(Arte y Cultura) ARGENTINA: El arte para superar la marginalidad

Mujeres de La Cava, un barrio pobre del área metropolitana de la capital argentina, lograron realizar con éxito un espectáculo de danza en un teatro de la zona más rica de la ciudad, tras años de trabajo por pura vocación

El grupo artístico «Viejas locas» trabaja en Puertas al Arte, una de las seis sedes que tiene la Fundación Crear Vale la Pena en zonas aledañas a «villas miseria», como se denomina en Argentina a los asentamientos de viviendas precarias, sin servicios de luz, gas y agua potable ni saneamiento.

Las mujeres, de entre 25 y 50 años y que viven en el barrio La Cava, de la localidad de San Isidro, provincia de Buenos Aires, bailaron en el Centro Cultural Recoleta al ritmo de tangos y con un armario, algunas sillas casi en desuso y otros elementos de la vida cotidiana como única escenografía.

La experiencia obtuvo la gran aceptación de la crítica y del público, que quedó maravillado por la actuación del cuerpo de baile femenino.

El espectáculo y sobre todo el lugar en el que se exhibió, el rico barrio de La Recoleta, fue un hito para la Fundación, que desde hace 10 años ofrece en barrios pobres capacitación en danza, música, fabricación de instrumentos musicales y talleres de lectura y de narración, y forma maestros en esas artes.

«Llegar al barrio de La Recoleta, en los antípodas de La Cava, fue para nosotros una marca», confesó a IPS la presidenta de la Fundación, Inés Sanguinetti, quien manfestó su gran satisfacción por haber cumplido ese sueño tras años de trabajo con diversos grupos de artistas en camino de profesionalizarse.

Sanguinetti explicó que el objetivo de Crear es «rescatar la capacidad que tienen de armar un proyecto artístico esas personas de barrios pobres, que no son ni delincuentes ni incapaces, sino que simplemente están al margen del sistema educativo y laboral.

«Trabajamos a partir de lo que la gente tiene, no desde lo que carece, y pedimos a artistas destacados que colaboren con ellos para construir un proyecto, siempre con la idea de crear situaciones de trabajo que los coloquen en una condición de igualdad, no de diferencia. Aquí no hay caridad», remarcó.

Para Sanguinetti, la pobreza es producto de la falta de empleo y de dinero, pero la exclusión social llega cuando, además de la merma de ingresos, las personas quedan al margen de las redes culturales que les permiten vincularse a instituciones.

«No puede haber ciudadanía plena si no hay inversión cultural», destacó.

El proyecto comenzó luego de que la fundadora de la organización y un grupo de colaboradores descubrió que en los barrios marginales la valoración cultural era más fuerte que en las capas sociales más altas.

«Donde no hay capacidad de consumo, el arte es motor de la vida social, por eso fue que una propuesta como la nuestra creció de manera increíble», explicó Sanguinetti.

La cantidad de participantes en el programa Puertas al Arte creció hasta 800 desde su inicio hace una década, y hoy esperan su oportunidad unos 400 candidatos.

En el grupo no gubernamental actúan unos 80 voluntarios y unos 40 maestros de los talleres de arte, más de la mitad de los cuáles se capacitó en la propia fundación.

La Fundación Crear Vale la Pena consiguió este año que la Dirección de Enseñanza no Formal, del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, les otorgue un certificado oficial de los cursos, lo cual permite a los egresados el reconocimiento necesario para trabajar en forma profesional.

«Cuando comenzamos a investigar para saber si había interés, encontramos que en el barrio existían salas de vídeo-debate, grupos que se reunían a tocar la guitarra -aunque al instrumento le faltase alguna cuerda- y se realizaban bailes en la calle, teatro infantil y hasta concursos literarios», recordó Sanguinetti.

Ese fenómeno de expresión artística impulsó al grupo a armar una fundación que diera un marco y un apoyo al desarrollo de proyectos personales y grupales, siempre vinculados al arte.

En la actualidad, la Fundación cuenta con la ayuda de 300.000 dólares por tres años, otorgada por el Banco Interamericano de Desarrollo, y con un aporte aún mayor de la organización suiza Acción por la Vida y la Naturaleza (Avina).

Avina buscó se asoció con Crear en un proyecto de cambio social a partir de la expresión artística.

Sin embargo, Sanguinetti apuntó que la mayor legitimidad del grupo, incluso ante los donantes, es la gran participación en los cursos de arte, la formación de maestros, el compromiso de los voluntarios y el respaldo económico de decenas de suscriptores que pagan una cuota mensual para sostener el proyecto.

La presidenta de la Fundación narró que en los comienzos «trabajaba con la gente y luego intentaba que mostraran lo que hacíamos en una sala céntrica, para dar un salto integrador, pero siempre fracasábamos».

Esa situación cambió en los últimos años, cuando «comprendí que la clave estaba en convocar a gente muy destacada para que les ayude a dar el salto», relató.

Así, se acercaron a la villa miseria un músico de Estados Unidos para dar un curso de batería, una directora de teatro infantil muy renombrada, precisó.

También hizo lo propio Susana Tambutti, una coreógrafa consagrada por la crítica, quien propuso al grupo de baile «Viejas Locas» trabajar en un espectáculo profesional para llevarlo «al centro» de Buenos Aires.

Después de ver el resultado de «Viejas Locas», logrado básicamente por la disposición de las artistas, son muchos los famosos interesados en trabajar gratis para la fundación.

«Yo sólo vi un vídeo de jóvenes que hacen una coreografía y me quedé impactadísima», aseguró a IPS Nora Moseinco, directora de teatro, convocada a colaborar.

Las mujeres eran amas de casa y, según ellas mismas, comentaron que muchas veces fueron a ensayar con la angustia de haber discutido con sus maridos o compañeros, quienes consideran el trabajo de expresión artística como una pérdida de tiempo y de dinero, una especie de lujo que sólo se les permite a los ricos.

«Mi marido a veces me pregunta que hago todo el día acá, que por qué no me busco un trabajo, pero yo tengo muchas metas para lograr y esto de bailar me gusta de alma, así que le dije: 'o me bancás (apoyás), o no me bancás, pero yo tengo derecho a hacer lo que me gusta», comentó Lorena Estela, una de las bailarinas.

Para Olga González, de 38 años, la Fundación es su segunda casa. «Pienso que es algo que te tiene que salir del alma para que dejes a los chicos en casa y todas las cosas tiradas. Mi marido me dijo hace un tiempo: 'hoy es la última vez que vas', pero acá estoy, sigo viniendo», reconoció sonriente.

Sanguinetti contó que las mujeres que integraron el grupo artístico son amas de casa sin estudios secundarios, pero con un gran talento y capacidad de trabajo.

Dos de ellas cursaron las materias de didáctica de la enseñanza de danza y de música, y hoy son también maestras de la fundación, o sea que tienen un trabajo.

«Yo le digo a mi marido que esta también es una salida laboral», aseguró Lorena, quine intenta también llegar a ser maestra.

Pero esa es una meta a mucho más largo plazo y que requiere mucha mayor inversión en tiempo, esfuerzo y dinero para evitar el destino de un trabajo por horas limpiando casas ajenas. (FIN/IPS/mv/dm/cr dv/01

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe