ARGENTINA-URUGUAY: El futuro, en los cuarteles españoles

La ilusión de progreso que proyectó la clase media de Argentina en el siglo XX fue sepultada por una crisis que para muchos no tiene solución a la vista. Pero en medio de ese desencanto hay jóvenes que no se resignan y, sin grandes ambiciones, buscan mejor futuro fuera de fronteras.

Es el caso de los centenares de argentinos entre 18 y 28 años y con doble nacionalidad que aceptaron la convocatoria para sumarse a las filas de las Fuerzas Armadas de España, a cambio de una paga entre 350 y 600 dólares mensuales, más alojamiento y comida.

La búsqueda del Ministerio de Defensa español obedece al escaso interés de los jóvenes de ese país a integrarse a un cuerpo militar que ofrece bajos salarios respecto del promedio general en España y que debe suplir los puestos que hasta 2000 eran cubiertos por el servicio militar obligatorio, suprimido este año.

Por eso, España busca reclutas en América Latina, comenzando por Argentina y Uruguay, dos países en los que encontró un terreno abonado por la desilusión y el alto desempleo.

La desocupación alcanza en Argentina a casi 15 por ciento de la población económicamente activa, mientras que entre los jóvenes de 15 a 19 años trepa hasta 34 por ciento, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Estos datos se repiten casi calcados en Uruguay.

Encuestas argentinas también revelaron el año pasado que 52 por ciento de los jóvenes entre 18 y 29 años que tienen trabajo temen perderlo y 45 por ciento de los universitarios señalan su intención de emigrar.

La convocatoria española fue enviada a 27.000 argentinos y a 7.000 uruguayos, mediante una carta titulada: «?Buscas una oportunidad?».

La invitación, que en otro momento podría haber resultado poco atractiva, fue respondida por más de 600 jóvenes argentinos, 304 de los cuales fueron finalmente seleccionados.

En Uruguay la invitación fue atendida también por 600 personas, y 160 fueron aceptadas. El martes partieron 80 uruguayos con doble nacionalidad para enrolarse en las fuerzas militares españolas.

El perfil de los candidatos que se presentaron también desorienta, pues la escasa retribución salarial que se ofrece hacía pensar en principio que serían atraídos los jóvenes de sectores de menores recursos, con poca preparación o con vocación militar.

Sin embargo, muchos de los seleccionados en Argentina tienen empleo, cursan estudios universitarios o terciarios y son reticentes a andar armados.

¿Qué es entonces lo que llevó a más de 300 jóvenes a dejar a su familia y embarcarse en busca de algo tan parecido o -a simple vista- aún menos tentador que lo que tienen en sus países?, se preguntan los expertos.

Las respuestas están en las palabras coincidentes que los nuevos emigrantes repitieron a la hora de partir: oportunidad, progreso, carrera, futuro, posibilidades, porvenir. Casi lo mismo respondieron los uruguayos.

Javier Saldaña tiene 22 años y nació en Madrid pero vivió la mayor parte de su vida en Rosario, en la provincia argentina de Santa Fe.

Saldaña, analista de sistemas, dijo que le gustaría ir a la Escuela de Paracaidistas de Madrid y advirtió que «acá no tenía posibilidades, mientras que allá, con la informática, voy a tener muchas más».

En la misma ciudad de Rosario, la milicia española encontró a dos hermanas de doble nacionalidad, Rosalía y Silvina Kriwoj, que aceptaron también el reto. «Mis abuelos vinieron huyendo de la guerra y nosotras nos vamos porque acá no tenemos posibilidades de crecer», dijo una de ellas.

Por su parte, Alfredo Yepes, de la provincia de Córdoba, explicó que aceptó porque le dieron «una perspectiva de vida, de progreso, una cosa que Argentina actualmente no ofrece, y menos a los jóvenes».

«Salís de la facultad con un título y después terminás trabajando de cualquier otra cosa», declaró Yepes con escepticismo, tras señalar que cursaba el segundo año de ingeniería de sistemas en la Universidad Tecnológica Nacional de Buenos Aires.

Yepes, que ahora se ilusiona con especializarse en telecomunicaciones, recibirá un salario de 600 dólares, aportes para su jubilación, un seguro social, casa y comida. Luego de tres años de servicio militar podrá buscar un trabajo en España y eventualmente seguir estudiando en la universidad.

La joven abogada Celia Niubo también forma parte del nuevo grupo de emigrados. «A mí el derecho me gusta, ojalá pudiera convalidar mi título profesional y quedarme en España una vez que termine mi contrato de dos años en un hospital de la Fuerza Aérea», comentó.

Su compañera de viaje, Cecilia Crespo, se ilusiona en cambio con terminar en España la carrera de Biotecnología, que comenzó en Buenos Aires, y luego seguir trabajando allí.

En cambio, Martín Rodríguez, un actor, manifestó otras inquietudes. «Ni loco quisiera ir a una guerra», aclaró de entrada.

Sin embargo, Rodríguez, de 22 años, vio en el llamado una posibilidad, ya que «tengo muchas ganas de cambiar de vida, de hacerme un futuro y acá en Argentina no lo veo para nada».

«Allá (en España) después podés estudiar, por ejemplo, computación y administración, que es lo que me gusta», agregó este cordobés que vivía con sus padres y hermanos, practica artes marciales, trabajaba en un supermercado y, de vez en cuando, filmaba alguna publicidad como actor.

Rodríguez reiteró que no le gustan las armas, dijo que jamás tuvo ninguna en la mano, que sería incapaz de matar a nadie, y que obviamente no le gustaría arriesgar la vida.

Inquietudes parecidas manifestaron varios uruguayos antes de viajar a España esta semana. José Pería, de 23 años, admitió tener «un poco de miedo» por lo que le aguarda en su nuevo destino.

Pería indicó que estudiaba derecho en Montevideo, pero ahora pretende hacer un curso de administración en el ejército español y luego, diploma en mano, buscar trabajo en el país de sus antepasados.

La necesidad de construirse un destino más seguro es constante entre los jóvenes que partieron a España. Incluso varios de ellos destacaron la posibilidad de jubilarse en España, y tener un pasar más seguro que el que tienen hoy sus padres.

En Argentina, la mayoría de los pensionados no ganan el mínimo para su subsistencia.

«Es triste porque con nosotros se va un pedazo de futuro, pero es así, yo no quiero sobrevivir, quiero vivir y sentirme útil. Mis amigos y mis hermanos trabajan muchas horas, no tienen tiempo de estudiar ni de nada, y encima no ganan bien», lamentó Octavio Hortal, de 18 años.

Por eso Hortal, que ya llamó a su madre desde Toledo, partió esta semana a España con ilusiones.

«Voy a hacer la carrera de dos años como soldado y después quizás tenga posibilidades de ascensos, seguridad social, créditos para vivienda, un buen sueldo y muchas otras ventajas», comentó antes de su partida.

«La gente allí se jubila a los 53 años, y quien sabe entonces podría trabajar de custodia en una tienda como El Corte Inglés», añadió Hortal, imaginando su futuro dentro de 40 años.

Hortal también aclara, por las dudas, que el oficio militar no le apasiona.

Las ambiciones de estos argentinos y uruguayos no parecen desmedidas. Sueñan con futuro mejor al igual que lo hicieron sus padres o abuelos, que con poca o ninguna instrucción llegaron en el pasado a América del Sur. El ciclo parece recomenzar ahora, pero en sentido contrario. (FIN/IPS/mv/dm/pr/01

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