Brasil no puede excluirse del ALCA porque destina a América la mitad de sus exportaciones totales y 70 por ciento de las industriales, pero ese argumento del canciller Celso Lafer no derrota la resistencia en el país al proyecto impulsado por Estados Unidos.
Quedar fuera del ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) representaría pérdidas elevadas, pues los productos brasileños seguirían enfrentando las barreras cuya eliminación impulsaria el intercambio entre los demás países latinoamericanos y del resto del continente.
El argumento de Lafer no logra acallar las resistencias a la integración hemisférica, alimentadas principalmente por el temor a la destrucción de sectores industriales vitales frente a la competencia desigual con Estados Unidos.
El ALCA, para muchos, pondría fin al sueño de industrialización, y el país retrocedería a la condición de proveedor de materias primas, de productos agroindustriales y de manufacturas sencillas, como textiles y calzados.
Industrias estratégicas, como las de máquinas, química y electrónica, tenderían a desaparecer.
El dilema no solo divide el país entre sectores, políticos e intelectuales, favorables y contrarios, sino que obliga al gobierno brasileño a manifestar una ambigüedad que molesta a Washington y a países latinoamericanos que, al contrario de Brasil, no tienen un desarrollo industrial que preservar.
El ALCA es sólo «una opción», no un destino como el Mercosur. Así resume la posición brasileña el mismo canciller que descarta el aislamiento del país como alternativa viable, debido a la desviación de comercio a los países incluidos en el área de libre comercio.
Brasil sólo considerará aceptable un acuerdo «equilibrado» que represente beneficios para todos, advirtió Lafer.
Pero una negativa brasileña a participar de un eventual acuerdo no impediría la integración continental, como piensan algunos opositores, alertó este jueves el vicecanciller Luiz Felipe Seixas Correia en testimonio ante el parlamento.
Hay posiciones sectoriales bien definidas. Directivos de las industrias textil, de calzados y de jugo de naranja procuran acelerar la implementación del ALCA, pues se consideran competitivos y preparados para aprovechar la apertura de nuevos mercados.
Brasil podrá hasta quintuplicar sus ventas de calzados a Estados Unidos, porque la extinción de aranceles, que varían de 8,5 a 17 por ciento en aquel mercado, le permitiría competir con los productos chinos, 10 por ciento más baratos, según el presidente del gremio industrial del sector, Nestor de Paula.
La Asociación Brasileña de la Industria de Máquinas y Equipos, por otra parte, teme perder a manos de sus congéneres estadounidenses el mercado interno y latinoamericano, donde las preferencias arancelarias le aseguran alguna competitividad.
El problema no es solo de productividad y protección arancelaria, según el presidente de la Asociación, Luis Delben Leite. Productos competitivos brasileños pierden competitividad debido a la enorme carga tributaria y a las insuficiencias de la infraestructura nacional y de financiación.
La producción industrial brasileña es gravada por decenas de impuestos de que están exentos competidores. Sin una reforma tributaria que elimine tal desequilibrio, el país no podrá participar en el ALCA, reconoció Roberto Giannetti da Fonseca, secretario de la Cámara Interministerial de Comercio Exterior.
Las desventajas son también financieras, ya que los créditos comerciales y de inversiones son mucho más caros en Brasil que en países industrializados, recordó Boris Tabacoff, dirigente gremial de la industria de papel y celulosa.
Además, la diferencia de escala de producción dificulta la competencia de empresas brasileñas ante las estadonidenses, añadió Tabacoff.
Los empresarios brasileños temen también que Estados Unidos no haga concesiones en materia de barreras no arancelarias, que constituyen el principal obstáculo a las exportaciones brasileñas de jugo de naranja, azúcar, productos textiles y acero, entre otros.
Por eso Brasil considera indispensable alterar la legislación antidumping estadounidense, tal como los subsidios agrícolas, temas que Washington se resiste a incluir en las negociaciones.
Entre la oposición, el movimiento sociale y las organizaciones no gubernamentales, es general el rechazo al ALCA en las condiciones en que es negociada, por considerarla una renuncia a la soberanía y a proyectos de desarrollo, con el país subordinado a los intereses estadounidenses.
La disidencia se manifestó incluso en la cancillería. El embajador Samuel Pinheiro Magalhaes, uno de los negociadores del acercamiento a Argentina que condujo al Mercosur, calificó el ALCA de «catástrofe» y «patíbulo» en numerosas charlas y entrevistas que concedió en los últimos meses.
El bloque continental «disolverá» inevitablemente el Mercosur y promoverá una especialización productiva que concentre la producción industrial en países más ricos, Estados Unidos y Canadá, en el caso, según el embjador.
El canciller Lafer prohibió a los diplomáticos emitir declaraciones sobre el ALCA sin su autorización y terminó por relevar a Magalhaes de la dirección del Instituto de Investigaciones de Relaciones Internacionales, para evitar que las discrepancias se hagan públicas.
Excluirse del ALCA no resultaría necesariamente el aislamiento de Brasil, ya que se pueden mantener o firmar nuevos acuerdos bilaterales.
Un acercamiento del Mercosur con la Unión Europea aparece también como una alternativa. Estudios de la Fundación Getulio Vargas indicaron que el libre comercio con los europeos promovería un mayor crecimiento económico en el bloque sudamericano.
Pero en este caso aumentarían más las exportaciones agrícolas, mientras el ALCA favorece un mayor incremento del comercio de manufacturas, destacó Lia Valls, autora del estudio.
Brasil participa así en la Cumbre de las Américas, en Quebec, Canadá, desde este viernes al domingo, con gran parte de la nación temiendo que las negociaciones para formación de un bloque continental le impongan un camino que no les parece el mejor para el futuro del país. (FIN/IPS/mo/mj/ip if/01