DESARROLLO: Globalización sin gobierno

El proceso de globalización es dominado en la actualidad por poderes financieros y económicos, mientras los gobiernos y los partidos políticos son cada vez menos representativos, coincidieron funcionarios y activistas convocados a esta ciudad por las autoridades italianas.

La globalización o mundialización carece de un gobierno, resumieron los representantes de países industrializados, de organizaciones no gubernamentales (ONG) y de organismos internacionales en una reunión promovida por el primer ministro italiano Giuliano Amato.

En el debate, titulado «Los desafíos de la gobernabilidad mundial y el papel del G-8» participaron representantes de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE).

Los participantes de la conferencia coincidieron en el diagnóstico inicial —la mundialización no está siendo gobernada— , pero no en la gravedad de las consecuencias ni en la adjudicación de responsabilidades.

Los gobiernos de los países industrializados e instituciones multilaterales procuran evitar manifestaciones de activistas contra la globalización en Génova, como las realizadas en 1999 en Seattle, Estados Unidos, durante la conferencia ministerial de la OMC.

Los activistas de la sociedad civil manifestaron cautela, sintetizada por Roberto Savio, secretario general de la Sociedad para el Desarollo Internacional (SID): «Veremos si la necesiad de consultar a las ONG es sincera o si se trata de cooptarlas».

Amato abordó esa preocupación de un modo frontal: «Para gobernar no bastan los gobiernos. La puesta en práctica de las ideas necesita de organizaciones que no son públicas».

«Las ONG blancas pueden hacer nacer ONG negras en Africa. Estas exigirán el respeto de los derechos de los habitantes, y así mi gobierno no será acusado de proteccionista o de imperialista refinado si impone el respeto de esos derechos como condición para firmar un acuerdo con un país», agregó.

«Se puede ser imperialista en nombre de los derechos», concluyó el gobernante italiano.

En un debate concentrado en la pobreza del Sur y la riqueza y el poder del Norte industrializado, las ONG italianas no dejaron de criticar que al encuentro no se hubiese invitado a representantes del mundo en desarrollo.

«¿Por qué hablamos de ellos, sin ellos?», sintetizó un activista, recordando cuán poderoso es el movimiento de las ONG y la sociedad civil en Africa, Asia y América Latina.

«Es importante que en Génova haya espacio para todos, y no descarto que también estén los que rompen vidrieras, pero esos deben ser diferenciados de los otros», agregó Amato, en una alusión a las últimas movilizaciónes contra la globalización.

«Queremos ver cuánto espacio se nos da efectivamente, no para romper vidrieras, sino para dialogar con los gobiernos de nuestros países», dijo Sergio Marelli, presidente de la Asociación de ONG italianas.

En Génova «se reunirá un grupo de países que tienen una enorme responsabilidad, también en el endeudamiento de los países pobres, ya que están vinculados a 50 por ciento de la deuda», puntualizó Marelli.

El G-8 lo integran Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia.

«Nosotros estamos convencidos de que existen recursos para aliviar la pobreza, pero subsiste el problema de la distribución de esos recursos y el G-8 sigue explotando bienes de todo el planeta sin pagar un precio», agregó.

Marelli subrayó que la complejidad del problema no se resuelve con medidas técnicas ni aisladas, sino que las soluciones deben surgir de «un programa estable, sustentable y duradero, que el ámbito político debe controlar».

«Esta mundialización produce desigualdad y ello socava el proceso democrático de toma de decisiones por parte de los gobiernos nacionales», opinó James Howard, de la Confederación Internacional de Sindicatos Libres.

«Los informes del Banco Mundial y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) muestran que la concentración de la riqueza aumenta, mientras que las reglas de la OMC provocan daños sociales y ambientales», agregó Howard.

Para Gerry Rodgers, director de Investigación y Estrategias de la OIT, «el trabajo y el empleo son los temas centrales desde lo cuales la gente percibe la mundialización».

«Hoy, de cada 100 trabajadores, seis están desempleados, 16 ganan menos de un dólar diario, 10 están subempleados, casi 50 carecen de jubilación y sólo 20 tienen una adecuada protección social», sostuvo.

«La pobreza en Rusia aumentó de dos por ciento hace 10 años a casi 50 por ciento hoy», informó Howard.

Rogers señaló que en la actualidad «no existe un marco que considere los aspectos económicos y sociales al mismo tiempo».

Massimo D'Alema, el ex primer ministro italiano a quien reemplazó Amato y presidente del Centro Europeo Millenium, organizador de la reunión, no comparte «la posición de quienes ven en la mundialización una fábrica de cosas malas».

«Inevitablemente hay que ir hacia adelante y éste es un proceso inexorable que produce inseguridad laboral, pero produce más trabajo, aunque sea inseguro», opinó, si bien admitió que «la actual debilidad institucional vulnera los derechos sociales y humanos frente a una mundialización dominada por la economía».

D'Alema auspició «un gran debate internacional entre la sociedad civil y los gobiernos, con la ayuda de centros de investigación, y sin olvidar que entre unos y otros está la política».

Wolfgang Sachs, del instituto alemán de investigación Wuppertal, propuso medidas concretas: «En el G-8 discutan de ecología y abandonen a George Bush. Su decisión de oponerse a políticas ambientales compartidas por otros países es una oportunidad para que Europa asuma el liderazgo y modifique el Protocolo de Kyoto (sobre recalentamiento planetario), que es inadecuado».

Sachs pidió: «Reduzcan la OMC, reduzcan la necesidad de gobernabilidad mundial —porque no tenemos una sociedad democrática mundial y eso no tiene solución—, admitan que el mercado es inadecuado para proporcionar justicia y sustentabilidad, y entiendan que no podemos llamar al mismo que nos metió en este lío, el Banco Mundial, para solucionarlo».

Mientras, el vicepresidente europeo del Banco Mundial, Jean- François Rischard, propuso «a título personal» un complejo sistema de nuevas instituciones que D'Alema consideró de «gran ineficacia si no tienen poder».

Pero hubo coincidencia en la necesidad de eliminar la deuda de los países más pobres, dar más poder a la ONU, establecer mecanismos de coordinación entre la OMC y la OIT.

El G-8 no debe ser una institución internacional, sino lo que es: un organismo de consulta «que no debe defender sus propios intereses», opinó Amato.

La reunión fue organizada también porel Centro de Estudios de Política Internacional, el Instituto de Asuntos Internacionales, el Instituto de Cooperación Económica Internacional, y el Instituto de Relaciones con Africa, Asia y América Latina. (FIN/IPS/rg/mj/dv ip/01

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