ECONOMIA-AMERICA LATINA: Inseguridad y pesimismo en clase media

La creciente inseguridad económica entre los sectores medios de América Latina tiene estrechos vínculos con los riesgos de disgregación social que viven sus ciudadanos, según el informe que un experto estadounidense preparó para la Cepal.

Encuestas indican que la mayoría de los latinoamericanos de clase media consideran que viven peor que sus padres y que sus hijos afrontarán una situación más difícil aún, consigna el estudio de Dani Rodrik, difundido por la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), con sede en Santiago de Chile.

Rodrik, investigador de la Universidad de Harvard, apunta que las raíces de esta situación se sitúan en la «década perdida» de los años 80, caracterizada por el fuerte impacto de la crisis de la deuda externa, a la cual compara con la gran depresión que asoló a Estados Unidos en los años 30.

«Allí, las penurias económicas, y en especial las pérdidas sufridas por la clase media, estimularon la creación de programas gubernamentales (conocidos como el Nuevo Trato o New Deal) que ampliaron el papel del gobierno, establecieron redes de seguridad social y brindaron seguro social», explicó el experto.

«En América Latina, en cambio, el resultado final de la crisis de la deuda fue una serie de reformas que debilitaron las instituciones de seguro social. La tasa de crecimiento fue insuficiente, el empleo se tornó menos estable y las redes de seguridad proporcionadas por el sector público disminuyeron», agrega.

La necesidad de «reformar las reformas» que consagraron un modelo de economía de mercado con rígida disciplina fiscal y apertura al exterior fue planteada ya a través de Cepal en 2000 por el economista chileno Ricardo Ffrench-Davis.

Este experto criticó sobre todo el aumento de la desigualdad en la distribución del ingreso en la región.

Fuentes de Cepal destacaron que este nuevo estudio de Rodrik tiene como elemento innovador su especial atención sobre la situación de los sectores medios, que en varios países de América Latina tuvieron un papel preponderante como factor de equilibrio social y de moderación política.

Como el propio Rodrik lo advierte, los pobres «han sido siempre excluidos y vulnerables» y lo novedoso es que el temor a la movilidad social y económica descendente afecta ahora a gran parte de las capas medias.

Existe una creciente demanda de «protección social» que cobra notoriedad política, indica el experto estadounidense.

En algunos de los países más grandes de la región, como Argentina, Brasil, México y Venezuela, los sectores medios están más pesimistas sobre el futuro de sus hijos que los pobres, señala Rodrik, con base en la encuesta Mirror on the Americas Poll, realizada en 1999 en 14 países de la región.

Ese estudio mostró que 61 por ciento de los latinoamericanos considera que sus padres habían vivido mejor que ellos, mientras sólo 46 por ciento pensaba que sus hijos tendrán una existencia más promisoria.

El mayor pesimismo en este sentido se registró en México, con 30 por ciento, mientras en el otro extremo, el optimismo fue aportado por Chile, donde 61 por ciento de los encuestados consideró que sus hijos vivirán mejor que ellos.

Pero tampoco Chile escapa a las demandas de las capas medidas latinoamericanas, que en casi 75 por ciento aspiran a un mayor gasto en seguros de desempleo y en 80 por ciento abogan por mayores recursos en el financiamiento de las pensiones de jubilación.

En agosto de 1999, uno de cada 160 brasileños postuló a 10.000 empleos ofrecidos por el Banco do Brasil, atraídos por el prestigio de esa entidad como pagadora oportuna de los salarios y por las ventajas previsionales que ofrece.

«Necesito estabilidad en mi vida», fue la respuesta de una postulante a ese empleo, de 23 años, que estaba dispuesta a renunciar a otro trabajo mejor remunerado, pero sin garantías ciertas de permanencia.

El desmantelamiento de los sistemas de protección al empleo, tras la crisis de los años 80, implicó una mayor volatilidad en los ingresos de los hogares.

A ello se sumó una «gran volatilidad macroeconómica, impulsada, o al menos magnificada, por (flujos de) capitales erráticos», cuando la región entró en la década del 90.

Según Rodrik, «la política macroeconómica se divorció cada vez más de la economía real, lo que exacerbó la volatilidad de los resultados económicos» y contribuyó a acentuar el deterioro y la inseguridad de las capas medias.

El investigador añade un tercer factor al señalar que hasta ahora las instituciones sociales y políticas de la región no se han sensibilizado a los reclamos de una mayor seguridad económica.

«Los Estados (latinoamericanos) han eludido, más que asumido, las nuevas responsabilidades que exige la gestión de riesgo en sociedades orientadas al mercado», indica.

Rodrik puntualiza que el problema trasciende a los gobiernos y que recae sobre el sistema político en su conjunto la carencia de mecanismos viables de participación, ya que los parlamentos se han fragmentado y no son representativos, mientras los partidos políticos se debilitan.

A su vez, «los sindicatos no han sido capaces de desarrollar una estrategia adecuada y global para encarar la inseguridad en el empleo y han perdido afiliados», añade el investigador estadounidense.

Rodrik plantea, además, que «quizás lo que más necesita América Latina es una visión de cómo se puede mantener la cohesión social frente a grandes desigualdades y de cómo aliviar la tensión entre las fuerzas de mercado y las ansias de seguridad económica».

La investigación, financiada por el Banco Mundial, será publicada en el número 73 de la revista de Cepal, correspondiente a este mes, y está disponible en el sitio en Internet de esta agencia regional de la Organización delas Naciones Unidas (www.eclac.org). (FIN/IPS/ggr/dm/if/01

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