/BOLETIN-AMBIENTE/ ARGENTINA: Un campo de pruebas de las semillas transgénicas (*)

Argentina, donde los transgénicos tienen fuerte presencia en la agricultura, sumó un nuevo producto de laboratorio: se trata de un algodón modificado resistente a un poderoso herbicida, que ahorrará costos a los cultivadores.

La Secretaría de Agricultura aprobó la comercialización de una semilla genéticamente modificada de algodón -el algodón RR o resistente al herbicida glifosfato-, desarrollada por la multinacional estadounidense Monsanto.

El algodón RR se obtuvo incorporando a la semilla original una bacteria que modifica su estructura genética. Esa aplicación vuelve a la planta resistente a un herbicida total -que mata todo lo verde que hay en la naturaleza- creado por la propia Monsanto y cuyo principio activo es el glifosfato.

Además de quedar a salvo de los efectos del glifosfato, este algodón transgénico es de manejo más sencillo que el convencional y reduce los costos de las cosechas.

Se estima que el uso del algodón RR representará un ahorro para los cultivadores entre 15 y 20 por ciento, el mismo que se ha logrado con la soja RR, también transgénica, elaborada por Monsanto con base en el gen resistente al glifosfato y aprobada para comercializarse en 1995.

Los organismos genéticamente modificados (OGM) tienen campo fértil para su expansión en Argentina, donde 50 por ciento de las exportaciones ya están compuestas de productos transgénicos.

Argentina es uno de los primeros productores y exportadores del mundo de la soja RR, que ocupa el 80 por ciento de la superficie cultivada con ese grano en el país. Se trata de la proporción más alta del mundo: Estados Unidos, por ejemplo, sólo destina 45 por ciento del área total sembrada de soja a variantes transgénicas.

La aprobación del algodón RR por parte de la Secretaría de Agricultura podría significar un respiro para un sector agrícola que considera «terminal» la crisis que atraviesa a causa de la caída de los precios, de radicales variaciones del clima y de la falta de apoyo oficial.

En Australia, la adopción del algodón resistente al glifosfato «fue masiva, porque baja mucho los costos de producción», señaló a IPS Esteban Hopp, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina y miembro de la Comisión Nacional de Biotecnología.

La agrónoma Perla Godoy, integrante de la comisión de asesoramiento para evaluar el impacto ambiental del uso masivo de semillas modificadas, aseguró que la nueva variedad pasó por todas las etapas de control, que llevan muchos años.

Pero Godoy y Hopp admiten que, en el largo plazo, pueden requerirse nuevas variedades para responder a una mayor resistencia de las malezas a los herbicidas.

«Cuando se desarrolla un insecticida, ya se sabe que con el tiempo los insectos habrán desarrollado resistencia a la fórmula y habrá que pensar en una nueva», observó Godoy. Lo mismo puede ocurrir en el caso de las hierbas que restan fortaleza a la soja o al algodón.

El empleo masivo del mismo herbicida en diversos cultivos dará lugar en el corto plazo a malezas resistentes, imposibles de controlar, aseguró a IPS Emiliano Ezcurra, experto de Greenpeace en materia de OGM.

La Universidad Nacional de Rosario, situada al noroeste de Buenos Aires, advirtió que el uso masivo de glifosfato causa la aparición de malezas muy resistentes a ese producto. Sus estudios permitieron detectar cambios en las comunidades de malezas.

El glifosfato alcanzó notoriedad en 2000 tras la polémica causada en Colombia, donde fue usado desde principios de los años 90 para fumigar plantaciones de coca, en el marco de la guerra contra las drogas.

El glifosfato mató indiscriminadamente flora y fauna en Colombia, aseguran los ambientalistas. Pero Monsanto continúa invirtiendo en su producción.

La multinacional, que nació en 1901 como una empresa farmacéutica y de alimentos y que desde 2000 es subsidiaria agrícola de la corporación Pharmacia & Upjohn, obtiene fuertes ganancias con el glifosfato: en Argentina, las ventas pasaron de 60 a 120 millones de dólares en los últimos cuatro años.

Argentina ha quedado en posición «muy vulnerable» en el mercado internacional de productos agrícolas, debido al énfasis puesto en las semillas transgénicas, advirtió Ezcurra.

«¿Qué vamos a hacer si aparecen datos más contundentes acerca de riesgos de estos usos para la salud o para el ambiente?», se preguntó. «Este país está atado de pies y manos».

Los científicos están divididos ante los riesgos de la biotecnología aplicada a la agricultura. Algunos creen que son suficientes los controles empleados para la aprobación de cada variedad, pero en opinión de otros no puede asegurarse que esos productos no tendrán impacto ambiental o en la salud humana en el largo plazo.

Greenpeace también señaló que en la Comisión Nacional de Biotecnología de Argentina, donde hay delegados de empresas que venden las semillas mejoradas y los herbicidas, no están representadas las organizaciones ambientalistas.

En realidad, una organización, la Sociedad Ecológica Argentina, participa de esa comisión oficial, que tiene el cometido de asesorar a la Secretaría de Agricultura para la aprobación del uso de semillas transgénicas. Pero Greenpeace no le reconoce representatividad. (FIN/IPS/mv/mal-ff/en/01) —— (*) Esta información fue publicada por el multimedios Tierramérica con el título «El algodón también es transgénico» (www.tierramerica.net) —-

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