COREA DEL SUR: El regreso de las protestas callejeras violentas

Corea del Sur tiene como presidente a Kim Dae- Jung, Premio Nobel de la Paz, pero las calles de su capital son escenario de violentas protestas como las realizadas contra regímenes represivos en los años 80 y a comienzos de los 90.

Los activistas no piden democracia como en aquellos tiempos, sino diversas cosas más específicas, entre ellas empleo, rebaja de alquileres y de matrículas en la enseñanza, y anulación de deudas de los agricultores.

Las protestas se han hecho más violentas en estos días. El 31 de marzo, estudiantes y sindicalistas llamaron la atención sobre sus demandas sentados ante la Universidad de Yonsei y terminaron enfrentados con la policía, que los golpeó con bastones de acero mientras ellos arrojaban cocteles Molotov (bombas incendiarias caseras).

Personas que esperaban autobuses cerca del lugar quedaron atrapadas en el tumulto, entre gritos de dolor y miedo.

Chosun Ilbo, el mayor diario del país, señaló que 15 de las 16 protestas de los últimos tres años en las cuales se arrojaron cocteles Molotov ocurrieron en Seúl o en sus cercanías, de enero a marzo de este año.

«Hasta el año pasado, la mayor parte de las protestas eran pacíficas, con activistas que se limitaban a portar carteles y cantar consignas», dijo un barrendero de la capital.

«En estos días es preciso esforzarse durante tres días para limpiar las calles de cenizas y folletos tras cada protesta, como en los viejos tiempos duros», añadió.

Algunos comentaristas opinan que cada vez más personas se sienten desilusionadas por el presidente, en el cual habían depositado demasiadas esperanzas cuando llegó al gobierno hace más de tres años.

Los planes reformistas de Kim Dae-Jung fueron como una bocanada de aire fresco tras décadas de sucesivos gobiernos con mano de hierro, pero el actual presidente asumió su cargo cuando comenzaba una crisis económica, y afrontarla ha ocupado gran parte de sus energías.

De todos modos, Kim logró desarrollar en forma paralela una política de reconciliación con Corea del Norte, por la cual recibió el Premio Nobel de la Paz el año pasado.

Muchos sudcoreanos están orgullosos de los logros del presidente, pero también piensan que debería hacer más para ayudarlos a superar sus problemas económicos.

«Las reformas del gobierno han significado que más personas perdieran su trabajo» comentó el dirigente sindical Tan Myong-Ho, en referencia a una reestructura del sistema financiero que condujo al cierre definitivo o transitorio de muchas grandes compañías, cuyos trabajadores quedaron desempleados.

«Hay cada vez más agricultores agobiados por crecientes deudas, cada vez más inquilinos que deben pagan alquileres demasiado altos, y ahora el gobierno quiere volver a aumentar el costo de los seguros de salud», agregó Tan, participante en la protesta del 31 de marzo junto con unas 31.000 personas más.

Ese día, grupos de agricultores e integrantes de otras organizaciones no gubernamentales se sumaron en las calles a sindicalistas y estudiantes, para plantear demandas muy variadas que incluyeron la reforma de los grandes diarios.

Los agricultores están entre los más afectados por la crisis, ya que la caída de los precios de las cosechas ha determinado que en la actualidad más de 40 por ciento de ellos gasten para mantener su actividad más de lo que ganan con ella.

Activistas del sector aseguran que la mitad de los agricultores no pueden pagar en la actualidad los préstamos que recibieron del Estado para comprar tierras y equipos, y piden que esas deudas sean perdonadas por las autoridades.

Sin embargo, otros agricultores se oponen a esa demanda, con el argumento de que sería injusta con quienes han logrado superar las dificultades y pagar en gran medida las deudas que habían contraído.

Un relativo consuelo para el gobierno es que no todas las protestas son dirigidas contra él, ya que los sindicatos también despliegan una dura retórica contra el nuevo presidente de Estados Unidos, George W. Bush.

Bush expresó el mes pasado, durante una visita a Washington de Kim, escepticismo acerca de las perspectivas de la política de reconciliación con Pyongyang que lleva adelante Seúl, la cual había sido apoyada por el anterior presidente estadounidense, Bill Clinton.

El sábado, unos 2.000 activistas protestaron en las calles contra Bush, a quien consideran responsable de aumentar las tensiones en la península coreana y empujar al gobierno norcoreano hacia actitudes belicosas.

El hecho resultó muy significativo en un país que mantiene desde hace décadas vínculos clave con Washington en materia de seguridad.

Los sindicalistas se habían abstenido de criticar a Estados Unidos desde que Kim convenció a la mayoría de la población, poco después de asumir el gobierno, de que era crucial atraer más inversiones estadounidneses para superar la crisis económica.

La firma Media Research realizó la semana pasada una encuesta con entrevistas a unas 1.000 personas, y 55 por ciento de ellas opinaron que la actitud de Bush hacia Corea del Norte afectaba en forma negativa las relaciones entre Seúl y Pyongyang, mientras 53 por ciento de los consultados expresaron apoyo a la política de reconciliación de Kim.

Desde mediados del año pasado, el presidente norcoreano Kim Jong-Il se reunió con su par de Corea del Sur, representantes de Corea del Norte participaron en encuentros diplomáticos regionales, y secretaria de Estado estadounidense durante el gobierno de Clinton, Madeleine Albright, visitó Pyongyang.

Sin embargo, Bush dijo que dudaba de que Corea del Norte tuviera auténtica voluntad de suspender sus programas para desarrollar misiles con carga nuclear, y rechazó exhortaciones al diálogo con Pyongayang.

«Estados Unidos tiene ahora com jefe a una especie de vaquero de (el estado meridional de) Texas», dijo a IPS en Seúl un diplomático que no quiso ser identificado.

Es posible que Bush trate de mostrar «una imagen varonil y valerosa», pero muchos sudcoreanos lo ven como «un hombre carente de visión estratégica y de diplomacia», añadió. (FIN/IPS/tra- eng/amy/ccb/js/mp/ip/01

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