El gobierno de China encontró en el piloto muerto este mes en un choque con un avión espía de Estados Unidos un nuevo símbolo nacionalista y exhortó al pueblo a aprender de su «lealtad a la patria y al Partido».
«El héroe de la nueva era», como lo describió la Radio China Internacional, es Wang Wei, quien murió el día 1 cuando su caza F- 8 chocó con un avión de reconocimiento estadounidense al sur de este país.
La elección de Wang Wei como nuevo modelo a imitar es la culminación de una larga batalla del gobernante Partido Comunista para reinventarse como líder de la nación en el siglo XXI, nutriéndose del nacionalismo ferviente del pueblo chino.
En una ceremonia celebrada el martes en la Gran Sala del Pueblo, en Beijing, la Comisión Militar Central confirió oficialmente a Wang el título de Guardián del Espacio Territorial Aéreo y Marítimo.
Ruan Guoqin, la viuda de Wang, recibió una medalla al heroísmo y un certificado de honor en representación de su esposo.
La ceremonia solemne marcó el lanzamiento de una nueva campaña patriótica titulada «Aprendamos de Wang Wei».
El People’s Daily, órgano oficial del Partido Comunista, exhortó el miércoles en su primera página a aprender de la «lealtad a la madre patria, al partido y al pueblo» de Wang, así como de «su disposición al sacrificio».
A diferencia de campañas patrióticas anteriores, «Aprendamos de Wang Wei» conlleva un discurso más belicoso y un palpable sentimiento anti-estadounidense, coincidente con un punto bajo en las relaciones entre China y Estados Unidos.
Los vínculos bilaterales se deterioraron por la colisión el día 1 entre el caza pilotado por Wang y un avión espía de la armada estadounidense, que luego se vio obligado a aterrizar en la isla china de Hainan.
Los 24 efectivos estadounidenses que estaban a bordo del avión permanecieron detenidos en China durante 11 días, y sólo fueron liberados luego de que Washington manifestara su «profundo pesar» por el incidente.
La tensión aumentó con el apoyo de Washington a una moción de censura a China ante la Comisión de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos -aunque la moción no prosperó cuando fue votada la semana pasada- y más aún con la nueva venta de armas estadounidenses a Taiwan.
La campaña «Aprendamos de Wang Wei» comenzó justo un día después de que Estados Unidos aprobara la venta de numerosos equipos militares a Taiwan, entre ellos destructores, aviones y submarinos.
En respuesta, la cancillería china convocó el miércoles al embajador estadounidense, Joseph Prueher, para hacele oir una airada protesta.
China considera a Taiwan, que tiene 23 millones de habitantes y un gobierno democrático, una provincia renegada, y dice reservarse el derecho de recuperarla por la fuerza.
Washington reconoce el reclamo de soberanía de Beijing sobre la isla, pero insiste en que no se la debe obligar a la reunificación.
El presidente estadounidense George W. Bush defendió inusualmente a Taiwan en una entrevista con el canal de televisión ABC News y dijo que su país tiene la obligación de «hacer lo que sea necesario para ayudar a Taiwan a defenderse».
La portavoz de la cancillería china, Zhang Qiyue, replicó que tales declaraciones toman un «camino peligroso» para las relaciones chino-estadounidenses.
«Hay una sola China en el mundo, y Taiwan es parte de China, no un protectorado de ningún país extranjero», dijo.
«El pueblo chino está muy indignado. Tanto como la gente como el gobierno están resueltos a salvaguardar la soberanía y la integridad nacional», agregó.
Para propagar este mensaje, los líderes chinos decidieron proclamar a Wang Wei como «mártir revolucionario».
Wang sustituye así a Lei Feng, el obsoleto modelo nacional a imitar de los años 50, cuando la máquina de propaganda ensalzaba las virtudes del socialismo.
La aceptación de Wang en el panteón de los mártires revolucionarios de China demuestra cuánto ha evolucionado la batalla ideológica por conquistar la mente y el corazón de los chinos.
Luego de la sangrienta represión del movimiento estudiantil por la democracia en la plaza de Tiananmen en 1989, cuando la ideología comunista había caído en el descrédito, el gobierno chino se dio cuenta de que precisaba un nuevo factor de cohesión para la nación.
Dada la pérdida de la fe en el socialismo y la apertura de la nación a productos externos y al libre flujo de información, el nacionalismo parecía ser el único dogma que seguía atrayendo a los chinos.
Aunque 20 años de reformas económicas lograron cierta apertura a las ideas externas, el chino común todavía siente animosidad hacia las grandes potencias extranjeras, en especial hacia Estados Unidos y Gran Bretaña, que hace un siglo obligaron a China a cederles control de su territorio.
Inculcado hábilmente a través de medios de prensa y programas de estudio escolares y universitarios, el nacionalismo se ha transformado en la carta de triunfo para los gobernantes chinos.
Así lo demostró el anuncio esta semana por el Congreso Nacional del Pueblo (parlamento) de la revisión de la Ley Nacional de Formación en Defensa.
Según el nuevo proyecto, las escuelas primarias y secundarias básicas deben incluir entre sus asignaturas la defensa nacional, mientras los estudiantes de institutos secundarios superiores y universitarios deben recibir entrenamiento militar.
El proyecto también designa al 7 de septiembre como Día Nacional de la Formación en Defensa, en conmemoración del día de 1901 en que el gobierno de la dinastía Qing (1644-1911) firmó un tratado de paz conocido como Protocolo Boxer tras ser derrotado por los ejércitos de ocho países occidentales.
El tratado obligó a China a pagar compensaciones y firmar contratos de arrendamiento a largo plazo que de hecho cedieron control territorial a los ocho países extranjeros.
Al designar el 7 de septiembre como Día Nacional de la Formación en Defensa, Beijing se propone mantener fresco el recuerdo de la humillación nacional sufrida a manos de potencias extranjeras. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mlm/ip/01