/Integración y Desarrollo/ DESARROLLO: Mundo de las finanzas en la mira de las ONG

El papel de la sociedad civil en el control de la actividad financiera internacional privada es casi inexistente, pues durante décadas el esfuerzo de las ONG se concentró en las instituciones financieras multilaterales como el Banco Mundial o el FMI.

Hace varias décadas los grupos de la sociedad civil no eran más que pequeños equipos que trabajaban en proyectos de desarrollo en los países pobres, cuando lograron captar la atención del público.

Ahora se plantean un objetivo mayor, volver la mirada al incesante movimiento de los capitales financieros privados.

En un encuentro celebrado en Washington con académicos, representantes del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), los representantes de estos grupos se propusieron un nuevo papel en el terreno de las finanzas internacionales.

Este es un territorio nuevo para las ONG. A medida que crecía su influencia en las últimas décadas, gran parte de su energía estuvo destinada a presionar a instituciones financieras como el Banco Mundial y el FMI para que fueran transparentes ante la población mundial que debía soportar el impacto de sus políticas.

La sociedad civil también protagonizó los frecuentes llamamientos para modificar la forma en que operan estas instituciones en los problemas de la deuda externa del Sur, los proyectos de los bancos multilaterales de desarrollo y los programas de ajuste estructural.

Sin embargo, la administración de las finanzas comerciales y privadas recibió menos atención por parte de las ONG. El encuentro analizó el posible aumento de la supervisión de la sociedad civil sobre la actividad financiera privada que mueve sumas crecientes en todo el mundo.

Otro aspecto planteado en la reunión fue el derecho o la legitimidad de estas organizaciones —muchas de las cuales tienen sus sedes en los países del Norte— para representar los intereses de las poblaciones del Sur.

«Para multiplicar su impacto, los actores civiles deben ampliar sus objetivos más allá de temas o instituciones específicas como el ambiente o el Banco Mundial», dijo Nancy Birdshall, integrante del grupo de estudios Carnegie Endowment for International Peace, con sede en Washington.

«Al mismo tiempo, los grupos de la sociedad civil deben hacer hincapié en cuestiones como la escasa representación de los países pobres en las finanzas mundiales, lo que podría definirse como el déficit democrático del gobierno financiero mundial», sostuvo Birdshall.

Según ella, muchas ONG del Norte, en lugar de actuar en respaldo de los pueblos de los países en desarrollo, utilizan sus recursos para constituir y dar apoyo a instituciones en el Sur que actúen según sus propias motivaciones.

La sociedad civil podría brindar educación pública para elevar la conciencia sobre las finanzas mundiales, suministrar información y análisis, y promover debates sobre el tema, así como presionar a los gobiernos para que sean más transparentes.

En los últimos años, el impacto de las ONG en las instituciones financieras internacionales ha crecido a tal punto que el secretario general de la ONU, Kofi Anan, sostuvo que «hay pocos límites para lo que la sociedad civil puede lograr».

El presidente del Banco Mundial James Wolfensohn también es recordado por haber afirmado que «la sociedad civil es probablemente el factor único más grande en el desarrollo».

Sin embargo, influir en la operativa del capital financiero internacional parece un desafío tremendo para las organizaciones que encabezaron el movimiento internacional contra la deuda externa.

El año pasado, dicho movimiento presionó a los países industrializados, el Banco Mundial y el FMI para que redujeran las deudas de más de 20 países pobres.

Si bien aún queda mucho por lograr, el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC) fueron objetivos menos arduos para las ONG.

El Banco Mundial integró a la sociedad en más de 700 proyectos desde 1973, y el FMI tiene actualmente una lista de correo que incluye a 1.000 ONG.

La protesta contra la OMC en la ciudad estadounidense de Seattle, en 1999, es considerada un hito en materia de manifestaciones contra la globalización. Allí miles de personas tomaron las calles en el primer gran espectáculo de descontento con el actual orden global.

Pero en la realidad, estas instituciones son jugadores menores de las finanzas mundiales.

