El presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, elogió la «gran labor» del gobierno de Cuba en materia de desarrollo social, especialmente en salud y educación.
Las declaraciones de Wolfensohn reflejan los datos contenidos en la edición 2001 del informe Indicadores de Desarrollo Mundial, publicado el domingo pasado por la institución multilateral, en la cual Cuba prácticamente ocupa el primer lugar entre los países en desarrollo en todas las categorías de salud y educación.
El informe precisa que el desempeño de La Habana mejoró en ambas áreas, a pesar de que el gobierno de Fidel Castro soporta un embargo comercial impuesto hace casi 40 años por Estados Unidos y de que la tradicional ayuda que recibiera de la Unión Soviética cesara en 1991, con la caída del régimen soviético.
«Cuba ha hecho una gran labor de educación y salud», declaró Wolfensohn a la prensa, al concluir la reunión anual del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en Washington.
Las autoridades cubanas «han hecho una buena labor, y no me avergüenza admitirlo», sostuvo el presidente del Banco Mundial.
Las declaraciones de Wolfensohn reflejan la creciente valoración del desarrollo social cubano por parte del Banco, aunque las políticas económicas de La Habana son diametralmente opuestas a la ortodoxia neoliberal conocida como el «Consenso de Washington» que recomienda el organismo multilateral a través de sus polémicos programas de ajuste estructural.
«En cierto sentido, (Cuba) es casi un antimodelo», comentó Eric Swanson, director del Grupo Datos de Desarrollo que compiló el informe, unas 400 páginas que abarcan decenas de indicadores económicos, sociales y ambientales.
De hecho, Cuba es prueba de que, en muchos sentidos es exagerada, sino errónea, la afirmación del Banco Mundial de que la pobreza no puede combatirse sin el crecimiento económico.
La economía cubana, que sufrió grandes retrocesos tras perder los subsidios soviéticos, sobre todo del petróleo, aún no se ha recuperado del todo. El crecimiento de la economía ha sido mediocre, alimentado en parte por una creciente industria turística y limitadas inversiones extranjeras.
La política económica de La Habana es la antítesis de lo propuesto por el Banco Mundial. El Estado controla casi toda la economía, sólo permite un pequeño espacio a la empresa privada, subsidia casi todos los productos básicos, y su moneda no es convertible.
El Estado controla firmemente la inversión extranjera y suele cambiar las reglas sorpresivamente y por razones políticas.
Sin embargo, sus conquistas en materia de desarrollo social no sólo se mantuvieron, sino que avanzaron, según el informe del Banco Mundial.
La tasa de mortalidad infantil descendió de 11 muertes cada 1.000 nacimientos en 1990 a siete en 1999, lo cual ubica a Cuba entre las filas de los países industrializados, en el sexto lugar mundial, según Jo Ritzen, vicepresidente de Política de Desarrollo del Banco Mundial.
En comparación, la tasa de mortalidad infantil de Argentina ascendió a 18 cada 1.000 nacimientos en 1999, la de Costa Rica a 12, y la de Chile a 10. El promedio en América Latina y el Caribe ascendió a 30 en 1999.
Así mismo, la tasa de mortalidad para los niños menores de cinco años en Cuba descendió de 13 a ocho por 1.000 en la última década. Esa cifra es 50 por ciento menor a la de Chile, el segundo en la lista de países latinoamericanos con menor mortandad en menores de cinco años. El promedio de la región fue de 38 en 1999.
«Seis cada 1.000 en mortalidad infantil, lo mismo que España, es sencillamente increíble. Cuba tuvo un desempeño sumamente bueno en el ámbito del desarrollo humano», destacó Ritzen, ex ministro de educación holandés. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/dv/01