NEPAL: Inestabilidad y violencia tras 11 años de democracia

Los ciudadanos de Nepal parecen poco confiados en la democracia 11 años después de un alzamiento popular que reemplazó a un gobierno autoritario por un régimen democrático y multipartidario.

La inestabilidad y la violencia continúan azotando a este pequeño reino himalayo situado entre India y China, que el día 8 conmemoró el 11 aniversario del levantamiento popular.

Nepal ha tenido 10 gobiernos elegidos desde 1990. Una violenta rebelión de extrema izquierda ha cobrado más de 1.600 vidas desde 1996.

Las últimas estadísticas oficiales revelan que en la última década la pobreza se agravó en este país, considerado uno de los más pobres del mundo.

«En los primeros años de la democracia, parecíamos estar en el buen camino, pero eso ya no parece así», comentó Shyam Basnet, un conductor de taxi de Katmandú, la capital.

Aun aquellos que participaron de las manifestaciones callejeras por la democracia hace 11 años se sienten desilusionados con lo que alcanzaron.

«Los líderes que sacrificaron tanto por la democracia son los mismos que ahora la arruinan con su corrupción», afirmó Madhavi Bhatta, quien participó del levantamiento siendo un joven activista del Partido Nepalí del Congreso.

«También han desarrollado tendencias dictatoriales. Lo que Nepal precisa hoy desesperadamente es buen gobierno», agregó.

Pero ningún gobierno resiste el tiempo suficiente para lograrlo. En la última década, Nepal ha estado sometida a gobiernos de izquierda y de derecha, y algunos de ellos duraron apenas algunos meses.

Así mismo, el ahora gobernante Partido Nepalí del Congreso derrocó tres veces a su propio gobierno debido a enfrentamientos internos entre sus líderes septuagenarios.

El Congreso, los comunistas y un conjunto de partidos pequeños pero influyentes han utilizado con frecuencia el poder del dinero para manipular a las mayorías parlamentarias a su favor.

Hace cuatro años, algunos legisladores fueron incluso secuestrados para influir en el resultado de una moción parlamentaria de censura.

Los dos partidos principales, el Congreso y el comunista UML, que se unieron en el movimiento de 1990, han sido culpados por todo, desde la inestabilidad hasta la corrupción.

Uno de los mayores problemas es la violencia desatada hace seis años por rebeldes maoístas en la región rural occidental. En la primera semana de abril, los rebeldes abatieron a más de 80 policías en esa región, en el mayor ataque perpetrado por los maoístas hasta ahora.

«La violencia que ha azotado a esta nación en los últimos años no sólo afecta a la democracia, sino a los propios ideales del movimiento popular que celebramos», comentó el diario Naya Sadak.

La mayoría de los gobiernos han impulsado desde 1990 políticas económicas liberales, privatizando empresas públicas y desregulando la industria y el comercio, en gran parte por recomendación de instituciones financieras multilaterales.

Aunque esas medidas fueron elogiadas por empresarios locales y donantes extranjeros, el gobierno fue criticado por olvidar los problemas de la gente común.

Los sucesivos gobiernos prometieron dividir los grandes latifundios en esta nación predominantemente rural y redistribuirlos entre los campesinos sin tierra.

También prometieron liberar a los trabajadores sometidos a esclavitud por deudas y terminar con males sociales como la «intocabilidad», pero hasta ahora estas promesas están pendientes de cumplimiento.

Aquellos que acusan al gobierno de olvidar a la mayoría pobre encuentran argumentos en un estudio publicado el año pasado que reveló un incremento de la pobreza desde principios de los años 90.

Actualmente, más de la mitad de los 23 millones de nepaleses ganan menos de un dólar al día, según el informe.

Aunque el gobierno gasta más de tres por ciento del producto interno bruto en educación, la proporción de analfabetos permanece estancada en 39 por ciento de la población.

Analistas en desarrollo señalan que la rebelión maoísta, que reclama justicia social en el campo, se ha extendido a áreas donde las agencias donantes han aportado mucha ayuda.

Según el analista Dipak Gyawali, no es sólo la pobreza la responsable de la rebelión.

«Más bien se trata de la redistribución de los escasos recursos. La gente ve cómo los políticos, los burócratas y la elite de Katmandú se lleva los fondos», comentó.

Krishna Hachhethhu, del Centro de Estudios de Nepal y Asia, espera que este estado de cosas sea transitorio.

«Sólo esperamos que lo que pasa en Nepal actualmente sea temporal», dijo. (FIN/IPS/tra-en/sp/mu/mlm/ip/01

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