. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/dc-mp/ip hd/01

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