/BOLETIN-AMBIENTE/ CUBA: El fin de un pueblo gris

Las personas miran aún asombradas las torres de la fábrica de cemento que dominan la entrada de Mariel, un pueblo cercano a la capital de Cuba que recuperó su color natural tras décadas de ver como todo desaparecía bajo una capa de polvo gris.

Las hojas recuperaron su color verde tras las primeras lluvias de mayo, las casas comienzan a verse azules, rosadas o verdes y los camiones cargados del polvo gris dejaron de recorrer las calles que separan la planta productora de cemento de las áreas de embarque.

«Lo que salía de esas torres era una columna de polvo. Cemento sin bolsa. Ahora ya no se ve. Eso no quiere decir que no exista, pero es muchísimo menos», dijo a IPS Oscar Espino, funcionario del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

Periodista de profesión, Espino dirige la Unidad de Medio Ambiente de esa cartera en la provincia de La Habana, vecina a la capital, y estuvo entre los encargados de una inspección estatal que motivó el cierre temporal de la fábrica de Mariel.

La planta cerró el 5 de junio del año pasado, en ocasión del Día Mundial del Medio Ambiente, y reabrió en marzo último, luego de minimizar considerablemente la emisión de partículas a la atmósfera y su impacto en la población local.

«Entre 60 y 70 toneladas de cemento eran expulsadas diariamente a la atmósfera, mientras que ahora los niveles están por debajo de los límites establecidos por la Unión Europea para los países en desarrollo», explicó Espino.

En otras palabras, según el director de la cementera, Juan Luis Fonseca, la emisión de polvo se redujo en cien veces y la fábrica figura entra las nominadas este año para el Premio Nacional de Medio Ambiente.

Mariel, situado a unos 50 kilómetros al oeste de La Habana, pasó a la historia en 1980 cuando cientos de miles de emigrantes cubanos salieron del país por su bahía, durante el mayor éxodo masivo hacia Estados Unidos producido en Cuba en el siglo XX.

Pero más allá de ese acontecimiento, este es un pueblo tranquilo, cuya economía gira alrededor de su puerto, de una central termoeléctrica y de la fábrica de cemento, que abrió sus puertas por primera vez en 1918 con tecnología estadounidense.

Tras el arribo al poder de Fidel Castro, en 1959, y con el fortalecimiento de los vínculos con el bloque socialista que lideraba la desaparecida Unión Soviética, la vieja fábrica fue sustituida por una más moderna, con tecnología de la también desaparecida República Democrática Alemana.

A comienzos de la década del 90, cuando la isla enfrentaba los peores momentos de la crisis económica que aún persiste, la planta necesitaba de fuertes inversiones para restaurar o sustituir sus sistemas de captación de polvo.

Los esfuerzos en ese sentido comenzaron en 1994, pero sólo el año pasado se obtuvieron los recursos necesarios. Veintiocho por ciento de los 18 millones de dólares invertidos en mejorar la fábrica se destinaron a medidas vinculadas a la protección del ambiente.

La inversión mejoró los electrofiltros de los molinos y la torre de acondicionamiento de gases. Además, se construyó un oleoducto, se instaló una banda transportadora desde la fábrica al lugar de embarque y se resolvieron los problemas de dragado.

Fonseca, ingeniero eléctrico que trabaja en la fábrica de Mariel desde 1974 y que la dirige desde hace 13 años, reveló que la instalación cuenta ahora con una política y estrategia ambiental que incluye a la comunidad.

«Increíble», es la reacción más común entre los vecinos que, a más de dos meses de la reapertura, aún temen que todo sea una ilusión y que las capas de polvo gris vuelvan a acumularse en sus casas.

«Las crisis de asma me daban cada noche y cuando no tenía asma, me pasaba el día estornudando por la alergia. Ahora, desde que hay menos polvo, me estoy sintiendo mucho mejor», dijo Maricela Guzmán, una marieleña de 32 años.

Fuentes de la Oficina Nacional de Estadísticas indican que 42.139 personas vivían en el municipio del Mariel a fines del año pasado, 20.986 de las cuales eran mujeres. De la población total, 31.689 habitaban en zonas urbanas.

Las emisiones de la fábrica de cemento contribuyeron a que, hasta 2000, los habitantes de la capital municipal reportaran índices de enfermedades respiratorias agudas y crónicas por encima de la media nacional.

Según el último Anuario Estadístico del Ministerio de Salud Pública, en los centros asistenciales cubanos se registraron en 1998 más de 4,9 millones de casos de enfermedades respiratorias agudas, que equivalen a 441.6 por cada 1000 habitantes.

Espino señaló que, cuando se realizó la inspección en Mariel, toda la vegetación de la región estaba cubierta por una capa de polvo, que evita la transpiración y va provocando la muerte lenta de la vegetación.

El microplantum y la fauna marina de la bahía de Mariel se encuentran aún severamente afectadas por la acumulación de polvo en su lecho, agravados por los problemas de desagüe fluviales que existían en las canteras de la fábrica, añadió.

Un informe de Agencia Ambiental Entorno Cubano, que actúa en la ilegalidad, había advertido en 1998 que la nube de polvo procedente de esa industria podía extenderse por unos 14 kilómetros.

La situación fue catalogada como un «caso grave de contaminación de la atmósfera» en un estudio sobre Cuba de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

En Estados Unidos, donde en 1999 operaban más de cien fábricas de cemento, se estima que la alta emisión de toneladas de partículas tóxicas de los molinos de cemento causa enfermedades neumológicas y cancerígenas en las personas.

El cierre temporal de la cementera de Mariel fue una de las primeras medidas adoptadas en la provincia de La Habana, tras la entrada en vigor del decreto-ley 200, de 1999, sobre las contravenciones en materia de ambiente.

El Centro de Inspección y Gestión Ambiental del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, dictó el año pasado sanciones contra 110 personas jurídicas, en su mayoría empresas estatales, y clausuró 11 obras por su impacto ambiental.

Silvia Alvarez, directora del centro, reveló a IPS que de 1.098 licencias solicitadas a esa entidad el año pasado, 736 fueron otorgadas y hasta el momento se han denegado 12, entre ellas una para la construcción de un hotel en un cayo al norte de la isla.

Sin la licencia ambiental, que contempla una serie de condiciones en materia de protección del entorno, está prohibido el inicio de cualquier inversión cubana o de capital mixto, en nuevos planes de desarrollo o en entidades en reconstrucción.

Las inspecciones ambientales también se realizan desde fines de la pasada década a organismos, territorios y ecosistemas naturales.

«Por el momento, tratamos de ser flexibles con las instalaciones antiguas y les indicamos un grupo de medidas antes de llegar al extremo de cerrarlas», explicó Jorge Alvarez, especialista del centro de inspección. (FIN/IPS/da/dm/en/01

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