/Integración y Desarrollo/ COMERCIO-AMERICA: ALCA, meta clara con camino incierto

La ruta para llegar a puerto el 1 de enero de 2006, la fecha acordada para el nacimiento del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), se presenta tortuosa, y las mayores dificultades se perciben en Estados Unidos, el padre de la criatura.

En la Tercera Cumbre de las Américas, programada entre los días 20 y 22 en Québec, Canadá, los gobernantes de 34 de los 35 países del continente ratificarán el acuerdo alcanzado por sus ministros encargados de comercio exterior el fin de semana pasado en Buenos Aires.

El cronograma ministerial indica que en enero de 2005 deben finalizar las negociaciones del ALCA para que durante ese año los parlamentos ratifiquen el tratado, que abarcará a todas las economías hemisféricas «desde Alaska hasta Tierra del Fuego», con excepción de Cuba.

Estados Unidos y Canadá, los dos países industrializados del continente, eran partidarios de adelantar el término de las negociaciones para 2003, según una moción chilena que fue desechada por la mayoría de los ministros latinoamericanos y caribeños en la capital argentina.

Como suele ocurrir en estos casos, al final no hubo vencedores ni vencidos y tanto la canciller de Chile, Soledad Alvear, como Robert Zoellick, representante de Comercio estadounidense, se consideraron muy satisfechos con la resolución sobre las fechas aprobada en Buenos Aires.

En rigor, lo que se hizo allí fue confirmar el plazo para las negociaciones acordado en la segunda cumbre americana celebrada en abril de 1998 en Santiago, y ya sugerido desde la primera cita de gobernantes realizada en diciembre de 1994 en Miami por el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.

La novedad del acuerdo alcanzado en Buenos Aires estriba en el propósito de lograr la entrada en vigencia del ALCA «lo antes posible, no más allá de diciembre de 2005», lo cual en rigor no dependerá de los gobernantes que se van a reunir en Québec, sino de los poderes legislativos de los 34 países.

A primera vista, la ratificación parlamentaria del tratado del ALCA en el curso de 2005 es un objetivo que aparece como viable en todos los países involucrados, con excepción de Estados Unidos, donde los procedimientos legislativos son más complejos que en el resto del continente.

El presidente estadounidense George W. Bush se propone convenir una agenda comercial legislativa con ambas cámaras del Congreso, en la perspectiva, según adelantó Zoellick, que para fines de este año se ponga a consideración en tabla el asunto de la «vía rápida» (fast track).

La «vía rápida» es la facultad que el Congreso otorga al Poder Ejecutivo para que negocie acuerdos comerciales sin que cada cláusula tenga que ser votada por los legisladores, quienes sólo podrán aprobar o rechazar los tratados en bloque.

Gracias a la vía rápida se pudo materializar desde 1994 el ingreso de México al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), creado por Canadá y Estados Unidos.

Clinton, presidente de Estados Unidos entre 1993 y 2001, invitó a Chile a adherirse al TLCAN en la cumbre de Miami, pero no pudo materializar esa invitación porque el Congreso le negó la facultad de la vía rápida en 1995.

La complejidad del texto de negociación del ALCA, cuyo borrador de 250 páginas está plagado de corchetes (temas sin consenso de los 34 países), hace impensable que Bush logre su aprobación en el curso de 2005 si no cuenta con la facultad de negociar por esa vía rápida.

El problema no es únicamente de plazos sino que remite a intrincados juegos de intereses políticos, económicos, locales, laborales, sociales y ambientales, comunes a toda negociación de un tratado comercial, que en el caso de Estados Unidos son más complejos.

El principal desafío para el tratado del ALCA es alcanzar equidad en tratativas que se caracterizan por la asimetría entre sus 34 interlocutores, entre los cuales están la rica Canadá y el empobrecido Haití, o Estados Unidos, con 270 millones de habitantes, y San Cristóbal y Nevis, de apenas 42.000 personas.

El asunto de las fechas tuvo como trasfondo en la reunión ministerial de Buenos Aires al debate sobre el acceso igualitario a los mercados, cruzado no sólo por las barreras arancelarias y no arancelarias y los condicionamientos laborales y ambientales.

Los ministros acordaron que todos los temas deben estar en la mesa de negociaciones, pero no lograron adelantar más que criterios generales con respecto a rechazar el proteccionismo y las sanciones comerciales, sin entrar en la sustancia de las numerosas desavenencias entre Washington y América Latina.

El diario estadounidense The Wall Street Journal señaló el lunes que las leyes anti-dumping, con las cuales se castigan supuestas prácticas desleales de comercio, «gozan de bastante popularidad entre los legisladores de Estados Unidos» y que su inclusión en las negociaciones del ALCA provocará protestas en el Congreso.

Sin embargo, como el mismo diario lo consignó, América Latina, en especial Brasil, Chile y México, no aceptará un tratado del ALCA que deje fuera esa sensible cuestión.

The Wall Street Journal, especializado en economía, identifica otro asunto polémico para el ALCA en las llamadas «normas de origen», porque las transnacionales estadounidenses buscarán en la negociación que los mercados latinoamericanos se abran a los productos que fabrican en terceros países, fuera de América.

Si a esto se suman las previsibles presiones sobre el Congreso de Estados Unidos de las centrales sindicales y de los grupos ambientalistas, no es arriesgado apostar a que Bush tendrá que bregar con fuerza y habilidad para conseguir la vía rápida.

Por lo tanto, no es descabellado pensar en un escenario en que se llegue a diciembre de 2005 con el tratado del ALCA ratificado por los parlamentos de todos los países del continente con excepción de Estados Unidos.

En la reunión ministerial de Buenos Aires se acordó crear una comisión técnica sobre asuntos institucionales del ALCA.

Entre los cometidos de la comisión se cuenta el de establecer criterios sobre el número de ratificaciones para la entrada en vigor del acuerdo continental, pero en ésta, como en otras materias hemisféricas, si bien los 34 países son iguales, Estados Unidos es «más igual» que los demás. (FIN/IPS/ggr/dm/if/01

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