La confirmación por el presidente George W. Bush del plan de construcción de un sistema estadounidense de defensa contra misiles aumentará la tensión internacional y revertirá los esfuerzos de desarme, advirtieron críticos.
Las declaraciones de Bush marcaron la apertura formal de una intensa campaña para persuadir al Congreso nacional y a estados extranjeros de la factibilidad tecnológica del plan y de que sólo está dirigido contra «estados renegados» que pretenden obtener armas de destrucción masiva y los misiles para transportarlas.
En un importante discurso político pronunciado el martes en la Universidad de Defensa Nacional, en Washington, Bush exhortó a dejar atrás el Tratado sobre Misiles Antibalísticos entre Estados Unidos y la Unión Soviética (1972), considerado un pilar de los esfuerzos internacionales para el control de las armas.
«Deberíamos trabajar juntos para sustituir este tratado por un nuevo marco que refleje una clara ruptura con el pasado, en especial con el legado de la guerra fría», dijo el mandatario, apelando directamente a Rusia, el estado sucesor de la Unión Soviética.
Así mismo, anunció el envío la semana próxima de una delegación de alto nivel, integrada por los subsecretarios de Estado y de Defensa y el asesor suplente de seguridad nacional, para dialogar sobre el plan con aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Asia y el Pacífico Sur.
«Serán consultas reales. No presentaremos a nuestros amigos y aliados decisiones unilaterales ya tomadas», aclaró. «También precisaremos llegar a otros países interesados, como China y Rusia», agregó.
Por motivos similares a los esgrimidos por críticos nacionales, muchos aliados de Estados Unidos consideran que el programa antimisiles es una mala idea.
Rusia se opone férreamente al plan, y China, cuyos vínculos con Washington se volvieron cada vez más tensos desde que Bush asumió la presidencia en enero, advirtió que el despliegue de tal sistema tendría «consecuencias desastrosas».
La mayoría de los analistas creen que Beijing, aun más que Moscú, buscará contramedidas, como el rápido fortalecimiento de su pequeña fuerza de misiles balísticos intercontinentales y la fabricación de cientos o quizá miles de misiles señuelo.
Funcionarios chinos han expresado escepticismo sobre la insistencia de Bush en que su sistema antimisiles estará dirigido sólo contra «estados renegados» como Irak o Corea del Norte, y no contra Beijing, descripto por Washington como un «rival estratégico» o «competidor».
Bush, cuyas declaraciones del martes estuvieron de acuerdo con el discurso de su campaña presidencial, acompañó su anuncio con la promesa de reducir unilateral y rápidamente el arsenal nuclear de Washington, de unas 7.000 ojivas.
La intención es llegar «al menor número posible permitido por las necesidades de seguridad nacional, incluidas las obligaciones hacia nuestros aliados», dijo.
También sugirió que Washington estaría dispuesto a trabajar con Rusia en la mejora de sus capacidades de advertencia temprana, e incluso en la formación de «un sistema de defensa conjunto».
Sin embargo, algunos críticos consideraron que esas medidas no son más que «un baño de azúcar» para el abandono por la única superpotencia militar del mundo de elementos clave del régimen internacional de control de armas construido durante la guerra fría.
Esos elementos clave incluyen el Tratado sobre Misiles Antibalísticos y los esfuerzos por mantener las armas nucleares fuera del espacio exterior.
«Aparentemente, el gobierno piensa que la 'píldora venenosa' de la guerra de las galaxias será más fácil de tragar con el 'confite' de la reducción de armas nucleares», comentó John Isaacs, presidente del Consejo para un Mundo Habitable, un grupo con sede en Washington.
El despliegue del sistema nacional antimisiles en Estados Unidos y sus bases militares de todo el mundo hará que Rusia y China en particular retengan o aumenten sus arsenales nucleares, aún si Washington recorta el suyo hasta en dos tercios, advirtió.
«Los beneficios de la reducción de armas nucleares se perderán si el sistema antimisiles desata una nueva carrera armamentista», agregó James Walsh, un especialista de la Universidad de Harvard.
Otros críticos, así como miembros de la inteligencia estadounidense, advirtieron que el despliegue del sistema puede desencadenar una nueva carrera armamentista en Asia, haciendo que primero China, luego India y después Pakistán aumenten sus misiles o construyan sus propios sistemas antimisiles.
El abandono del Tratado sobre Misiles Antibalísticos implica dejar atrás la disuasión mutua, un elemento clave que ayudó a contener la carrera armamentista y a mantener la paz entre las partes durante la guerra fría.
Como lo dijo el propio Bush el martes, «la seguridad de Estados Unidos y de la Unión Soviética se basaba en la premisa de que ninguna parte dispararía armas nucleares contra la otra, porque eso significaría el fin de ambas naciones».
Esa premisa quedó plasmada en el Tratado sobre Misiles Antibalísticos, que dejó a ambas partes «abiertas y vulnerables a ataques nucleares».
Sin embargo, dijo Bush, aunque ese principio funcionó durante la guerra fría, cuando había sólo dos superpotencias y un puñado de países nuclearizados, «hoy el mundo es muy diferente» porque «más y más naciones tienen armas nucleares y muchas más quieren tenerlas».
Además, muchos países han adquirido armas químicas o biológicas, así como tecnología de misiles balísticos, que han proliferado rápidamente, añadió.
«A diferencia de la guerra fría, la mayor amenaza actual no procede de los miles de misiles balísticos en manos soviéticas, sino de una pequeña cantidad de misiles en manos de estados terroristas», observó el presidente.
Por lo tanto, «la disuación ya no puede basarse únicamente en la amenaza de las represalias nucleares», concluyó.
La iniciativa de Bush representa la última encarnación de la «guerra de las galaxias» promovida por el presidente Ronald Reagan (1981-1989), un experimento frustrado para desarrollar un sistema espacial que pudiera destruir misiles a mitad de vuelo, que costó 120.000 millones de dólares.
Bajo presión del Partido Republicano, la administración de Bill Clinton (1993-2001) intentó diseñar un sistema terrestre mucho más limitado, a un costo adicional de 60.000 millones de dólares, pero suspendió el proyecto a fines del año pasado tras el fracaso de varias pruebas iniciales.
«La defensa contra misiles requiere tecnologías que todavía no sabemos construir», declaró Ted Postel, un experto en misiles del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que trabajó para el Pentágono (Departamento de Defensa).
Bush fue deliberadamente vago sobre el diseño y el alcance del sistema que se propone construir, excepto por la posibilidad de interceptar misiles en su despegue.
El mandatario no mencionó explícitamente la posibilidad de un sistema espacial como el que promueve el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
«Quizá no quiso asustar todavía más a los aliados extranjeros», comentó Gordon Clark, coordinador en Washington de la campaña de desarme de la organización ambientalista Greenpeace.
Bush también omitió hablar sobre costos, aunque el sistema multidimensional favorecido por Rumsfeld volverá insignificante el precio del programa de Clinton, según William Hartung, analista del Instituto de Políticas Mundiales, con sede en Nueva York.
«Será un enorme regalo caído del cielo para los cuatro principales fabricantes de misiles», dijo. (FIN/IPS/tra-en/jl/js/mlm/ip/01