La Presidencia de Perú se resolverá en mayo entre Alejandro Toledo, un ex funcionario del Banco Mundial que utilizó su condición de indígena para hacer campaña política, y el ex presidente Alan García, que se sobrepuso a acusaciones de corrupción y a la impopularidad para quedar segundo en la primera vuelta electoral.
Pero Lourdes Flores, candidata del conservador partido Popular Cristiano (PPC), no ha reconocido su postergación al tercer puesto en la jornada electoral del domingo y confía en que los resultados definitivos le permitan remontar la leve diferencia que la separa de García.
La Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) asignó este lunes a Toledo, del movimiento Perú Posible, 36,26 por ciento del total de votos válidos, 26,21 por ciento a García, del socialdemócrata Partido Aprista Peruano, y 23,65 por ciento a Flores.
La ONPE puntualizó que sólo han sido escrutados 50 por ciento de los votos emitidos.
Empresas encuestadoras independientes y la organización civil Transparencia habían otorgado también el primer lugar a Toledo y el segundo a García, aunque con menor diferencia que la ONPE en la resolución del segundo puesto.
La segunda y definitiva ronda de votación se cumplirá el mes próximo, ya que la Constitución prevé su realización 30 días después de conocidos los resultados oficiales de la primera. El ganador de la segunda vuelta jurará la Presidencia el 28 de julio, ante los legisladores que fueron elegidos este domingo.
Proyecciones extraoficiales anuncian que Perú Posible, de Toledo, tendrá 43 escaños en el Congreso de 120 miembros, el Partido Aprista lograría 28 representantes, 14 el PPC y 13 el Frente Independiente Moralizador.
En consecuencia, el próximo mandatario, que reemplazará al presidente interino Valentín Paniagua, deberá promover alianzas para obtener el apoyo del parlamento.
García, que gobernó de 1995 a 1990, en 1992 huyó de Perú para salvar su vida, cuando el entonces presidente Alberto Fujimori disolvió el parlamento con ayuda el ejército y apresó a los dirigentes de los partidos opositores.
Basó su campaña en la llamada «tercera vía» propuesta por la socialdemocracia internacional para diferenciarse de la pura economía de mercado.
La tercera vía, un conjunto de ideas que llevó al laborista Tony Blair al gobierno de Gran Bretaña, prioriza el papel del Estado para generar empleo, determinar las tarifas públicas y participar en algunas áreas económicas de importancia social.
Toledo, a pesar del tono populista de sus últimos discursos de campaña electoral, en los que libró una competencia de promesas populistas con García, es considerado exponente de la línea neoliberal.
El candidato de Perú Posible logró el año pasado estatura de dirigente nacional al enfrentarse a Fujimori, que buscaba su tercer mandato consecutivo. Aventajado en la primera ronda, Toledo se negó a participar en la segunda, arguyendo la falta de garantías para la votación.
Por su parte, Flores defiende el modelo de economía «social» de mercado, propio de la democracia cristiana internacional, con un relativo papel del Estado para asegurar protección a los sectores de menores recursos.
La posibilidad del triunfo de García comenzó a inquietar a algunos sectores empresariales, cuyos voceros anticiparon en entrevistas televisadas la posible retracción de las inversiones y el hundimiento de la moneda nacional ante el dólar.
Según el analista Manuel Torrado, de la empresa de opinión pública Datum, García tiene buenas posibilidades de conservar el segundo puesto que le conceden las proyecciones divulgadas.
Flores «puede esperar buena votación de los peruanos radicados en el exterior», pero la distancia que la separa de García «tenderá a acentuarse conforme lleguen los resultados de las zonas rurales más apartadas, donde el partido Aprista tiene fuerte presencia organizada».
García, cuyo gobierno suspendió los pagos de la deuda externa, finalizó su mandato en una grave crisis económica y con una hiperinflación de 7.000 por ciento.
Cuando en enero regresó de su exilio en Colombia, era el político mas impopular en Perú, según encuestas que le adjudicaban un rechazo especifico del 80 por ciento y un apoyo menor a 10 por ciento.
Pero el ex presidente parece encarnar la leyenda latinoamericana del retorno triunfante de los políticos perseguidos.
Al volver al país desafió el riesgo de un juicio pendiente por enriquecimiento ilícito, cancelado finalmente por la Corte Suprema de Justicia, que declaró prescrita la acusación por haber pasado más de ocho años desde que fue formulada.
La primera vuelta electoral del domingo marcó también el hundimiento del «fujimorismo», cuyo representante, el ex ministro de Economía Carlos Boloña, obtuvo sólo 1,7 por ciento de los votos, de acuerdo con los datos de la ONOPE.
Boloña destacó en su campaña los logros de la administración de Fujimori, que fue depuesto en noviembre por el Congreso: la derrota de la organización insrgente Sendero Luminoso y de la hiperinflación, y el acuerdo de paz con Ecuador, después de una guerra en la frontera en 1995.
Fujimori fue destituido en noviembre como consecuencia del escándalo de corrupción que tuvo de protagonista a Vladimiro Montesinos, el prófugo jefe de inteligencia de su régimen, y permanece en Japón.
Montesinos había logrado controlar a los mandos del ejército y al Poder Judicial para cometer extorsión y proteger el narcotráfico.
El 49 por ciento obtenido por Fujimori en las cuestionadas elecciones de abril del año pasado «fue licuado por el descrédito», comentó el analista Flavio Solorzano (FIN/IPS/al/ff/ip/01