COLOMBIA: La hoja de coca busca reivindicación social

Una comunidad indígena del sur de Colombia comenzó a vender coca para la preparación de infusiones con el lema «hoja de vida», en busca de crear fuentes de empleo y quitarle el estigma delictivo a esta planta ancestral andina.

El producto, que ya se comercializa en Bogotá y otras cuatro ciudades del país, se presenta en bolsas pequeñas y en cajas de 15 unidades cuyo precio es de 3.500 pesos (1,2 dólares).

La tizana de hojas de la coca es de uso corriente en Bolivia y Perú, pero toda una novedad en Colombia que, paradójicamente, es el primer productor mundial de esa planta.

Estadísticas oficiales divulgadas en enero indican la existencia de 103.500 hectáreas cultivadas de coca, utilizadas para la preparación de cocaína, principal mercancía del narcotráfico colombiano.

Esa situación impulsó a los responsables del proyecto indígena a publicitar la venta de hojas de la coca como fuente de vida.

La iniciativa se desarrolla en la comunidad de Calderas, municipio de Intzá, en el sureño departamento de Cauca, y tiene como propósito cubrir las necesidades económicas de 300 familias indígenas, a la vez de divulgar las propiedades benéficas de la ancestral planta andina.

David Curtidor, uno de los promotores del proyecto, explicó a IPS que así «se pretende hacer visible la otra cara de la hoja de coca, la verdadera».

«Al comienzo el ejercicio fue más académico que comercial, pero poco a poco se fue consolidando», comentó.

«Coca no es cocaína, como uva no es vino, y se usa en América desde hace 7.000 años. No causa ninguna forma de dependencia, fue refugio de las personas en tiempos de la colonización española y ha servido para curar los males del alma y del cuerpo», recordó.

Curtidor explicó que «la propuesta es cambiar el uso ilícito y pagar a los campesinos el mismo precio a que compran la hoja los narcotraficantes, porque la lógica indica que quienes la cultivan lo hacen por necesidad económica».

Precisó que todos los proyectos de erradicación de plantaciones ilícitas «proponen a la gente cultivar yuca u otros productos que al final se pudren porque no se pueden comercializar».

El experto se manifestó confiado en que la hoja de la coca para preparar infusiones le reportará a los productores «ingresos más o menos decorosos».

«La coca que compramos para procesar industrialmente es parte de una actividad ancestral de la zona, que se cultiva dentro de los cafetales y de las plantaciones de maíz», agregó.

«La esperanza es percibir ingresos por el nuevo uso para impulsar actividades como el tejido en telares artesanales y otras tareas tradicionales, que ahora están estancadas porque demandan mucho tiempo y son mal remuneradas», indicó.

Según Curtidor, «la pobreza en los municipios con mayor presencia de cultivos ilícitos en Colombia abarca a la mayoría de la población y el índice de desarrollo humano es similar y aún inferior al de los países más rezagados de Africa».

El proyecto aprovecha la legislación que autoriza a las comunidades indígenas a cultivar coca en sus predios para consumo doméstico.

En la comunidad de Calderas se concentra la hoja que abastece la primera industria legal de comercialización de «eshos nasa», como se dice «hoja de vida» en lengua paes, una de las más difundidas de las 65 lenguas indígenas que subsisten en Colombia.

El lugar de acopio se localiza en Guadualejo y hasta allí llegan indígenas desde las localidades vecinas de Santa Rosa, San Andrés de Pisimbalá, Aviraima, Togoima y otras.

Allí se procesa el tostado de la hoja y luego se envía a Bogotá, donde se alquilan máquinas empacadoras por el tiempo estrictamente necesario, pues el costo de una planta industrial es muy alto y la naciente industria aún no puede asumir esa inversión.

La producción mensual de coca para infusiones es de 300 cajas en promedio, unas 4.500 porciones, que requieren entre 170 y 230 kilogramos de hojas de coca.

La recolección y procesamiento de la hoja destinada a esta industria varía sustancialmente de los métodos empleados por el narcotráfico.

Los indígenas reivindican el carácter espiritual y sagrado de la planta, que ha sido su compañera de hambres y fatigas.

Así, los campesinos, en una suerte de ritual, le piden permiso a la planta para deshojarla con respeto, imitando la parsimonia de la ita, gusano que se come la hoja.

Una actividad muy diferente a las intensas jornadas de los «raspachines», como se llaman a los recolectores de los cultivos ilícitos, a quines se les paga por volumen.

Curtidor explicó a IPS que uno de los propósitos del proyecto es contrarrestar la asociación negativa que en Colombia tiene la planta.

La presentación en sociedad de «eshos nasa», aunque ya se distribuía al menudeo, se realizó en enero en la ciudad de Popayán, en el acto de asunción del indígena guambiano Floro Tunubalá como gobernador del Cauca.

Desde que se realizara ese acto, infusiones de hojas de la coca se han brindado en varios actos sociales y de gobierno, con obispos católicos y ministros entre los asistentes.

«Creemos que hay una estrategia de mercado de emulación. Si se llega a estratos altos de la sociedad, de políticos, ministros, obispos, alcaldes y gobernadores», es probable que se logre aceptación en otros sectores de la población, dijo Curtidor.

En eso está empeñada Fabiola Piñacué, la indígena paes que desde que llegó a Bogotá a estudiar ciencias políticas se propuso desatanizar la planta ancestral andina.

«Para nosotros, la hoja es sagrada, es vida, lo cual no pasa en el pensamiento occidental que la tilda de hoja maldita. Queremos decirle al mundo cual es nuestra visión y decirles que la hoja de coca es alimento», comentó

Piñacué dijo a IPS que el «té de coca es bueno para casos de tuberculosis, insomnio y males digestivos», así como para contrarrestar los efectos de «las aguas tóxicas, como ron y aguardiente».

«La hoja de la coca, recomendable para todas las edades sin restricciones, regula y equilibra el organismo, tanto en la parte digestiva como psíquica», agregó.

«El proyecto lleva cuatro años y medio y hoy la tememos en la forma como la exige el cliente moderno», dice esta mujer que llegó a la capital para ser politóloga y cada día, por fuerza de las circunstancias, se hace más empresaria.

Los coordinadores del proyecto comunitario «Eshos nasa» aspiran a que cada vez más se ofrezca tizana de coca a la par del emblemático café colombiano.

Para ello esperan el registro sanitario, con el fin de poder exportar la tizana de coca colombiana.

Por ahora la demanda interna es de 20.000 cajas mensuales, «pero sabemos que en el exterior hay mucho interés, aunque todo depende del permiso estatal para comercializarla y exportarla», explicó Curtidor. (FIN/IPS/mig/dm/dv/01

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