MOLDAVIA: Nuevo presidente será comunista

El Parlamento de Moldavia eligió hoy al líder comunista Vladimir Voronin como tercer presidente del país desde la independencia en 1991, en el contexto de un notable resurgimiento del Partido Comunista.

El partido obtuvo sorpresivamente 71 de las 101 bancas parlamentarias en las elecciones celebradas el 27 de febrero, lo cual aseguró que Voronin fuera elegido a la Presidencia, un cargo principalmente ceremonial.

El presidente es elegido por el Parlamento, no por voto popular, y este miércoles Voronin consiguió el respaldo de 71 legisladores, mientras a su rival más próximo, el actual primer ministro Dumitru Braghis, le correspondieron 15 votos.

Voronin, de 60 años y de origen étnico ruso, fue director de una panadería, ministro del Interior durante la época soviética y el ideólogo del renacimiento del Partido Comunista en 1993. Asumirá su cargo el sábado 7.

Los comunistas subieron al poder encima de una ola de desilusión popular por las reformas de transición a la economía de mercado y la creciente nostalgia por lo que se consideraba era la seguridad económica durante el régimen soviético.

La economía de Moldavia se contrajo 70 por ciento desde la independencia en 1991. Actualmente el país es considerado el más pobre de Europa. La mayoría de sus 4,5 millones de habitantes sobreviven con menos de un dólar diario.

En la campaña electoral Voronin prometió un referéndum sobre la posible incorporación de Moldavia a una unión económica y política con Belarús y Rusia.

Mircea Snegur, el presidente entre 1992 y 1996 y actual líder del pro-occidental Partido del Renacimiento y la Reconciliación, calificó el retorno comunista como una ardua elección «entre Oriente y Occidente», entre la integración con Europa y la vuelta a la órbita de Moscú.

El presidente saliente de Moldavia, el antiguo jefe del Partido Comunista durante la época soviética y actual nacionalista de centro, Petru Lucinschi, argumentó que el país ha avanzado lo suficiente como para no permitir que un gobierno comunista imponga un régimen de esa ideología.

Esta semana, Belarús y Rusia festejaron el quinto aniversario de su unión post soviética, creada cuando el presidente belarús Alexander Lukashenko y su par ruso Boris Yeltsin firmaron el primero de varios acuerdos en abril de 1996.

Lukashenko ganó las elecciones de 1994 con la promesa de una rápida unión con Rusia, que prevé la adopción de una moneda común para 2008. Sin embargo, la concreción de la unión aún parece lejana y sin resultados evidentes.

Además, la unión ha sido manchada por un escándalo internacional. El día que Lukashenko y el actual presidente ruso Vladimir Putin festejaron el quinto aniversario de la unión, su principal funcionario, el ex colaborador de Moscú Pavel Borodin, comparecía ante una audiencia de extradición en Nueva York.

Borodin, el secretario de la unión, fue detenido en Nueva York en enero a pedido de Suiza y acusado de lavado de dinero en el curso de la renovación del Kremlin. Borodin niega las acusaciones.

Además, el subsecretario de la unión, Sergei Kalashnikov, argumentó que «no necesita» a Moldavia, al menos no antes de que la economía del país mejore visiblemente.

Voronin también prometió convertir al ruso en el segundo idioma oficial del país, junto con el rumano, con el fin de ayudar a resolver el problema de la separatista región de Trans-Dniester.

Aproximadamente dos tercios de los moldavos son de origen étnico rumano y el resto son minorías de habla rusa. El ruso era el único idioma oficial hasta la disolución de la Unión Soviética. Y aunque casi toda la población habla ruso, el idioma sigue siendo un tema discutido.

Trans-Dniester, una región de 700.000 habitantes, la mayoría de origen étnico eslavo y situados en Moldavia oriental, se declaró independiente en 1990 por temor a que Moldavia, dominada por la población de origen rumano, pretenda la unión con la vecina Rumania, a la cual pertenecía antes de 1940.

Unas 1.500 personas murieron en un conflicto armado librado en Trans-Dniester antes de que las fuerzas rusas intervinieran y que los combates cesaran en 1992. Unos 2.500 soldados rusos siguen emplazados en la región separatista.

El gobierno moldavo desea que Trans-Dniester siga siendo parte de Moldavia, pero bajo un régimen especial. Sin embargo, el líder de la región, Igor Smirnov, exige la separación.

No obstante, los dirigentes de Trans-Dniester dieron señales de flexibilidad acerca del tema de la independencia al anunciar que están preparados para cooperar con el gobierno de Voronin. (FIN/IPS/tra-en/sb/da/aq/ip/01

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