BRASIL: Ricos ganan 53,48 veces más que los pobres

En Brasil, uno de los países del mundo de mayor desigualdad social, el 10 por ciento más rico de la población tiene un ingreso 53,5 veces superiores al del 10 por ciento más pobre, pese a la derrota de la inflación y a mejoras sociales alcanzadas en los años 90.

La persistencia de la desigualdad, en un nivel sin par en países de desarrollo similar o superior, se destaca en la Síntesis de Indicadores Sociales 2000, del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), que compara datos de 1992 y 1999.

Hubo una mejora, ya que la relación entre lo que ganan los más ricos y los más pobres bajó de 57,18 en 1992 para 53,48 en 1999. Esto se debió básicamente a la estabilización de la moneda a partir de 1994, según Sergio Besserman, presidente del IBGE.

La elevada inflación con que los brasileños convivieron durante tres décadas agravó las desigualdades históricas, pues los más pobres eran incapaces de proteger sus ingresos de la subida generalizada de precios mediante inversiones financieras, como sí lo hacían las capas medias y ricas.

Con la repentina caída de la inflación en 1994, los muy pobres dejaron de sufrir la corrosión de sus ingresos, pero esa mejora se interrumpió pronto.

Lo más sorprendente en Brasil son los mecanismos que «perpetúan la desigualdad» al dificultar la corrección de la injusta distribución del ingreso nacional, invariable en los 500 años de la historia del país, resumió Besserman.

Es más dificil combatir la inequidad que la pobreza en el país, admitió. La comparación entre el 10 por ciento más rico y el 40 por ciento más pobre, por ejemplo, indica que aumentó la concentración de riqueza. La relación del promedio de ingresos por persona aumentó de 20,84 a 22,13 veces.

Autoridades e investigadores confían en que los avances en la educación reduzcan en el futuro la desigualdad social que se convirtieron en una especie de identidad brasileña en el mundo.

Entre 1992 y 1999, el analfabetismo cayó de 17,2 a 13,3 por ciento y los niños de siete a 14 años que frecuentaban la escuela pasaron de 86,6 a 95,7 por ciento entre 1992.

La casi universalización de la enseñanza básica aparece en otras estadísticas. Entre los jóvenes de 18 y 19 años, por ejemplo, los años de escolaridad aumentaron de 5,9 a 7,3, el doble del incremento registrado entre los adultos mayores de 25 años, que fue de cinco a 5,7.

Por eso los adolescentes de hoy, al ingresar en el mercado de trabajo, disfrutarán una gran ventaja sobre la generación actual de trabajadores adultos, observó Ricardo Paes de Barros, director del área social del Instituto de Investigación Económica Aplicada, que depende, al igual que el IBGE, del Ministerio de Planificación.

Aun así, Brasil tiene que intensificar sus esfuerzos en enseñanza, ya que su escolaridad es de las más bajas en América Latina, inferior a los 8,4 años de Panamá y a los 7,2 años de Venezuela, comparó el investigador.

Las desigualdades no se limitan a las capas sociales. Siguen siendo abrumadoras entre las cinco regiones y los 27 estados que componen la nación.

La mortalidad infantil, por ejemplo, bajó de 44,3 a 34,5 por 1.000 nacidos vivos entre 1992 y 1999. Pero en este último año variaba de 66,1 por 1.000 en Alagoas, pequeño estado pobre del Nordeste brasileño, a 18,4 por 1.000 en el meridional estado de Río Grande del Sur.

En el estado de Sao Paulo, 90,2 por ciento de las viviendas contaban con saneamiento básico adecuado, proporción que se reducía a 0,7 por ciento en Tocantins y a 0,8 por ciento en Amapá, ambos en el norte.

La inequidad de género continúa siendo elevada, pues las mujeres ganando mucho menos que los hombres, pero el problema es más agudo en la población negra.

El analfabetismo se limita a 8,3 por ciento entre los blancos, que, según las estadísticas oficiales, representan 54 por ciento de la población brasileña, pero se eleva a 20 por ciento entre los negros y «pardos», categoría que incluye a mestizos y a negros que no se reconocen como tales.

Los negros serían solo 5,4 por ciento de los brasileños, según el censo, y los calificados como «pardos» suman 39,9 por ciento.

La diferencia de escolaridad agrava la brecha. Mientras los blancos tienen 6,7 años de estudio promedio, los negros cuentan solo 4,5.

De todas formas, la discriminación es más profunda. Cada año adicional de escolaridad permite a los trabajadores blancos un aumento de sus ingresos tres veces superior al logrado por los negros.

La desigualdad, que mantuvo sus elevados niveles, ensombreció así los avances generales de los indicadores sociales brasileños en la década pasada. Otro hecho negativo fue la intensificación de la violencia urbana, que se convirtió en el principal factor de la mortalidad entre jóvenes de 15 a 19 años. (FIN/IPS/mo/mj/dv if/01

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