TRABAJO-BRASIL: 1 de Mayo no llegó al trabajo doméstico

«Nada tenemos que conmemorar el 1 de mayo, porque estaremos trabajando ese día y la jornada de ocho horas aún es un sueño lejano para la mayoría (de nosotras)», señalan las empleadas domésticas en Brasil.

Se trata de cinco millones de trabajadoras, que tampoco pueden celebrar como sería deseable este 27 de abril, su Día Nacional, lamentó Nair Castro Lima, de 63 años, ex presidenta del sindicato de empleadas domésticas de Río de Janeiro.

Por lo menos 800.000 niñas y adolescentes de 10 a 17 años ya son trabajadoras domésticas, un sector en el que tiene escasa vigencia la legislación laboral, según el Instituto de Investigación Económica Aplicada, dependiente del Ministerio de Planificación.

En Brasil es ilegal el trabajo hasta los 15 años de edad, pero millones de niños desempeñan actividades remuneradas, y en muchos casos en condiciones difíciles, como la producción de carbón vegetal.

Las condiciones en que se desempeñan las empleadas domésticas parecen un remanente de la esclavitud, que en Brasil fue formalmente abolida en 1888. La mayoría son negras, viven en cubículos en la casa de los patrones, sin derechos legales ni horario fijo.

«Yo empecé a trabajar a los nueve años de edad, era una niña cuidando dos a otros niños, de cinco y seis años», recordó Castro Lima. «Hoy soy una vieja que asiste a otras viejas», dijo, para explicar que es «acompañante» de una mujer de 89 años.

Castro Lima está jubilada, pero debe trabajar. «Si no, moriría de hambre», pues su pensión jubilatoria se limita a 198 reales (90 dólares). Además hace trabajo voluntario, «escuchando quejas de las colegas» en el servicio jurídico del sindicato.

La actividad sindical le dio una gran alegría cuando en 1995 participó de la Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada por la Organización de las Naciones Unidas en Beijing, como secretaria de Derechos Humanos de la Confederación Latinoamericana de Trabajadoras Domésticas.

Fue «un viaje de sueños, 25 días en Beijing, Shanghai, Taiwan, y un dia en Japón», señaló.

Su sindicato solo obtuvo reconocimiento formal hace 12 años, tras la aprobación de la Constitución de 1988. Durante casi 30 años existió como asociación, porque legalmente no podía actuar como organización sindical. «Cosas de Brasil», comentó.

Pero la organización de las trabajadoras domésticas avanzó en todo el país. Desde 1997 cuentan con una Federación Nacional, que de este viernes al domingo realiza su segundo congreso, en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais.

En los diez o quince últimos años mejoró «la aceptación social (de las trabajadoras domésticas), disminuyeron los prejuicios», indicó Ednede Nascimentos dos Santos, segunda secretaria del sindicato de Río de Janeiro y una de las cerca de 120 participantes del Congreso de Belo Horizonte.

«Hoy ya no somos consideradas incapaces, las tiendas nos aceptan como consumidoras», así como también se debilitó el racismo, observó Dos Santos, una sindicalista negra de 42 años que se desempeña como doméstica desde los 16.

El mejoramiento logrado fue «sólo 10 por ciento de lo deseable», puntualizó. Las empleadas domésticas lograron en el periodo mencionado por Dos Santos un pequeño aumento salarial y están más cerca de ser «trabajadores como los demás», dijo.

Pero el desempleo es grande cuando bajan los ingresos de las capas medias, a las que pertenecen sus empleadores.

Estas empleadas «nada tienen que conmemorar» el 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajaores. «Estaré trabajando ese día, como la mayor parte de mis colegas», que no están amparadas por la mayoría de los derechos conquistados por el movimiento laboral brasileño.

El Fondo de Garantía, por ejemplo, beneficia a los trabajadores legalmente contratados desde los años 60, como un depósito de ocho por ciento de sus sueldos como reserva para el futuro.

Sólo el año pasado se aprobó la extensión del Fondo de garantía para las domésticas, pero como un pago no obligatorio por parte de los patrones.

Otros derechos, como asistencia de salud, vacaciones y aguinaldo, no les son plenamente asegurados, especialmente a las jornaleras, que ganan por día trabajado, en general sin ningun contrato ni garantía.

Estas trabajadoras tienen historias parecidas. Castro Lima vino de MaranhFo, un estado del nordeste, la región más pobre de Brasil, acompañando a sus padres, que buscaban mejor suerte en Río de Janeiro.

Dos Santos llegó desde el estado de Espíritu Santo, vecino por el norte de Río de Janeiro, cuando tenía 15 años. A los 16 empezó a trabajar y hoy tiene su propia casa, aunque está obligada a dormir de lunes a sábado en la residencia de sus patrones.

«Tenemos hora fija para empezar el trabajo diario, muy temprano», pero no para terminarlo, y la jornada laboral puede durar de ocho o 16 horas, advirtió. (FIN/IPS/mo/ff/lb/01

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