(Arte y Cultura) LIBROS-AMERICA LATINA: Una de piratas

Editores estudian mecanismos de defensa ante la piratería de libros en América Latina, donde anualmente se fotocopian entre 50 y 60 millones de ejemplares, una práctica defendida por estudiantes y hasta por escritores que cuestionan la escasa retribución obtenida por su trabajo.

La piratería crece de manera constante en la región y se calcula que la quinta parte de las 250.000 millones de fotocopias que se hacen por año son la reproducción de materiales protegidos por leyes de derechos de autor, aseguró el español Federico Ibáñez en un foro en Costa Rica.

Ibáñez, presidente del Centro Español de Derechos Reprográficos (Cedro), advirtió los perjuicios de esta práctica en el congreso de editores realizado el fin de semana pasado en San José, en el marco de la IV Feria del Libro, que finalizará el próximo domingo.

«Lo malo no es que se reproduzcan textos, sino que no se retribuya a quienes han gastado tiempo y recursos para crearlos», dijo Ibáñez, quien instó a sus colegas a fortalecer la lucha en defensa de la propiedad intelectual en América Latina y el Caribe.

Para ello propuso al congreso, que lo incluyó entre sus recomendaciones, la creación de las llamadas Sociedades de Gestión Colectiva, que canaliza el cobro de un gravamen por la reproducción parcial o total de libros a universidades y a negocios de fotocopiado.

El producto de ese gravamen se repartirá entre el autor y el editor de cada obra, como ocurre hoy en España, donde esas Sociedades recaudan unos 8,5 millones de dólares anuales, explicó Ibáñez.

El editor español informó que ya existe una entidad de ese tipo en Brasil, con varios años de actividad y funciona muy bien, otra en México y una tercera en formación en Chile.

El congreso de editores latinoamericanos también recomendó diseñar estrategias de difusión en cada país, en las que se resalte el respeto de los derechos de autor y de edición, y concientizar a las autoridades educativas sobre el carácter nocivo de la reproducción ilegal de materiales de estudio.

Sin embargo, el planteo de gravar las fotocopias de libros y otras publicaciones es rechazado por autores, que se quejan del bajo porcentaje que reciben de las editoriales por la venta de sus obras, y por estudiantes que recurren a ellas para compensar el alto costo de la mayoría de los libros.

Juan Carlos Rodríguez, estudiante costarricense de primer año universitario, se manifestó extrañado por «tanto alboroto respecto de las fotocopias», al ser consultado por IPS mientras esperaba que le reprodujeran en forma completa una publicación.

Pero esa práctica, que para el joven resulta algo natural, es un gran problema para los editores, quienes ponen énfasis en los perjuicios intelectuales y monetarios que provoca.

«La reproducción ilegal no retribuye en nada al creador y a quien se esforzó por poner la obra a disposición del público. Si los autores y editores no tienen beneficios podrían desaparecer, porque no tendrán de qué vivir», indicó Ibáñez.

Aseguró que, aunque no existen estadísticas, en América Latina se publican entre 50 y 60 millones de ejemplares piratas al año.

Por otra parte, Ibáñez consideró que las fotocopias dañan la educación, porque «se crea una cultura de antología, fragmentaria, de pedacitos de obras».

«La fotocopia tiene un valor instrumental, pero pedagógicamente es mejor tener acceso a la totalidad de la obra. Por supuesto, es más barato meter la mano en el bolsillo ajeno y tomar el dinero que necesitamos, pero eso no está bien», advirtió.

Esa opinión también es compartida por Adelaida Nieto, directora del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc).

«Hay una conciencia (en América Latina) de que no puedes utilizar la propiedad física de otro, pero no se tiene la misma conciencia acerca de la propiedad intelectual del autor y del editor. Es un problema cultural de nuestra sociedad», puntualizó.

La directora de Cerlalc añadió que la piratería deja sin compensación a quien se ha esforzado por su obra, y son otros quienes lucran.

Para Nieto, el alto precio de los libros no es una de las causas de este fenómeno. «Uno no puede decir que si el pan está muy caro me lo robo de la panadería, tampoco la carne. Ese tipo de argumento no tiene un planteamiento correcto», señaló.

El estudiante Rodríguez también prefiere tener libros originales, por eso acude en primera instancia a los comercios que venden publicaciones usadas, pues no puede comprar nuevos, y solo después recurre a las fotocopias.

«Yo soy estudiante, no dispongo de mucho dinero. Entonces, si me piden un libro que cuesta 4.000 colones (unos 12 dólares) y lo puedo fotocopiar por 1.500 colones (unos cinco dólares), claro que prefiero la fotocopia», señaló con énfasis.

La joven poeta costarricense María Montero también se manifestó partidaria de la copia de publicaciones, pues «gracias a las fotocopias, el Tercer Mundo tiene parte del conocimiento que el mundo industrializado le ha negado».

«Si puedo pagar un libro, lo compro, si no, lo fotocopio. Y si busco un libro y sólo hay un ejemplar, con más razón todavía», agregó.

Montero afirmó que los autores reciben muy poco dinero por la venta de sus libros de parte de las empresas editoras. «Casi nadie vive de eso, a menos que sea un Stephen King o un (Gabriel) García Márquez. Los demás no, y la pérdida es básicamente por el intermediario», aclaró.

Apuntó, además, que las grandes empresas editoriales están reaccionando porque ven que el negocio se les va de las manos ante la democratización del conocimiento a través de la red mundial de computadoras.

A Montero no le importa que sus libros sean fotocopiados, ya que «el verdadero valor de un libro no es el objeto en sí, sino el conocimiento que transmite y, si puede llegar a más gente ¡benditas sean las fotocopias!»

Mientras, Nieto advirtió que la industria cultural está sufriendo cambios, como ocurre con el cine, el teatro, la música y otras expresiones.

«El libro no va a dejar de existir, pero es posible que se desarrollen otras formas que no sean en papel y que sean más beneficiosas para la naturaleza. Seríamos muy miopes si no reconociéramos que lo que sí se van a transformar son las formas de producción y distribución», explicó.

«Es posible que en un futuro puedas cargar un artefacto en forma cómoda en el que lleves más de 100 libros. Uno iría a una librería a cargar y descargar el aparatito con otros libros, aunque esto por ahora es sólo una fantasía». (FIN/IPS/mso/dm/cr/01

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