Las transferencias netas a los países en desarrollo procedentes del FMI y los cuatro bancos multilaterales de desarrollo -el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Asiático de Desarrollo y el Banco Africano de Desarrollo- fueron solo 10 por ciento del total de transferencias financieras al Sur en la última década.

La arquitectura financiera mundial incluye un mercado de divisas que conecta Londres, Nueva York, Tokio, Zurich, Francfort, Singapur y otras capitales con un flujo diario de capitales de 1,5 billones de dólares.

Según Jan Art Scholte, del Centro de Estudios sobre Globalización y Regionalización de la Universidad de Warwick, Gran Bretaña, el total mundial de depósitos bancarios en manos de no residentes de un país dado creció de 20.000 millones de dólares en 1964 a 7,9 billones en 1995.

Esta cifra incluye varios billones de dólares en cuentas en mercados no regulados.

Existen múltiples redes de consultas intergubernamentales cuya principal preocupación es el capital financiero mundial. Desde 1963, los gobernadores de los bancos centrales del Grupo de los Diez países más industrializados se reúnen regularmente en Basilea.

También funciona una contraparte con sede en el Sur, el grupo de los 24, si bien tiene una influencia limitada en las finanzas mundiales, la gran mayoría de las cuales se originan en las naciones industrializadas.

Los ministros de Finanzas del Grupo de los Siete países más industrializados se reúnen habitualmente para discutir sobre el funcionamiento del movimiento financiero internacional y lo mismo hacen los miembros de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE), que reúne a las naciones industrializadas.

Pero la mayoría de los países están excluidos de esos foros, y tienen escasa influencia en el Banco Mundial y el FMI, pues la estructura de votación de las dos instituciones de Bretton Woods otorga poder solamente a un puñado de los países más poderosos.

«A nivel de los ciudadanos, la vasta mayoría de la gente en todo el mundo tiene escasa o total ignorancia sobre las normas e instituciones regulatorias que gobiernan una de las zonas más importantes de la economía mundial», indicó Scholte.

«En todos los países, los organismos elegidos por voto popular tienen muy poca participación directa o ejercitan poca supervisión sobre las redes transgubernamentales, las instituciones supraestatales y los regímenes privados que han gobernado largamente las finanzas del mundo», sostuvo Scholte.

Birdshall señaló por su parte que un obstáculo para las ONG del Sur respecto a las finanzas mundiales es la ausencia de investigación política independiente. Los grupos de defensa frecuentemente dependen de análisis hechos en otros lugares.

Las ONG del Sur colaboran cada vez más intensamente con sus contrapartes del Norte para presionar al Banco Mundial y el FMI en busca de cambios en los gobiernos de los países en desarrollo, lo cual muestra un interesante síntoma de déficit democrático, sostuvo Birdshall.

«Las organizaciones de la sociedad civil del Norte, al presionar al Banco están impulsando una agenda peculiar del Norte…, esto no quiere decir que sea mala…, pero no necesariamente es la agenda fundamental del Sur», señaló.

Si bien debatir sobre la legitimidad de las organizaciones civiles es importante, «existe el peligro de que se distraiga la atención del debate sobre la legitimidad de otros actores», dijo Alyson Van Rooy del Instituto Norte-Sur, de Canadá.

«¿Qué hay sobre la legitimidad de las instituciones financieras internacionales, de los gobiernos y de las grandes corporaciones?», se preguntó la representante de las ONG.

Van Rooy describió un futuro donde los grupos de la sociedad civil vuelvan su atención a los temas del comercio, al Banco de Acuerdos Internacionales, las instituciones de créditos a la exportación, o a los administradores de fondos internacionales.

«Para los defensores de la ortodoxia dentro del Banco y del Fondo, tal cambio de objetivos provocaría un suspiro de alivio», dijo Van Rooy. «Para aquellos que dentro de los bancos multilaterales luchan por abrir sus organizaciones a nuevas voces, un cambio así sería una bofetada», concluyó. (FIN/IPS/tra-en/gm/da/dc/aq/dv/01

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